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Luz aprovechó las noches para recorrer. Como no le habían dado el té, estaba lúcida y eso le ayudaba a explorar más rápido. Pero la red de pasadizos era muy larga y su progreso era limitado. Encontró algunos depósitos, un par de habitaciones, el salón principal, y otras estancias, pero no encontró aún la salida.

Estaba preocupada pues ya habían pasado dos días y aún no sabía cómo resolver lo de la infusión que la volvía estúpida. Si se negaba a tomarla, sería brutalmente golpeada. Pero si la tomaba estaría a merced de sus captores. Necesitaba resolver pronto ese dilema.

Tenía mucho tiempo libre, así que había aprovechado para anotar todo lo posible en su diario respecto al sueño. Aunque a esta altura, más que un sueño le parecía una premonición. Anotó los sucesos y las personas que recordaba que fueron partícipes de su sufrimiento. Escribió, incluso, los nombres de los sirvientes que participaban de sus “castigos”. Aunque algunos no habían aparecido aún.

Tocó su vientre, que a esta altura era una pequeña pelotita, y le habló a su bebé.

- Hola, pequeñín. No te preocupes: saldremos de esta. Solo tenme un poco de paciencia. Mamá va a encontrar la salida y los malos pagarán por lo que el daño que quieren hacerte.

Suspiró sonoramente. Le gustaría tener una brújula para orientarse en el laberinto de pasadizos. De esa manera todo sería más fácil. Se propuso buscar una mientras realiza sus tareas y luego robarla por la noche a través de los pasadizos.

Estaba sumida en sus pensamientos cuando oyó que se abría la puerta y su prima entró con una taza de humeante té. La chica le sonrió angelicalmente mientras dejaba la bandeja sobre el escritorio.

- Hola, primita. ¿Cómo estás? Supongo que hambrienta.

Luz se puso de rodillas y saludó sumisamente.

- Buenos días, ama Noelia.

La chica sirvió el té con una sonrisa en el rostro. Le agregó un poco de azúcar y le ofreció la taza a la embarazada.

- Tómate hasta la última gota, primita. Después podrás disfrutar de los manjares que hay en la bandeja.

Luz tomó la taza mirando con avidez el contenido de la bandeja. Si había que actuar, ganaría el premio a la mejor actriz.

- Gracias, ama Noelia.

Luz apuró el trago y dejó la taza sobre la bandeja.

- Muy bien, primita. Esto te hará obedecer como la perra que eres. Esto y el cinturón de Iván te enseñarán quien manda en esta casa.

- Si. Ama Noelia.

- Ahora come. Ese bastardo que llevas en el vientre debe sobrevivir.

- Si, ama Noelia.

La muchacha se paró y se rió complacida.

- Después de comer lleva la bandeja y ponte a realizar tus tareas.

- Si, ama Noelia.

Apenas la chica salió de la habitación, Luz corrió hacia el baño y se provocó el vomito. Sabía que su cuerpo absorbería algo de la droga, pero, por ahora no se le había ocurrido otra forma de contrarrestarla. Lo bueno de su pesadilla es que recordaba cómo tenía que actuar para parecer drogada.

Salió del baño y miró la bandeja de confituras. No creía que estuvieran también drogadas, pero prefirió no arriesgarse. Envolvió todo con un papel y lo escondió en el pasadizo. Esperaba que las ratas dieran buena cuenta de las cosas. Si esos animales no se las comieran tendría la certeza de que estaban adulteradas.

Tomó la bandeja y salió de su habitación para realizar sus tareas. Debía encontrar una brújula lo más pronto posible. Le parecía que había visto una sobre la chimenea del salón principal. Era un objeto ornamental, pero esperaba que funcionara correctamente.

El día transcurrió tranquilo. Luz comenzó a actuar luego del medio día. Ralentizó sus movimientos fingía que le costaba enfocar la mirada cuando le hablaban. Algunos sirvientes se reían de ella y le colocaban objetos en el camino para que tropezara y tirara las cosas que llevaba en la mano. La chica tomó nota mental de cada uno de los que hacían esto para anotarlo más tarde en su diario.

Cerca del horario de la cena apareció Violeta y se burló de ella.

- ¡Sobrina! ¡Qué bueno verte tan sumisa! Vendrás esta noche al comedor principal para la cena. Nos servirás y luego podrás comer de las sobras.

- Como ordenes, ama Violeta.

La chica fingió que le costaba hablar. Bajó la mirada para que su tía no pudiera ver el profundo odio que esta reflejaba. Le hizo una reverencia a la mujer y se dirigió a la cocina para prepararse para servir la cena.

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