11-

Era esa hora de la madrugada en que el sol recién comenzaba a despuntar y los pájaros ya rompían el silencio con su cacofonía.

Luz se despertó y sintió la cama suave a debajo de ella y un perfume fresco que inundaba la habitación. Abrió los ojos confundida para ver que se hallaba en su antiguo cuarto de soltera. Los recuerdos invadieron su mente de golpe y se sentó en la cama asustada.

- ¡Mi bebé!

Tocó su vientre plano y comenzó a sollozar. ¡Habían matado a su hijo y la habían querido matar también a ella!

Se levantó corriendo y se dirigió hacia la puerta para intentar salir de allí. Al pasar por el vestidor se detuvo y quedó como clavada al suelo por la impresión.

Abrió y cerró los ojos varias veces pensando que alucinaba, pero nada cambió a su alrededor. Ahí, frente a ella, se hallaba el vestido de novia de su madre esperándola sobre el maniquí.

Caminó alrededor de la prenda, pero no se atrevió a tocarla por miedo a que se desvaneciera en el aire. Al fin extendió la mano y rozó el delicado tejido, solo para descubrir que era real y que no se esfumaba.

- Fue un sueño.

Extendió los brazos esperando ver las crueles cicatrices que le habían dejado los golpes de su marido pero no vio nada. Su piel estaba tersa y limpia.

Se le aflojaron las piernas y cayó de rodillas sobre el frío suelo.

- ¡Fue un sueño!

Reía y lloraba al mismo tiempo. Había sufrido tanto dolor, tanta humillación... Pero todo había sido solo un sueño.

Se puso de pie exultante de felicidad y se dirigió al baño a higienizarse. Todavía faltaban horas para que vinieran a prepararla, pero se sentó en el tocador a mirar su rostro juvenil y perfecto. Sintió un poco de desasosiego al recordar su cara hinchada por los golpes. Buscó en la imagen la cicatriz sobre la ceja derecha pero no halló nada. Era un alivio, aunque el sueño seguía pareciéndole tan real...

Sacudió esos pensamientos lúgubres de su cabeza y se propuso pensar en positivo. Hoy era su cumpleaños número veinte y, también, el día de su boda. Debía lucir muy bella para su amado, así que le sonrió a la imagen del espejo, quien a su vez le devolvió la sonrisa.

Peinó su crespa cabellera en un moño alto para estar más cómoda. Era muy temprano aún para ir al comedor a desayunar, pero una oleada de energía la había poseído haciendo que no pudiera quedarse quieta. Buscó algo que hacer y encontró un bordado abandonado hacía meses en su cesto de lanas. Intentó continuarlo, pero luego de un par de puntadas volvió a arrojarlo molesta. Sacó sus pinturas y el caballete, pero se quedó mirando el lienzo mientras la pintura se secaba en la paleta. Dejó todo como estaba y se sentó en la cama.

Dirigió su mirada a los muebles y vio su estantería de libros. Se puso de pie y se dirigió hacia ella buscando algo que no hubiera leído ya. Entre dos gruesos volúmenes de historia se hallaba un objeto muy preciado para ella: su diario.

Contenta por haber hallado algo que hacer corrió los papeles que abarrotaban el escritorio, tomó la pluma, destapó el tintero y se dispuso a escribir.

Buscó la última entrada que había hecho. Según sus recuerdos no había apuntado nada desde hacía ya dos meses. Los preparativos de la boda, las clases y las labores diarias la enviaban rendida al lecho, por lo que ni siquiera se había acordado de escribir.

Llegó hasta la última página escrita y releyó la entrada. Se puso rígida mientras que una garra de hielo le recorría la columna. Buscó la fecha de la escritura y pudo constatar que era de hoy.

Se quedó en blanco un momento. ¿Sería que se estaba volviendo loca? No recordaba haber tocado el cuaderno, pero allí estaba: escrito con su letra nítida y prolija lo que había pensado apuntar hoy.

Una imagen como un flash vino a su mente: En el sueño se vio garabateando en el diario antes de que vinieran a prepararla. Se agarró la cabeza tratando de no pensar en nada. Limpió sus pensamientos e intentó concentrarse. Escribió la fecha y anotó lo que le había ocurrido recién. Estaba segura de que había una explicación para todo esto y que, luego de un tiempo, reiría al releer esa entrada.

Cerró el cuaderno y decidió salir al jardín.

Se colocó un chal sobre los hombros porque, si bien era primavera, las mañanas aún eras frías y húmedas.

Caminó por los senderos de grava atesorando recuerdos. Llegó hasta el centro del jardín y se sentó en su banco preferido frente a la fuente. Los pájaros se asustaron al verla llegar, pero ella se quedó quieta un rato y poco a poco fueron regresando. Ver el espectáculo de los pájaros jugando, escuchar sus cantos mezclados con el sonido del agua de la fuente y oler los exultantes perfumes de las flores la sumergieron en una cadena de recuerdos dulces a amargos al mismo tiempo. Recordó que en este mismo banco se hallaba sentada cuando conoció a Iván, pero también recordó que eso sucedió en el aniversario de la muerte de su madre.

Se acomodó mejor en el asiento, tratando de no asustar a las avecillas y pasó un rato agradable sin pensar en nada. De pronto sintió que su cuerpo estaba helado, por lo que se levantó y se dispuso a retirarse. Antes de entrar le echó una última mirada al recinto. Desde mañana viviría en otro palacio y ya no tendría un acceso tan libre a este jardín. Suspiró sonoramente y se dirigió su habitación.

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Comments

nereida Martinez

nereida Martinez

si tuvo un dejavu... porque no lo toma en serio...son predicciones de lo le va a ocurrir.../Curse//Curse//Curse//Curse/

2024-02-20

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