No paro de pensar en lo sucedido.
En como se burlaron y rieron de la situación. Tengo grandes ganas de llorar, pero me aguanto, no quiero que mamá se preocupe más de lo que ya está.
Después de ducharme tome mi chocolatada y le explique a ella lo que sucedió, verla enojada nos dio miedo a Oliver y a mí, ahora está contactando a la mamá de Greace para que ella me pida una disculpa.
Mi hermano me está abrazando y la verdad, esto no ayuda a que contenga mis lágrimas, él y yo a pesar de las peleas nos hemos protegido el uno con el otro, si lo molestan a él, no importa quién sea, le doy su buen merecido, una vez hice sangrar a un niño porque lo molestaba seguido y bueno, él hace lo mismo cuando se trata de mí.
¿Han visto Gravity Falls? ¿Con Dipper y Mabel?
Algo así somos él y yo.
—Si tienes ganas de llorar, hazlo, no tienes que ser fuerte por mamá — me susurra él al oído.
Como me dio luz verde, me aferro a su suéter y las lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas junto con pequeños sollozos, siento las caricias en mi cabello mientras que Oliver me susurra cosas lindas. Es algo contradictorio que haya dicho que no lloraría, pero no pude evitarlo.
—No me contesto, pero creo que esas veinte llamadas perdidas que le dejé ayudaran para que me devuelva la llamada — entra al salón y en cuanto nos ve detiene su paso. — Oh cariño.
Se nos une rápidamente y nos quedamos un buen rato así, hasta que siento las manos de Oliver en mis hombros separándome de él, gruñó en protesta, pero siento que es necesario.
—¿Por qué tiene que pasar esto? — El tono de mi voz es ronca por el llanto. — Yo no quiero eso, no lo deseo — miro a mamá. — Solamente soy una niña... no quiero ser una señorita — ellas frunce el ceño.
—¿Quién te dijo semejante tontería? — pregunta con confusión.
—Los padres de Mary le explicaron a ella que cuando sucede esto — señalo mi entrepierna. — Ya no eres una niña, sino una señorita — sorbo mis mocos.
—Cariño, solo tienes once años, no eres grande como una adulta, ni tan pequeña como una niña, solo estás en la adolescencia, que es como estar entre el medio de las dos — me explica.
—Igualmente no me gusta. — Se ríe un poco y se levanta del sillón.
—Niños me encantaría poder seguir hablando de esto, pero el trabajo no perdona, solo pedí media hora libre y ya van veinte, así que si me disculpan...
Agarra su chaqueta y nos da un beso en la frente a los dos, con eso hecho, abre la entrada y se va dejándonos solos. Oliver en silencio empieza a buscar algo en sofá, parece encontrarlo porque me mira con la mirada iluminada, eso me hace desconfiar.
—¿Qué tramas Strawberry? — ese ridículo apodo se lo puse cuando estaba más pequeña, lo hacía por su cabello y al igual que yo él también tiene el suyo.
— Nada Little Cherry — sonríe aún más.
En definitiva no confío en él.
—Si claro, y mamá le gusto tu regalo de cumpleaños el año pasado — ruedo los ojos.
—¡Fue original!
—¡Fue una de sus camisetas! ¡En general solo la envolviste en una bolsa de regalo y ya!
—Si lo dices así, suena feo, pero si lo miras desde mi lógica notarás que fue un excelente regalo.
—Tu lógica es tan estúpida que prefiero escuchar La vaca Lola mil veces antes que escucharla — ahora él es que rueda los ojos es él.
—¿Vas a escuchar mi idea o no? — Le hago una seña con la cabeza para que siga. — Papá es tan distraído que después de trabajar siempre se queda dormido quince minutos en el sofá y accidentalmente su teléfono cae en los bordes, y pues... — me muestra el celular en sus manos.
Abro la boca sorprendida.
—Podemos hacer lo que queramos — murmuro y él asiente.
—Exacto, solo hay un pequeño problema.
—Somos dos... y solo hay uno — mis ojos van del celular a él, varias veces.
El tonto no debió decir eso porque así comienza una lucha parecida a la de la mañana.
—¿Para qué lo necesitas? No tienes nada que hacer con él — reprocho mientras le jalo sus mechones, me da la vuelta y se posiciona encima de mí.
—Tú tampoco, además quiero jugar videojuegos. — Ahora es Oliver quien me jala de los cabellos.
El objeto por el que peleamos sale volando y cae en el suelo, nos detenemos y nos miramos asustados, pero al notar que sigue encendido, nos volvemos a mirar pero con una competitividad irreconocible.
Le pateó el estómago y cae al lado mío, cuando me levanto para poder correr hacia él, Oliver logra agarrarme del pie y caigo de cara al suelo, esta vez corre, pero hago lo mismo y cae igual que yo. Con rapidez recojo el celular y hago un baile de la victoria.
—¡Siiiii! ¡Gane! — Le restriego en la cara lo que tengo en las manos mientras que él me mira con mala cara.
—Por pura suerte — murmura aunque él sabe que lo hice justamente. Bufa — ok al menos déjame llamarle a Ian.
—¿Ian tiene celular? — Me sorprendo un poco.
—Little Cherry somos literalmente los únicos que no tenemos.
Aunque quiera creerme que es mentira, en realidad es realidad, mamá no nos han dejado tener celulares porque para ellos somos "pequeños", sus palabras no mías.
Aprieto los labios y le doy lentamente el celular para que lo llame. El hecho de que vaya a venir hace que mi corazón lata aún más fuerte. Debo relajarme, solo es Ian, un chico con unos rulos hermosos y un color de ojos preciosos que brillan cada vez que habla de algo que le gusta como las donas además de que su sonrisa...
Ok, debo parar.
Perdida en mi conciencia admirando a alguien que me hace sonrojar un poco cada vez que me pilla mirándolo, Oliver ya hizo el trabajo de llamarlo.
—Listo, dijo que en unos diez minutos ya está aquí.
Me regresa el celular y empiezo a descargar un montón de juegos para poder entretenerme. Es extraño tener esta cosa en mis manos, se siente muy grande y raro, sin embargo, me logro adaptar.
No me doy cuenta de que ya pasaron esos diez minutos hasta que siento que se recuesta alguien a mi lado, doy un pequeño brinco por el susto y giro mi cabeza.
—Hola — él y su estúpida sonrisa que hacen que se achinen sus bellos ojitos ¡Basta!
—Hola Ian — hablo como tonta.
¡Dios!
Enserió que pasar vergüenza es lo mío.
—¿Qué juegas?
— Oh eso sí que no — Oliver jala del brazo Ian llevándoselo a otro lado. — Viniste a jugar conmigo no con la loca de Olivia.
—¡Loca tu abuela!
—¡Tenemos la misma abuela tonta!
Ay sí es cierto.
Con mala cara vuelvo a mi juego, pero al cabo de rato me empieza a dar hambre y no quiero levantarme justo en la posición en la que me siento cómoda y no pienso pedirle ayuda a los neandertales que están jugando a las luchas afuera.
¿Qué hago?
Una pequeña idea me viene a la mente, pero es algo riesgosa.
Muerdo mi labio inferior con indecisión. En el momento en que me voy a contactos es cuando me doy cuenta de que ya no hay vuelta atrás, busco la pizzería que suele llamar papá cada vez que queremos comer comida de afuera y aprieto el botón para poder marcarle. Dan dos pitidos hasta que descuelga.
—Buenos días, gracias por llamar a Jumbo Pizza ¿Qué tipo de pizza se le ofrece? — Los nervios invaden todo mi cuerpo y provoca que mis manos comiencen a temblar.
—Hola, quería pedir una pizza de peperoni y queso extra ¿Se puede? — todas las palabras se tropiezan dando a renacer un estúpido tartamudeo.
—¡Por supuesto! ¿Será familiar o normal?
—Emmm ¿Normal? — eso fue más una pregunta que una respuesta concreta.
—¡Perfecto! Entonces en unos veinte minutos estará su pedido, serian once con noventa y nueve por favor, mándeme su dirección y el servicio estará en su casa tan rápido como el canto de un gallo.
—Gracias.
Corto rápidamente y hago lo que me pide sin protestar. El hecho de hablar con alguien desconocido me tiembla hasta los huesos, la otra vez pedí una pizza de piña por accidente cuando debía pedir una de jamón con peperoni.
Suspiro.
Me levanto para buscar el dinero con el que pagaré, mamá suele dejar lo que ella llama "Dinero para emergencias" y pues mi hambre es una emergencia, así que tiene sentido.
Entro a su cuarto y busco en los cajones, gracias al cielo lo encuentro, justo hay veinte dólares, los agarro y bajo nuevamente a la sala para supervisar a los neandertales. Me asomo a la puerta del patio y ellos están jugando fútbol.
Al menos no han mandado la pelota al vecino...
—¡Noooooo! ¡El balón!
Ah.
Bueno, al menos no soy millonaria.
Miro a los lados esperando que algo pase pero nada. Me les acerco y están con cara de preocupados, yo solo ruedo los ojos.
—Olivia... — dice Ian y Oliver voltea tan rápido que estoy segura de que le duele.
—¡Hermana!
—Nada de hermana, si quieres que vaya a buscar el balón, pues que pena, hoy no tengo ganas — me cruzo de brazos y miro a otro lado.
—Oh vamos, somos hermanos — hace carita de cachorro abandonado. — Además, eres la única que le cae bien al hechicero de la calle treinta y cuatro.
—¿Por qué le dicen así? — Pregunto extrañada — es un buen tipo, cada que paso siempre me da una galleta. — Subo y bajo los hombros.
—Él secuestra a los animales para hacer sus macabros hechizos — Ian habla de manera macabra.
—Lo que el pobre señor hace es buscar a su gato que se escapa.
—También elige minuciosamente los ingredientes para su caldero — esta vez habla Oliver.
—Simplemente, tiene un huerto y bota las cosas que están dañadas en el basurero — digo con simpleza.
—Bueno el punto — rueda los ojos Oliver harto de que use mi lógica. — Necesitamos de ti, por favor.
—Déjame pensarlo — coloco mis dedos en mi barbilla fingiendo pensar. — No — me volteo para irme.
—¡Y hago tu tarea una semana! — Sonrío.
Oliver es muy fácil de manipular, cuando se trata de cosas que quiere que hago por él, yo pido algo más grade a cambio.
En la vida nada es gratis.
—Te escucho — volteo sobre mis talones.
—Hago tus quehaceres por dos ¡No! ¡Tres semanas!
—Trato medio hecho — noto la confusión de los dos. Miro a Ian — ¿Tú que tienes para ofrecerme?
—¿Yo? ¿Por qué? — Se señala el mismo.
—Por qué si no me das algo le diré a mamá que tú fuiste el que rompió su foto enmarcada y que no fue el gato callejero como tú dijiste — sonrío.
—¡Oliver! ¡Se suponía que era secreto! — Le reprocha Ian.
—¡Yo no hable! — Se intenta defender.
—Oh créeme que lo hiciste.
Una de las cosas que puedo asegurar es que mi querido hermano habla dormido, así que, lo utilizo a mi favor, siempre se le sale algún secreto jugoso que me hace tener ventaja sobre él, y usarlo de esta manera, utilizarlo sobre Ian tal vez me dé un poco se pena, pero no dejaré pasar la oportunidad.
—Entonces... ¿Qué tienes para ofrecerme? Tengo algo muy importante para mí que llega en unos minutos y no voy a desperdiciar tiempo con ustedes dos cabezas huecas — sentenció y sus expresiones ofendidas hacen que me sienta satisfecha.
Noto como Ian duda antes de hablar, pero al final dice:
—Puedes jugar con la consola en mi casa — murmura y con eso basta para que me dé la vuelta e ir donde nuestro vecino el señor Jules.
Salgo de la casa dando pequeños saltos hacia mi objetivo y en cuanto llego, toco la puerta un poco fuerte con mis dedos, al cabo de unos minutos se escuchan pasos y de alguien quitando el seguro de la puerta, en cuanto la abren, su expresión amargada cambia cuando baja la mirada.
—¡Señorita Olivia! ¿Cómo está? Dígame ¿En qué le puedo ayudar?
Señor Jules, hombre que ya está en su ochenta y pico de años, alto, flaco, con algo de barba y utiliza ropa bastante cómoda, pero elegante, es un viejo que hace unos ricos postres y me invita a comer de vez en cuando con él, me cuenta historias sobre su anterior esposa, de como sus hijos siempre lo visitan y miles de cosas que le pasan en la vida.
¿Qué le ven de malo? La verdad, no lose.
—Lo siento que lo moleste enserió — él hace una seña de que no importa.
—No estaba haciendo mucho, solo leyendo algo antes de irme a dormir, ya sabes, un viejo sin colágeno no puede hacer mucho, pero ojo, no se me quita lo guapo que estoy.
Sí, es muy egocéntrico, aunque me encanta esa actitud.
—Los muchachos tiraron un balón a su patio, ¿Puedo entrar a buscarlo? — Asiente con la cabeza.
—Claro señorita, solo si prueba el último postre que hice — una sonrisa aparece en mi rostro y la emoción comienza a hablar por si sola.
—¡Si! Si por favor, solo que estoy esperando una pizza, podemos comerla juntos y ver la novela turca de la última vez.
—Me parece la mejor idea que se te ha ocurrido, vamos entra.
Se hace a un lado y hago lo que me dice. Esperamos a que llegue la pizza y le mentimos de que era a esa casa en donde la tenían que entregar. Nos ponemos cómodos en el sofá grande que tiene, cada uno en su esquina y en su espacio, así nadie molesta a nadie.
—¿Lista para ver como engañan a Salin? — Me pregunta en cuanto comienza la intro.
—Ni en mis exámenes anda tan preparada.
Y así él y yo pasamos la tarde, ¿Los muchachos? Vivirán sin mí unas dos o tres horas, ¿Si queman la casa? Nah, tengo al señor Jules de mi lado, todo estará bien.
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Comments
María Saori 😎🤫
mmm no lo se
2022-07-08
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