20-

Se escucharon unos suaves golpes en la puerta y, acto seguido, entró una mucama con una bandeja con comida. A Luz se le hizo agua la boca al oler la sopa. Su estómago traidor comenzó a rugir con insistencia.

El médico tomó la bandeja de manos de la mucama y la despidió.

- Señora, debería comer. Está muy débil.

- La droga está en la sopa, ¿Verdad?

- No sé de qué habla.

- Pongamos las cosas en claro. Soy prisionera aquí, pero no soy estúpida. Sé que mi esposo le paga para mantenerme viva cuando se excede con las palizas. Pero también estoy segura de que usted es quien le provee las drogas para que yo me convierta en idiota.

El médico bajó la cabeza sin decir nada.

- De acuerdo. Su silencio es más que elocuente.

- Si sabe que su esposo me paga, entonces sabrá que no puede evitar tomar. Volverá y la golpeará nuevamente.

- Lo sé. Pero ese es mi problema. Usted encárguese de mantener vivo a mi hijo. Yo me encargaré de Iván.

- ¿Está segura? El Rey Iván es muy hábil con el látigo.

Algo le sonó mal a la mujer.

- Espera… ¿El Rey Iván? ¿Desde cuándo es Rey?

- Desde que el Emperador Luther está gravemente enfermo. Dicen que en cualquier momento morirá.

La chica se desesperó por la noticia. Ahora entendía por qué hacía meses que su padre no venía a verla.

- ¿Qué enfermedad tiene mi padre?

- Veneno, por supuesto.

- ¿Qué? ¿Cómo es eso posible?

- Todo es posible con los contactos adecuados. El Rey Iván ha estado sobornando a la servidumbre del palacio imperial para que envenenen poco a poco al Emperador.

- Pero el cocinero, el catador…

- Todos están comprados.

Luz se quedó en silencio pensando en las implicaciones de lo que el médico le estaba contando. Si Luther moría, ella era la única heredera. Como su esposo, él gobernaría Kjall hasta que su hijo creciera. Pero si su hijo tenía algún problema, él no necesitaría devolver el trono.

- ¿Por qué me dice estas cosas?

- Porque quiero que entienda de que yo tampoco tengo opción. Si usted no bebe la droga, su esposo se desquitará con mi familia. Tiene todo organizado y no ha dejado ningún cabo suelto.

- Está bien. Beberé un poco. Pero luego usted buscará la manera de dejarme sola toda la noche en mi habitación.

- Pero Iván se dará cuenta.

- No se preocupe. Sé fingir los síntomas perfectamente.

El médico lo pensó un rato. No quería ser cómplice de la destrucción de esta muchacha, pero la vida de su familia estaba en juego.

- De acuerdo. La ayudaré solo esta vez. Después estará por su cuenta.

- Con esta vez me alcanza.

- La dosis que han vertido en la sopa es masiva. Tendría que ser un ente casi descerebrado cuando venga se esposo o alguna de las arpías.

- Seré agradecida cuando recupere el poder.

Tiraron la mayor parte de la sopa justo a tiempo para que entrara una mucama y vea que la chica ya estaba terminando de comer. Se tomó las últimas cucharadas y le mostró el bol vacío al médico. La sirvienta retiró la vajilla y fue directo a contarle a Violeta lo que había visto.

Al rato llegó Noelia a ver a su prima. Luz estaba sentada en la cama con la mirada perdida en la nada.

- Ja, ja, ja, ja. Prima… Futura Emperatriz de Kjall. ¡En tus sueños! Mírate: Eres una negra idiota.

Luz la miró con una sonrisa imbécil dibujada en el rostro.

- Levántate y besa mis pies.

Luz se levantó haciendo un gran esfuerzo. Se arrodilló frente a la mujer y besó sus pies tiernamente. No le importaba su dignidad mientras pudiera engañar al trío malvado para escapar.

- Levántate y quédate de pie al lado de la cama.

- Como ordenes, Ama Noelia.

- Doctor: ¿Cuándo estará en condiciones de volver a sus labores?

- Si se alimenta bien hoy y mañana, pasado mañana podrá volver a trabajar.

Luz fingió un profundo bostezo.

- Es la droga, Señorita.

- Bien. Que duerma por hoy. Mañana le daremos una dosis más pequeña para que pueda escribir. Luego le quemaremos el cerebro para que ya no pueda rebelarse.

- De acuerdo, Señorita. La acostaré y me iré a descansar. Mañana le daré otra dosis para que obedezca.

- De acuerdo. En el prostíbulo en el que la esperan no necesitan que piense.

Noelia se fue riendo por los pasillos. Humillar a su prima le producía un inmenso placer. Luz miró al médico con ira. Había algo que le preocupaba sobremanera.

- Dime, Doctor. ¿Qué le efecto le están produciendo al feto las drogas?

- Lo mismo que a usted.

- ¿Y se disipará?

- Por ahora sí. Pero cuando le den la dosis final su cerebro quedará frito y el del pequeño también. En ambos la secuela será permanente.

Una oleada de odio atacó a la mujer. No podía entender cómo Iván le podía hacer eso a su propio hijo. Su determinación de salir de ahí se hizo más fuerte aún.

El médico se despidió y salió de la habitación. Faltaban unas horas para la noche. Pero le informó a la servidumbre que no sería necesario vigilarla, pues dormiría hasta la mañana siguiente.

Luz escuchó las palabras del doctor y le agradeció enormemente, pues eso le daba unas horas más para intentar la huida.

La mujer se puso un vestido discreto, tomó la brújula, su diario y el candil y se dirigió con determinación a la parte inexplorada del pasadizo.

No sabía quién había diseñado los corredores secretos, pero estaba inmensamente agradecida por lo inteligente que había sido. Las puertas disimuladas no podían abrirse a menos que se hicieran una secuencia de movimientos específicos con la cerradura. Eso se había hecho de esa manera para que los paneles no se activaran por accidente. Es por eso que Luz estaba sorprendida cuando el de su habitación se abrió solo. No sabía qué había pasado, pero sea lo que sea, estaba agradecida.

Caminó por los desiertos pasillos pensando en avanzar recto hasta el final. Desde ahí empezaría a volver hacia atrás hasta que encontrara la bendita salida. Iba masticando los últimos embutidos que tenía en reserva. No le importaba quedarse sin nada, pues de ahí saldría sí o sí. Hacia la libertad o hacia la muerte.

Pasó un rato y llegó hacia el final del túnel. Investigó la pared y vio las típicas marcas que indicaban un cerrojo. Lo manipuló y, cuando hizo el característico click que indicaba que estaba destrabado, apagó el candil y abrió una pequeña hendija. Las lágrimas se le saltaron cuando vio que era la salida al patio que comunicaba los palacios entre sí.

Dejó las cosas en el suelo y ensanchó un poco más la abertura. El pasadizo estaba oculto de las miradas por un arbusto ornamental gigante, por lo que no temió ser vista cuando saliera. Respiró profundamente y estaba por dar un paso cuando escuchó voces justo frente a ella.

- La negra se ha escapado. El Rey dio órdenes de buscarla. Cien monedas de plata al que la encuentre.

Luz maldijo su mala suerte. Había sido descubierta muy pronto. Necesitaba un nuevo plan. Cerró de nuevo el pasadizo dejando abierta solo una pequeña franja para que entre aire y luz. Se sentó en el piso y se dispuso a terminar de comer. De todos modos no había nada que pudiera hacer por ahora.

Acomodada en el mugriento suelo rebuscó en los arcones de su memoria. Recordaba vagamente que en este patio había una salida secreta hacia el exterior. Ella no le había contado nunca a nadie de sus aventuras en el pasadizo. No había otros niños en el palacio para que jueguen con ella y decirle a algún adulto sería un fin seguro para la diversión. Ahora estaba agradecida por ello.

La tarde caía lentamente mientras la mujer esperaba. La droga que había tomado ya estaba haciendo efecto llenando de telarañas su cabeza. Maldijo en silencio al malnacido de Iván. Si con dos cucharadas estaba así, no quería saber cómo estaría si hubiese tomado la dosis completa.

Por fin cayó la noche y Luz se dispuso a salir. Movió el panel de entrada suavemente y dio un paso afuera. Espió a ver si había algún guardia cerca. Con semejante recompensa no tenía dudas de que sería entregada de inmediato.

Caminó pegada a la pared hasta el lugar en donde le parecía que estaba la salida. Habían pasado más de diez años. Esperaba que su memoria no le jugara una mala pasada. Tanteó el paredón hasta que, con inmenso alivio, encontró la cerradura escondida.

Salió del patio interno hacia un callejón. Se volvió a pegar a la pared y avanzó sigilosamente. A pocos metros podía ver que, a pesar de la hora, aún había mucha gente en las calles.

Emergió del callejón y se incorporó al tránsito. Lamentablemente no estaba muy lúcida, sinó habría notado que había sido descubierta. Lo bueno es que el guardia que la vio quería la recompensa para el solo, por lo que la intentó agarrar sin ayuda.

- Vamos, negra. Con lo que me pagarán por entregarte saldré al fin de deudas. No te resistas.

Luz se paralizó un momento y luego se dio vuelta con una sonrisa idiota en el rostro. Esto hizo que el hombre bajara la guardia y alojara un poco su agarre. Luz aprovechó el momento y le pegó una patada en sus partes bajas. Luego se dio vuelta y salió corriendo. El guardia se quedó sin aliento un momento, pero al fin pudo gritar:

- ¡La negra se escapa!

El grito alertó a otros guardias que estaban medianamente cerca. De inmediato se pusieron a perseguir a la fugitiva.

Alguien más del otro lado de la calle escuchó la voz de alarma. Miró a la mujer que corría y la reconoció de inmediato.

- ¡PRINCESA!

El grito hizo que Luz se diera vuelta y tropezara. No cayó al suelo pero les dio ventaja a sus captores. Cundo miró quien era que la había llamado se dispuso a cruzar corriendo para llegar a su lado.

Los hombres de Iván casi estaban sobre ella. Saltó a la calle y corrió. No vio que un carro venía a toda carrera por la avenida. Solo se dio cuenta cuando sintió que era golpeada y arrojada en el aire. Luego algo le pasó por encima y la arrastró unos metros más por la calle. Se quedó tendida en medio de la vía mirando el oscuro cielo.

- Princesa. ¡Aguante! ¡llamen a un médico!

Luz miró hacia la voz que se acercaba. Reconoció los ojos dispares que la miraban y sonrió. Ya no le dolía nada, pero sentía como la vida la estaba dejando de a poco. Sangraba por distintas heridas y sentía como un charco se iba formando bajo sus piernas. Sintió un poco de pena: tanto esforzarse por salvar a su hijo y al final venir a morir de esta manera.

El Capitán Gómez levantó su cabeza del suelo y la miró a los ojos.

- Aguante, Princesa. Ya viene el médico.

Luz hizo un esfuerzo supremo por levantar la mano y tocar el rostro cubierto por una cicatriz.

- Capitán…

- No hable, Princesa. Ya viene el doctor.

- Papá… Veneno… Iván…

Luego de pronunciar estas palabras ya no pudo hablar más. Un hilo de sangre comenzó a correrle por la comisura de los labios y sintió como si se alejara por un túnel. Lo último que vio fueron esos ojos tan raros y, no supo por qué, le dieron paz.

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Comments

Ceci del Castillo

Ceci del Castillo

y aparte no hizo nada por evitar la muerte de luther,siguio la trama,si hubiese dicho lo q estaba pasando en lugar de aparentar Felicidad, no hubiese sufrido tanto

2023-06-28

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