...CAPÍTULO 20...
Ambos caminaron en silencio hasta llegar al castillo donde él buscaría un poco de ropa, ya que al caerse las plumas había terminado desnudo. Ella no pronunció una sola palabra, aún seguía procesando todo.
— Mi nombre es Blaser Fralt Bonien rey del Norte.
— Un placer, yo soy Letera Inel Rohena, duquesa del Oeste.
Entonces todo quedó claro para ambos como si un rayo lleno de luz hubiese atravesado sus mentes. Ambos rieron como dos tontos por no haberse dado cuenta de la situación.
— Entonces, ¿ese fue el motivo por el cual volví a mi forma humana?
— Al parecer, ¿sí?
Los siguientes años fueron más tranquilos, los cuatro reinos lograron restablecer su vida y ya no había amenaza de la maldición, Blaser y Letera anotaron en hojas todo lo que habían descubierto para que en generaciones futuras pudieran vencer la maldición. Sin embargo un suceso lo cambiaría todo.
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Muy temprano todos regresaron al palacio principal debido a que en la presentación de la princesa ante la aristocracia del reino de las sombras se llevaría a cabo el primer paso para su aceptación como siguiente heredera en la línea principal del trono ese día, también llegaría un niño más, ese tenía unos diez años pero era también heredero al trono, aunque de la segunda línea pues era hijo de la hermana fallecida diez años atrás del rey al dar a luz. Ella era una mujer que siempre estuvo ajena de tantas muertes protegida por su madre, una duquesa que logró enamorar al rey, provocando que la madre de Viertel viviera un infierno sin comparación y sacarla del reino como una traidora por envenenarla cuando estaba embarazada, a pesar de eso nunca guardó rencor contra la hija de esa mujer despreciable.
En la habitación de la princesa Drianele ya había escogido tres vestidos bastante extravagantes con los que podía asistir al banquete, pero no eran para nada de su gusto. Pensó que necesitaba hacer un cambio en su guardarropa pues creía que se quedaría pequeña de tanto peso.
— ¿Qué te parece este Drian? No quiero verme como una niña mimada, mucho menos extravagante en esos vestidos. Aparte de que no podré moverme con mis nervios terminaré por caerme.
La joven Drianele se veía reflejada en su majestad pues ella siempre había sido de las pocas mujeres que amaba estar cómoda así la tacharan de pobre. El dinero nunca le faltó debido a que su padre era el duque más poderoso del imperio, pero para ella siempre fue importante el estudio y no pasarse horas detrás de una mesa bebiendo té esperando los chismes diarios y buscando un marido. En ese lugar todas se casaban por conveniencia, entre más rango tuviera un caballero o estuviera en un puesto dentro del palacio, así fuese el pinche, era de gran importancia, pues ya serías parte de la alta sociedad.
En el reino de las sombras no conocían el término amor, para ellos esa palabra no estaba dentro de su léxico, pero no hablaran de posiciones sociales u odio porque ahí sí todos eran expertos en el tema. Ese era el motivo por el cual Liebe había practicado un discurso para ese día, no sólo se presentaría, sino también sacaría una propuesta para mejorar la convivencia.
— Es perfecto para la ocasión princesa, vamos a vestirla y peinarla, su cabello no para de crecer, será mejor que mañana lo cortemos un poco.
Pasó una larga y tediosa hora donde fue vestida y arreglada para el banquete, ya no podía estar sentada, sólo deseaba levantarse y estirar sus piernas. Una vez que se miró al espejo observó sus largas pestañas, el cabello bien recogido y sus hermosos ojos rojos que brillaban con intensidad debido a los nervios, había escogido un vestido de color verdoso sin nada exagerado pero con bastantes botones, una cinta del mismo color adornaba su cabeza, el collar y zapatos de un color más claro a juego.
— Está lista mi princesa, ahora vayamos al salón de fiestas, ahí están los aristócratas esperando su presencia.
Liebe caminó por los largos pasillos lentamente saludando a todos los sirvientes que se encontraba, estos desde que despertó sólo la habían tratado con amabilidad pues ella tuvo un cambio drástico, ya no era la niña mimada de esa época, la madurez podía notarse en su cara a pesar de tener ocho años y aunque estos no supieran la verdad, tenían la certeza de que ella había cambiado.
Al llegar a la puerta enorme de madera el silencio sucedido a los instrumentos al parar fue bastante claro, la voz del hombre en la puerta sonó fuerte.
— Todos muestren sus respetos a la princesa Liebe Viershein Dunkelheit, nuestra luna del imperio.
De los presentes sólo ofrecieron una pequeña reverencia aquellos que apreciaban su vida; incluido el duque Heliard quien siempre estuvo a favor del actual rey, mientras que los demás eran de mucho menor rango que Duques, Marqueses y Condes. En total eran seis duques, de los cuales sólo habían asistido cuatro, pues dos de ellos ya no se encontraban en ese reino, marqueses habían doce y condes el doble pues entre menor era el rango trabajaban para la familia de mayor rango que el suyo, y así aumentaba la cifra, vizcondes, barones y caballeros, todos observando a la princesa quien no parecía nada nerviosa ante sus caras.
El rey quien aún no había llegado aparentemente, observaba desde una esquina la escena, la molestia era clara, ¿quiénes eran esos simples demonios para despreciar a su hija? Dentro del salón a los candelabros sosteniendo las velas se les había extinguido el fuego logrando quedar en una oscuridad que anulaba el uso de la vista, en su mayoría eran simples demonios con carentes habilidades y cuyo único propósito era ser sanguijuelas chupando la sangre del rey, ninguno de ellos estaba ahí por gusto, a nadie le agradaba el hijo de una traidora pero para su desgracia la única manera de ganar el trono era mediante el combate y nadie fue rival para su fuerza.
Los aplausos del rey llenaron la sala de miedo, todos se dieron cuenta que la silueta iluminada por la luz de la luna era del rey quien había extendido sus alas para asustar aún más a los demonios en el lugar. Mortien se encargó de encender nuevamente las velas, todos estaban arrodillados con el cuerpo en el suelo, sabían su error, lo pagarían caro, esa noche correría sangre y rodarían algunas cabezas.
— No sean hipócritas y levanten sus asquerosos cuerpos malditas sanguijuelas. Quiero a todos separados por rangos, ahora.
El sonido de los cuerpos al chocar era música para sus oídos, los murmullos llenos de miedo eran paz para su alma y diversión para su cuerpo. La niña veía la escena atemorizada, su padre tenía una expresión que jamás había visto, lo primero que se le vino a la mente fue la absurda idea de que alguien no llegaría a su casa esa noche, pero al ver con claridad el rostro de su majestad pasaba a no ser tan absurda.
Una vez que todos estaban separados los ojos del rey se posaron sobre uno de los marqueses perteneciente al ducado donde había muerto el duque horas antes, no dudó en cuestionarse si mantendrían la muerte en secreto o llevarían ante él las pruebas de que su caballero del fuego lo había asesinado sin una razón, pero viendo la falta de valor supuso que no era de tanta importancia después de todo, tampoco se encontraba presente la familia así que preguntó.
— Nuestro querido duque del sur no ha asistido al banquete que organicé para presentar a su princesa, ¿a caso está poniendo a prueba mi paciencia? — el pobre marqués negó temblando.
— No es así majestad el duque amaneció muerto en el ático de su castillo, la duquesa enterrará su cuerpo en el jardín pero no quiso decir nada al respecto.
Viertel sabía que era una completa mentira el hecho de que según no sabía nada al respecto sobre la manera tan peculiar en que había muerto, pero tampoco indagaría más pues Liebe aún esperaba parada en la entrada del salón.
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