17.

...CAPÍTULO 17...

En un instante el viento comenzó a soplar, consigo un aleteo proveniente del ave negra que se escuchó por todo el lugar. Esta había regresado antes de tiempo, los aldeanos salieron despavoridos pero muchos de ellos sin suerte en su huida. Ella a pesar de haberse aferrado a su espada era imposible mantenerse colgando, la carencia de agua y comida en su cuerpo era notable y su fuerza bastante nula e inutilizable en esos momentos.

Sin más que hacer al respecto se soltó de la espada cayendo sin detenerse, entonces cuando todo parecía perdido para la mujer; pensó que después de todo su duro trabajo, entrenamiento y la fe de su pueblo había errado en alguna parte que ahora le costaría la vida.

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Cuatro años habían pasado desde que Liebe había conocido a sus abuelos y la verdad sobre su madre, cuatro años en los cuales recibió las más rigurosas clases con maestros reconocidos en el reino pero sobre todo, lejos de su padre.

Este desde el descubrimiento que hizo Liebe no pudo controlarse y terminó por hablar de mala manera con ella. Ese día las hojas secas de los árboles comenzaban a caer después de mil años, las nubes eran aún más oscuras premeditando una tormenta devastadora, el olor a peligro se podía sentir en el aire y sin embargo Liebe seguía cuestionando con insistencia a Viertel quien estaba a punto de reventar.

— ¿Por qué no me dijiste que mi madre era una mujer de la realeza?, ¿por qué lo ocultaste a propósito? Ella murió por mí culpa, lo menos que pudiste haber echo era decirme. Lo peor de todo esto, y que aún no entiendo por completo es, tú veías cada día la manera horrenda como me trataban los sirvientes y demás ¿Hiciste algo? Me envenenaron por ser hija de una plebeya ¿sabes lo que pasé, lo que sentí?

Viertel escuchaba de manera atenta sentado en su silla, en el salón del trono era apreciable el eco por todo el lugar y sin duda los gritos se escuchaban hasta afuera donde los guardias esperaban pacientes. Liebe se sentía traicionada o más bien, sentía que a la verdadera hija de Viertel la había traicionado y eso ni siquiera sus padres se lo hicieron, ahora entendía un poco del dolor que se vio obligada a soportar ella tras día a día ser intimidada, molestada e incluso casi morir en el intento de pasar una niñez normal.

Las ventanas que mostraban ya un cielo completamente negro y uno que otro relámpago hacían más estruendo en el salón, el rey se levantó de la silla para encarar a la pequeña niña. Esta no retiró su mirada, se negaba a perder ante él, su orgullo no lo permitía sin embargo el rey tenía otros planes

— Sé quien eres en verdad y no te conviene seguir con este teatro del cual no eres participe. En este lugar no tienes familia, llegaste sola y te irás de igual manera. El simple hecho de que cambiaras con el alma de la verdadera princesa no te da derecho a serlo.

Ahora ya no sentía dolor, estaba en un limbo flotando como si fuera un cuerpo vacío, sin alma, sin vida y sobre todo con los sentimientos pisoteados tal cual pétalo de flor marchita. ¿Qué sentido tenía seguir en ese lugar donde claramente no era bienvenida? Durante todos sus años jamás se había sentido tan miserable, el hecho de que lastimaron su corazón fue notable en sus ojos.

— Yo jamás pedí esto, pero si es de esa manera será mejor que me marche.

Abrió un círculo mágico frente al rey y desapareció dejándolo solo, sin palabras. Ella deseaba estar sola, no quería a alguien que la hiciera sentir como la persona más miserable que había pisado el reino, su simple existencia le daba terror pues no quería estar en esa posición y menos en un lugar donde no era deseada, seguía siendo humana, sus sentimientos estaban intactos, dentro de su corazón aún había vida y una muy buena.

Esa noche en especial el cielo dejaba ver un poco más de luz debido a la tormenta eléctrica que se suscitaba, las ramas secas se mesian a la par hacia una sola dirección, el dolor actuaba por si solo, el terror, coraje y la impotencia terminaron por llevarla a pensar en las soluciones posibles a su desgracia. No era amada, nadie la necesitaba ya, dolía, pero eso se podía terminar. Subió hasta la montaña más alta, desde donde se podían apreciar casi todas las tierras del reino y entonces fue cuando vio por fin ella misma su luz. ¿Podía llegar a hacer algo de valor?. Pidió perdón al cielo y entonces sólo se lanzó al vacío.

Ya no sentía pesadez, ya no sentía dolor, ahora sólo paz y esa tranquilidad que le prometió la muerte. Sin embargo ella aún no estaba lista para marcharse, por algo el creador la había elegido, nada sucedía por coincidencia.

Recordaba a sus padres, el amor que ellos le dieron a pesar de no tener dinero. Las veces en las que terminó en cama por estar enferma, fueron esas mismas con que se dio cuenta de la forma tan pura del amor. Amor, su don o maldición la llevó a estar en ese lugar.

Viertel se había sentido tan culpable que salió en su búsqueda sin alertar a ningún caballero, él se sintió el demonio más miserable del reino dándose entonces cuenta de la situación ¿sentía algo? La razón de aquella confusión era la pequeña, por ese motivo había recordado a su amada cada noche desde que la niña humana había ocupado el lugar de su hija. Sólo quería ofrecerle perdón, pero el tiempo era corto y se agotaba. Un olor a miedo e inseguridad logró encontrar su atención, era ella, Liebe. Desde muy lejos la veía caer y caer hasta que él activó su magia logrando atraparla justo antes de que tocara esa brea negra.

Viertel pudo sentir todo lo que ella sentía dentro de su corazón, lágrimas no paraban de recorrer su rostro, ahora lo único que podía hacer era intentar pedir perdón y su orgullo era aún más grande.

— ¿Papá?

— No vuelvas a cometer una tontería de esas, eres humana y para mí la mejor que conozco, conocí y conoceré, sigues siendo la humana que llegó por mi culpa al cuerpo de una hija a la que no quise. Siento tanto esto pero será mejor así.

La envolvió con sus alas ejerciendo magia, aquella eliminaba los recuerdos malos, así no sufriría tanto y tampoco recordaría ese suceso, no podía volverse a repetir, Liebe ya era valiosa para su padre. Viertel la abrazó y lloró como jamás lo había hecho.

Desde ese entonces cuatro años habían pasado donde ni un sólo día el rey de las sombras se había dejado de lamentar por haberla lastimado. Cuatro largos años donde sólo convivió con su tío y cualquiera menos su padre, creyendo que era despreciada pero sin imaginar que el rey se sentía inevitablemente culpable. Él la vigilaba entre las sombras, ella lo veía cada día tras de ellas, ambos sintiéndose igual de miserables mientras se preguntaban ¿cuándo podré hablar con él/ella sin que nos lastimemos?. Y así pasaron meses más donde ninguno habló, meses donde la situación se volvía complicada, ella se sentía culpable de algo reciente, él no entendía lo lejos que ella se iba cada que lo veía, algo malo habían cometido, pero eran tan cobardes para hablar sinceramente. Demonios al fin.

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