8-

La mujer despertó acurrucada en posición fetal sobre la cama. Se sintió confundida hasta que recordó los hechos de la noche anterior. Con desesperación estiró su cuerpo y tocó el pequeño bulto en su vientre. Solo pudo respirar aliviada cuando pudo sentir que su hijo todavía estaba allí.

Intentó pararse pero el dolor en su espalda era muy agudo. Hizo un esfuerzo sobrehumano y logró salir de la cama. No sabía qué hora era, pero quiso levantarse para que su esposo no se enterara de que seguía en la cama y viniera nuevamente a su habitación a golpearla.

Tocó la campanilla para llamar a la servidumbre pero nadie acudió. Esperó un rato pero no pasó nada. Se dirigió hacia el baño y llenó el aguamanil con agua fría. Comenzó a pasarse un trapo húmedo por el cuerpo, ya que no había forma de que pudiera bañarse si las sirvientas no traían el agua caliente. Se arregló lo mejor que pudo y se dirigió al comedor.

Entró en el recinto pero no encontró a nadie. Extrañada se dirigió a la cocina y pidió que le sirvieran el desayuno. Nadie siquiera la miró, lo que la dejó sumamente desconcertada. En eso entró Violeta y la miró preocupada.

- ¿Estás bien, querida?

Al hablarle se acercó y posó la mano sobre su espalda. Luz hizo un gesto de dolor pero no dijo nada.

- ¿Qué te pasó? ¿Estás herida?

- Nada, Tía. Estoy bien.

La chica se alejó un paso de la mujer para evitar que volviera a tocarle la zona dolorida.

- Hoy la servidumbre ha estado ignorándome. ¿Sabes tú qué es lo que está pasando?

La Marquesa hizo un gesto de consternación.

- Anoche tu esposo ordenó a la servidumbre que no te atendiera. A partir de hoy tendrás que hacerte todo tú sola. Yo intenté disuadirlo, pero me dijo que estabas demasiado mimada y que debías aprender tu lugar en esta casa.

Luz se sintió sumamente angustiada. Era cierto que como princesa no sabía siquiera hervir un huevo, pero era porque se estaba preparando para regir al país, no porque fuera una inútil.

- Comprendo, Tía. Gracias.

Pensó en volver a su habitación sin desayunar, pero tuvo miedo de afectar al bebé dentro de su vientre. Tragándose su orgullo se dirigió hacia el fogón y miró los utensilios de cocina sin saber por dónde empezar.

Desolada miró a la mujer frente a ella y le pidió humildemente.

- Tía: ¿Podrías enseñarme a hacer algo sencillo? No te pido que traspases las órdenes de mi esposo. Solo que me guíes en lo que tengo que hacer.

Violeta lanzó un suspiro resignado.

- Supongo que si solo te enseño, no estaré haciendo nada contrario a las instrucciones de Iván.

Dicho esto se acercó y se puso a darle indicaciones.

Al cabo de un rato habían preparado un desayuno modesto: pan blanco, un par de huevos revueltos, una taza de leche tibia y un trozo de queso. Luz se dirigía al comedor con una bandeja sobre la que había colocado los platillos cuando una sirvienta la detuvo.

- Señora: el Señor ordenó que debía comer en la cocina con los sirvientes. No tiene permitido entrar al comedor principal hasta que él lo autorice.

- ¿Qué? Esta es mi propia casa ¿Por qué no puedo entrar en mi propio comedor?

- No lo sé, Señora. Su esposo fue quien lo ordenó.

Lívida de ira, Luz se dio la vuelta y apoyó las cosas en una mesa cercana. Pensó en dejar todo e irse, pero decidió sentarse a comer. La comida le supo a serrín, pero se obligó a comer por el bien de su hijo.

Cuando terminó el desayuno se dirigió a su habitación caminando muy despacio debido a que le dolía todo el cuerpo. Se sentó en el tocador y miró su rostro pálido. Descubrió que tenía unos moretones en el cuello y el labio partido. Se murió de vergüenza al pensar en que la servidumbre y su tía la habían visto así.

Se sentía muy cansada y además aletargada. No entendía qué le estaba pasando. Hasta antes de ayer era una mujer enérgica y hoy parecía que había corrido una maratón. Le costaba un poco centrar sus pensamientos, pero lo atribuyó al desconcierto que le causaba la situación.

Se acostó en el lecho y se volvió a dormir.

La despertó Noelia por la tarde trayéndole una bandeja con té y algunas masas. Luz se sentó en la cama aturdida y miró a la chica servir el té.

- ¿No te meterás en apuros por esto?

Preguntó preocupada.

- No te preocupes. Le pedí a Iván permiso. Después de todo tienes que comer por el bien del angelito que llevas dentro.

Luz se sentó en la cama y comenzó a comer sin apetito. No entendía cómo todo se había ido al diablo de pronto. Un día era muy feliz y al siguiente estaba sumergida en el infierno.

Noelia le sirvió más té y le instó a que lo tomara mientras aún estaba caliente. Ella bebió dos tazas y se comió todo lo que había en la bandeja. Le agradeció a la chica por su amabilidad e intentó salir de la cama. Al instante se mareó y tuvo que agarrarse de un mueble para no caer. Noelia, con cara de preocupación la sostuvo del brazo para estabilizarla.

- ¿Qué te pasa? ¿No te sientes bien?

La mujer había aprendido la lección y no pudo fingir que no pasaba nada.

- No lo sé. Desde ayer que me siento rara. Tal vez debería pedirle al médico que venga.

- Iré inmediatamente a llamarlo. Espérame aquí.

Dejó a la muchacha sentada en una silla y salió corriendo a buscar al facultativo.

Al rato apareció el doctor. Esperaba que viniera el médico que siempre la había atendido, pero apareció éste, al que no había visto jamás. El hombre se presentó haciendo una reverencia.

- Buenas tardes, Alteza. Mi nombre es Pierre de Montblanc y soy el médico personal de la familia Congo. Desde hoy seré yo quien la atienda durante su embarazo. Debo pedirle que se recueste sobre la cama y descubra su vientre.

Luz, muerta de vergüenza, no se atrevió a negarse por miedo a la reacción de su marido. Se tendió la cama haciendo una mueca de dolor y se descubrió el vientre para que el médico lo revisara. Este tocó el pequeño bulto en su abdomen en silencio. Luego tomó una pequeña corneta de madera y la apoyó sobre la protuberancia. Asintió complacido y guardó todo en su maletín.

- El bebé se encuentra en perfectas condiciones. Pero la pequeña señorita Márquez me dijo que usted se sentía mal. Explíqueme los síntomas, por favor.

- Desde ayer me siento sin fuerzas y un poco aletargada. Me cuesta concentrarme y me mareo de a ratos.

- Esos son síntomas comunes durante el embarazo. Le recetaré unas píldoras para fortalecer su sistema inmunológico. Debe tomarlas según esta prescripción.

Con eso hizo el amague de irse.

- Doctor…

- Dígame, Señora.

- ¿Tendría algo para los golpes?

- ¿Se ha golpeado? Muéstreme, por favor.

Luz entró en pánico y negó inmediatamente.

- Lo que pasa es que soy muy torpe, por eso me golpeo seguido. Pero no debe preocuparse. Está bien de todos modos.

El médico miró los moretones en el cuello de la mujer y su labio partido pero no dijo nada. Revolvió en su maletín y sacó un frasco de ungüento que le tendió dándole las indicaciones pertinentes para colocarlo.

- Si no hay nada más, me retiro ahora. Vendré en un par de días a revisarla nuevamente. Su esposo me ha encargado especialmente que cuide bien a su heredero.

- Está bien, Doctor. Gracias por todo.

El facultativo se retiró dejándola sola. Luz se quitó la ropa y comenzó a colocarse el ungüento en los lugares de la espalda en los que podía alcanzar con su mano.

En eso se abrió la puerta y, al ver quien entraba, Luz se puso a temblar convulsivamente.

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nereida Martinez

nereida Martinez

el medicucho también es día demoníaco de la tía

2024-02-20

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