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De rodillas.

El hombre exigió en tono perentorio. Sin atreverse a desobedecer, La mujer se arrodilló inmediatamente.

- Me gusta cuando eres obediente como un perro. Continúa así y ya no necesitaré golpearte en el futuro.

- Como ordenes, Señor Mío.

Iván tomó la barbilla de la mujer y la apretó con fuerza.

- ¿Quién te autorizó a hablar?

Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas pero no emitió ningún sonido.

Iván la miró entonces y se dio cuenta de que estaba desnuda sobre las baldosas. Notó lo que estaba haciendo antes de que él llegara.

- ¿De dónde sacaste ese ungüento?

Luz bajó la mirada y respondió:

- Me lo dio el médico.

Iván le agarró el cabello con ira haciendo que más lágrimas de dolor asomaran a los ojos de la muchacha.

- ¿Fuiste a llorarle al médico porque te discipliné? Es mi potestad como esposo enseñarle una o dos lecciones a mi mujer si esta se descarría.

Luz, completamente aterrada ante la posibilidad de que la volviera a golpear, suplicó al hombre que le estaba por arrancar el cuero cabelludo.

- Te juro, Señor Mío, que no le dije nada. Le expliqué al doctor que solo soy torpe y me golpeo a menudo, por eso le pedí la pomada.

Iván ya sabía que esto era así pues había hablado con el médico hacía un instante. Soltó el pelo de la mujer y le palmeó la cabeza nuevamente como a un perro.

- Buena chica. Sabes bien lo que te conviene. Si le cuentas a alguien cómo te disciplino tendré que tomar medidas más drásticas, como cortarte la lengua. De todos modos ¿Quién necesita que su perro hable?

Con esto le quitó el ungüento de las manos y comenzó a aplicárselo en las zonas donde ella no había logrado alcanzar. Luz temblaba de miedo y de frio arrodillada en el piso. Pero no se atrevía a decir nada.

Iván no fue suave en absoluto. Cuando terminó arrojó el frasco sobre la mesa y le ordenó a la mujer.

- Vístete y ve al comedor.

Muy asustada, La muchacha se vistió de prisa y siguió a su esposo. En el comedor ya se hallaban Noelia y Violeta. Cuando la vieron llegar sonrieron con satisfacción.

- Querida. ¡Qué bueno que Iván te permitió comer aquí con nosotros!

- ¿Quién dijo que la autoricé? ¡De rodillas!

Luz se arrodilló nuevamente sintiéndose humillada frente a su tía y su prima. Noelia intercedió por Luz ante su marido.

- Iván: no seas tan estricto con mi prima. Recuerda que lleva a tu hijo en su vientre.

- Debe aprender de sus errores.

- Está bien. Perdón por entrometerme.

- Y tú, perra. Te quedarás ahí mientras nosotros comemos. Bajarás la mirada al piso y no la levantarás a menos que yo te autorice. ¿Lo has comprendido?

Luz hizo inmediatamente lo que se le había ordenado.

- Sí, Señor Mío.

Así, con las rodillas doloridas, con el estómago rugiendo de hambre y totalmente humillada ante su familia, Luz tuvo que esperar a que terminaran de comer para saciarse.

El trío comía y reía sin preocuparse de la chica arrodillada. Ella tuvo que escuchar cómo el par de madre e hija hablaban con su esposo familiarmente llamándolo por su nombre, algo que ella tenía prohibido. Como debía mantener los ojos bajos, no pudo ver las miradas burlonas que le dirigían desde la mesa.

Por fin, después de lo que pareció una eternidad, Iván juntó las sobras de los tres comensales en un plato y lo puso delante de la mujer arrodillada.

- Come.

No le dio cubiertos, por lo que se vio obligada a comer con la mano. Eso le dio mucho asco pues no había podido lavárselas previamente y tenía restos de ungüento mas la suciedad del piso adheridas a ellas. Juntó valor tratando de no pensar demasiado en eso y comenzó a comer con ansiedad.

Los tres en la mesa se rieron sin piedad. Las mujeres se burlaron de manera implacable.

- Prima. Pareces un cerdo comiendo.

- Para, Princesa. Te vas a atragantar.

Iván rió más fuerte aún festejando las bromas de las mujeres.

Antes de que Luz terminara de comer pateó el plato para alejarlo de ella y le ordenó.

- A tu habitación. ¿Ya!

Luz quiso pararse de inmediato pero le fallaron las piernas debido al dolor por haber estado arrodillada tanto tiempo. Iván se enfureció, la tomó del cabello y la arrastró por el pasillo hasta su cuarto. Abrió la puerta y la arrojó adentro sin contemplaciones.

- Parece que te gusta que te golpee.

Se sacó el cinturón y le ordenó.

- Quítate la ropa.

Luz comenzó a llorar y obedeció lentamente.

- La ropa interior también.

Las lágrimas corrían por el rostro de la muchacha mientras obedecía. Completamente desnuda se paró ante su esposo con la mirada baja.

Iván la dio vuelta y la hizo apoyar el torso sobre un escritorio. Luego le comenzó a dar azotes con el cinto en el trasero desnudo. La mujer lloraba en silencio tratando de no emitir ningún sonido. Mientras la golpeara así no dañaría al bebé y eso era lo único que le importaba en ese momento.

El hombre se cansó de golpearla con el cinturón y lo arrojó al suelo. La tomó del cabello nuevamente y la obligó a levantarse. Miró su rostro arrasado por las lágrimas y le dijo.

- Me das asco. ¿Por qué no aprendes de tu tía y de tu prima?

Ellas si que son verdaderas mujeres. No como tú, perra sarnosa. Por eso no quiero acercarme a tu cama: porque me revuelve el estómago acostarme con un animal rastrero como tú.

La arrojó al piso y le dio una patada en la cabeza. Después tomó su cinto y se marchó.

Luz se levantó del suelo agarrándose el vientre. Lo único importante es que el niño no sufriera daños. Ella podía aguantar lo que sea mientras no dañara a su bebé.

Se acostó como estaba en el lecho y, luego de un rato, se durmió.

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