17-

Las dos mujeres estaban sentadas a la mesa esperando la llegada de Iván. Luz, desde atrás, esperaba de pie con la mirada baja. Tenía que mantener la postura de idiota sin importar lo que hicieran o dijeran en esta habitación.

El hombre entró al comedor y se sentó en la punta de la mesa. Ambas mujeres estaban sentadas una a la izquierda y otra a la derecha. Iván vio a luz y se rió estrepitosamente.

- Trajeron a la perrita para que sirva. Eso me gusta.

- Si, con Noelia pensamos que es la manera más rápida para que ella entienda qué lugar ocupa en este palacio.

- Tienes razón. Es una negra: solo puede ser esclava. ¿Bebió la infusión hoy?

- Si – Respondió Noelia – Me aseguré personalmente que se tomara hasta la última gota.

- Bien. Será más fácil manejarla de esa manera.

Los tres reían mientras Luz servía con una sonrisa estúpida en el rostro. La dejaron trabajar en paz, lo que le pareció raro a la chica. Pero secretamente agradeció que no le pusieran las cosas difíciles, aunque comprendía que solo era porque pensaban que estaba sumamente drogada.

El trío terminó de cenar y procedieron a traer el postre. Iván preguntó a las mujeres:

- ¿Qué postre tendré hoy?

Violeta comenzó a reírse y se sentó a horcajadas sobre Iván.

- Hoy toca fresas con crema.

La mujer abrió la parte anterior de su vestido dejando el nacimiento de sus pechos al descubierto. Tomó un poco de crema del recipiente sobre la mesa y lo colocó en ese lugar.

- ¿Te apetece un poco?

- ¡Siempre!

Dijo Iván hundiendo su rostro en la crema. Luz miraba la escena con los ojos desorbitados. Noelia la miró y le sonrió descaradamente.

- ¿Te sorprende? Esto es cosa de todos los días. Ve a prepararles la cama para que continúen en la habitación de mamá.

Luz salió de su estupor y se dirigió al cuarto de su tía estupefacta, tanto así que casi olvida que debía parecer aletargada.

La sangre le hervía de indignación. Imaginaba que algo de eso pasaba, pero nunca pensó que lo harían descaradamente frente a ella.

Llegó al cuarto y abrió la cama. No sabía qué más podía hacer por la pareja, pues su experiencia no era buena. Se quedó de pie al lado del lecho y, a los pocos minutos llegó la pareja. Iván arrojó a la mujer ya semidesnuda en la cama y le ordenó a su esposa:

- Sal y párate en la puerta. Cuando terminemos ayudarás a tu ama a bañarse.

Luz puso cara de idiota y respondió:

- Como ordenes, Señor Mío.

Salió de la habitación y se paró en el dintel. Apretó los puños y se mordió con fuerza el labio inferior para no llorar. Los gritos y gemidos de la pareja la enfurecían, pero por ahora no podía hacer nada.

Al rato fue llamada para entrar al cuarto y tuvo que sufrir la indignidad de tener que ayudarlos a preparar la bañera y enjabonarlos mientras seguían con sus jugueteos en el agua. Por fin le autorizaron a irse y le ordenaron buscar sobras en la cocina.

Luz iba a hacer caso omiso de la orden de Iván, pero lo pensó mejor y se dio cuenta de que era mejor dejar los alimentos de la olla para emergencias. Era obvio que buscarían cualquier escusa para castigarla, por lo que mejor tener una reserva.

Se dirigió a la cocina arrastrando los pies. Era cansador fingirse idiota, pero era la única forma de mantener su limitada libertad. El cocinero la miró y le preguntó:

- ¿Qué buscas?

- El amo Iván me ordenó buscar las sobras para comer.

- Ya se las di a los perros. Pero si tienes hambre puedo prepararte algo.

La chica lo miró con suspicacia.

- ¿De verdad?

- Si. Solo tienes que mostrarte tierna conmigo.

El hombre se acercó y trató de ponerle una mano en el pecho. Luz retrocedió asqueada.

- No importa. Le diré al amo que no quedaron sobras.

Se dio media vuelta y se retiró de la cocina. Sabía que haber despreciado al cocinero traería consecuencias. Pero había un límite a lo que estaba dispuesta a hacer para seguir viva.

Llegó a su habitación y se sentó en su cama a esperar a que llegara su marido. Estaba segura de que no tardaría. En efecto, a los pocos minutos llegó este tronando enfurecido.

- ¿Así que ahora la vas de ramera? ¿Cómo es eso de que provocaste al cocinero?

- Solo le pedí las sobras, como me ordenaste, Señor Mío. Me dijo que ya se la había dado a los perros y me retiré de la cocina. ¿Cómo fue que lo provoqué?

Iván se quitó el cinto. Luz comenzó a temblar inconscientemente.

- Quítate la ropa.

Luz obedeció en silencio. Sabía que nada de lo que dijera evitaría lo que venía. Iván le tomó las muñecas y se las ató a los barrales de la cama. Luego empezó a golpear su piel desnuda con el cinto.

Luz soportaba cada golpe en silencio. Sabía que, cuando se le enfriaran los músculos, su espalda sería un infierno. Pero ahora la ira la hacía mantenerse en pie casi sin sentir dolor. El hombre terminó de golpearla y se fue de la habitación dejándola atada al barral de la cama. Luz trató de zafarse y se lastimó las muñecas en el intento. Al fin, después de un rato logró aflojar un poco el nudo y sacar las manos. Se vistió en silencio y se acostó boca abajo en la cama.

Esa noche no habría exploración, pero la reanudaría apenas se sintiera mejor. Que saliera de ese lugar era cuestión de vida o muerte.

Se durmió soñando con la venganza que tomaría cuando al fin fuera libre.

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