...CAPÍTULO 9...
En el bosque de las bestias existían criaturas mágicas que no se podían ver por otros reinos. Eran la pureza en todo su esplendor, con una belleza incomparable, poderes y una vida demasiado longeva. Pero dentro de este existían también las bestias, seres que, de no ser por ellos la paz volvería a convertirse en una guerra.
...****...
La reina estaba bastante molesta, ¿Cómo no estarlo? Si el hombre lastimaba a su gente como si no valieran, Loben se acercó de nuevo a Liebe quien temía por la seguridad de ese lugar. En la habitación acababa de abrirse un círculo mágico por el cual ingresó un hombre bastante joven de cabello y ojos rosas con alas bastante grandes que se parecían a las de los cuentos que su madre le contaba cuando era Aladia.
— Celiana, ¿Qué es todo ese escándalo?
Loben se arrodilló con una mueca en su cara pues no esperó ver a su padre en ese lugar tan pronto como llegara, por lo regular él se la pasaba visitando las fronteras entre el bosque y el fin del mundo, investigando más sobre las tierras que los rodeaban. Su padre era parcialmente culpable de lo que le sucedió a su hermana pues ellos se encontraban en una visita a la frontera con el reino de las sombras cuando la secuestraron unos mercenarios.
— Mi rey, su hijo lo saluda con la bendición del sol.
Liebe no podía creer que en ese mundo existiera tanta belleza, era demasiado hasta para sus ojos. Después de pensar en una manera para salir del lugar sin causar más problemas decidió intentar usar su magia, sin embargo no tenía suficiente fuerza para activar un círculo mágico por más pequeño que fuera. El hombre que, aparentemente era el rey notó la presencia de esa niña, a lo que la reina se adelantó antes que este cuestionara.
— Mi querido Aladon, esta niña que vez aquí de cabellos blancos es hija de nuestra amada Liebena, fue ocultada de nosotros por Viertel.
El hombre puso sus ojos rosas de nuevo sobre Liebe, quien no sabía que decir ante las revelaciones en ese lugar, ahora no sólo tenía un padre, también un tío y dos abuelos que eran reyes de un lugar que sólo leyó en cuentos.
— Así que ese niño egocéntrico se atrevió a mentirnos, pero a pesar de que esta niña sea hija de nuestra Liebena no tiene sus ojos, en realidad eres idéntica a ese hombre pequeña, podrás tener el olor de mi hija, pero jamás serás capaz asemejarte a ella.
La reina estaba furiosa por lo que sucedía fuera y aún más después de las palabras que decía su esposo mientras que Loben hervía en furia por haber sido tan incrédulo como para creer que su padre aceptaría a una niña híbrida y menos por el simple y sencillo hecho de que el padre de Viertel asesinó a sus padres sin piedad.
— Ella no merece que la trates así, fue tu culpa que Liebena haya muerto, no de esta pequeña.
El rey levantó su mano contra la mejilla de su hijo, este había sido lanzado hasta la pared más cercana golpeándose en diferentes partes del cuerpo y logrando volver a sangrar de las heridas que le había provocado el fuego de Mortien. La reina al ver esa acción tomó a la princesa en sus brazos y la protegió con su escudo, sabía que en cualquier momento Aladon perdería la cabeza al haberle recriminado el pasado y está por ser responsable de que su hija muriera pagaría las consecuencias.
— Debes mantener la calma mi rey, esta niña es en verdad la hija de nuestra pequeña y nada ni nadie puede cambiarlo. El único culpable de su muerte aquí es Viertel y aún más por no devolver su cuerpo, por eso iré yo misma por mi hija.
La reina buscaba calmar el enojo del hombre que apuntaba su cetro mostrando su autoridad, Loben al ver la escena se levantó de donde se encontraba y se interpuso entre ellos dejando ver lo malherido que estaba, su ala casi completamente quemada así como la falta de sanación ante tales heridas.
— No permitiré que las toque, así me cueste la vida defenderé lo que amo. Me recrimino cada día la muerte de Liebena, cada noche pienso en ella y la manera tan absurda de morir, culpables podemos encontrar cientos, pero sólo hay una niña, su hija, tú nieta. Si no la aceptas es como si estuvieras rechazando a tu propia hija.
Aladon había aplacado su ira al escuchar las palabras sabias que decía su hijo, Celiana suspiraba tranquila al ver que el aura amenazante de su esposo se había esfumado.
— Bien, puede quedarse pero sólo con una condición.
— ¿Cuál?
En ese instante el mismo hombre de cabellos verdes entró apresurado por la ventana de la habitación cayendo al suelo sin meter las manos.
— ¡Mi rey, mi reina! ¡Es él! ¡El rey de las sombras está en la entrada! Dice que si no le devuelven a su hija devorará todo a su paso y viene con un ejercito negro.
Liebe sabía que Viertel no daba advertencias y si ahora estaba haciendo una era sólo por su seguridad. Aladon enfurecido creó un círculo mágico transportándolos a donde habían osado entrar. Tenían enfrente a un ejército del cual no se alcanzaba a ver el final. Celiana, Loben y Aladon no tenían una pisca de miedo, como si verlos no fuera tan imponente e incluso agobiante.
— ¡El rey Viertel Viershein Dunkelheit del reino de las sombras exige que le devuelvan a su primogénita la princesa Liebe Viershein Dunkelheit. De otra manera si no lo hacen o se niegan por alguna razón serán masacrados.
Celiana se sorprendió al conocer el nombre de la pequeña, Viertel le había puesto ese nombre en honor a su esposa. Aladon se acercó volando hasta el rey de las sombras quien tampoco tenía miedo de la acción. Ambos se debatían en una guerra de miradas donde uno de los dos saldría victorioso.
— Te atreves a venir al bosque de Wald, hacer un escándalo con tu perro guardián, acecinar a mi gente y traer un ejército tras de ti como si fuéramos a comenzar una guerra de la cual sabes que no saldrás victorioso con sólo unos días, ¿Por qué? Una niña a la cual le has ocultado su origen y su verdadero poder.
El hombre de cabellos blancos en ese momento comenzó a arrepentirse por no haberle hablado con sinceridad a Liebe quien había sido una niña muy buena desde que despertó. También porque había ocultado la verdad sobre Liebena a todo su pueblo y permitido que ella fuera insultada por los nobles al ser una plebeya.
— Atención a todos los presentes — Aladon voló un poco más alto para que los pilares y los pueblos de ambos reinos se enteraran de la verdad pues tampoco su reino sabía lo que había sucedido con su princesa —. Mi hija, la princesa Liebena Celí de Wald hace seis años desapareció en la frontera entre el bosque de Wald y el reino de las sombras, fue secuestrada bajo mi cuidado y es algo de lo que me arrepiento, unos meses después regresó para darnos la noticia de que se había enamorado del rey de la sombras, este que ven aquí — señaló a Viertel —. Pero no sólo eso, volvió con la noticia de que esperaba un bebé, sin embargo el hombre del cual se enamoró no deseaba hacerla feliz pues ocultó su verdadera procedencia y claro, ¿Quién querría ir contra las reglas y leyes de su reino al casarse con una princesa del bosque de los monstruos? Sólo el gran y osado príncipe Viertel, quien no sólo le ocultó a todo su pueblo sobre la verdad de su esposa, sino también el nacimiento de su hija y a nosotros te atreviste a ocultarnos el cuerpo de nuestra hija.
Viertel tenía el corazón roto al recordar la manera en que sucedieron las cosas, se arrepentía de ser un egoísta, pero hasta cierto punto conocía las leyes del reino de Wald y no se arriesgaría a perder lo único que le quedaba de Liebena. Mortien se mantuvo callado hasta ese momento comprendiendo varias situaciones pasadas, la manera en que el rey protegía a Liebena y su estúpida intención de mantener a salvo algo que en su debido momento partiría a un hogar distinto.
— Soy ese rey del que tanto hablas, sé que cometí errores sin precedentes de los cuales ahora me arrepiento profundamente, pero también estoy seguro que amé a Liebena tanto como para romper esas leyes. Usted rey Aladon no sabe lo que sucedió en mi reino y tampoco las condiciones en que la salvé. Protegía a su hija de ser vendida como ganado en el mercado negro al igual que ahora protejo a esa niña que tienen con ustedes. Si alguien se entera de eso, me temo que corre más peligro del que ya lo hace — Viertel deshizo el hechizo de multiplicación dejando sólo a los cuatro pilares y al caballero del Águila, Sir Doran —. No vine a su reino para hacer la guerra, sólo deseo tener de vuelta a mi preciada hija. Les prometo que no impediré que la visiten o que si ella lo desea venga a visitar a su familia, después de todo ella sólo me tiene a mi.
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