El sonido de la explosión la había dejado aturdida por un momento al resonar en sus tímpanos, aun así, alcanzó a ver como una figura a caballo se colocaba entre el templario y ella. Se trataba de Celeste, quien llevaba en su mano un arma con forma de barra de acero. También alcanzó a escuchar el golpeteo de las herraduras de caballos acercándose. Su rostro se encontraba confuso ya que no sabía cómo su amada señorita había llegado allí, entonces alcanzó a ver a Danilo sentado delante de Celeste. Con un rápido juego de mano, Celeste abrió una hendidura en el tubo de acero y colocó una esfera metálica, cerró la hendidura y apuntó hacia Jean, quien recién se levantaba.
–¿Cómo osas levantar tu espada a una sirvienta de mi familia? – Pronunció Celeste acentuando la última palabra. –¿Acaso quieres que te ejecute en este mismo lugar?
Jean revisó asustado el lugar donde había recibido el impacto, para encontrar una esfera metálica incrustada en su armadura. Por suerte para él había sido detenida por la malla de anillos metálicos que llevaba debajo. A pesar, sentía que le había fracturado una costilla como mínimo debido al intenso dolor. –Y tú, ¿acaso no sabes que atacar a un caballero santo es penado por la Santa Orden? – Se las arregló para evitar que el dolor se mostrara a través de su voz.
–Un Caballero Santo que no se presenta ante la señora de estas tierras y que ataca a una de sus sirvientas, estoy segura que la orden no tendría problemas si alguien como tú desapareciese.
Finalmente, varios de los sirvientes llegaron a la escena, todos venían portando sus espadas desenvainadas. A pesar de estar a favor en términos de cantidad, la ansiedad se apoderó de Lene; ninguno de los sirvientes aquí podría igualar a Jean, ni siquiera juntos. Si decidiese atacar, Celeste estaría en peligro.
–Seré directo, ¿el ducado de las Tierras Ponientes brinda asilo a las brujas?
–Mi familia no tiene ninguna relación con nadie que esté en contra de las Sagradas Escrituras, sin embargo, no dejaré que Leneria sea acusada sin pruebas.
–Un caballero santo no necesita pruebas para llevar a cabo un interrogatorio cuando se es acusado de herejía, así estipula en el credo de la orden.
–Desafortunadamente para ti, no estamos en Mont Celeste. Si tienes algo que hablar con mi sirvienta puedes acercarte a mi villa y pedir audiencia. – La joven agitó las riendas de su caballo para dar media vuelta, dejándo por sentada esta discusión. El caballero en su lugar chasqueo la lengua, mientras se recostaba a un árbol para tratar su herida.
–Ten por seguro que mañana estaré en vuestra puerta…– Le tomó toda la fuerza de voluntad a jean, dejar marcharse su objetivo. Leneria había provocado tanto al templario que su ira aún no abandonaba su cuerpo. Solo su entrenamiento en autocontrol fue capaz en prevenir que Jean levantase su espada nuevamente.
–Por supuesto, le esperaremos.
Celeste detuvo su caballo cerca de Lene y le extendió la mano. –Ven, regresemos a casa.
Al fin la bruja pudo dar un suspiro de alivio, al parecer el templario había decidido ceder su extremo de la cuerda. Si para Celeste podría ser un problema matar a un caballero santo, lo mismo sucedía si Jean lastimaba a la familia del duque. Lene tomó la mano del Celeste, subiéndose detrás de ella. –Gracias por venir a ayudarme.
–Hablemos luego, por ahora regresemos a la villa.
Escoltada por sus sirvientes se pusieron rumbo a su hogar, dejando atrás al caballero marchándose de regreso al pueblo para atender mejor su herida. Al llegar al terreno de la mansión, Lene fue recibida por la fría mirada de varios sirvientes. Algunos la miraban con desagrado al haber sido expulsada deshonrosamente la última vez, mientras que otros estaban enojados ya que la señorita se puso en peligro solo para salvarla. Sin prestar mucha atención, Celeste ayudó a Danilo a bajar del caballo y lo dejó al cuidado de sus sirvientes.
–Leneria, acompáñame al estudio. Los sirvientes se encargarán de Javier mientras puntualizamos algunos asuntos. – Sin esperar una respuesta Celeste se dirigió a su estudio en la planta superior, llevando el arma apoyada sobre el hombro.
El regreso de Lene se había complicado enormemente por culpa Jean, algunos de los sirvientes habían escuchado sobre la acusación realizada y esto le traería más dificultadas futuras. Mientras seguía a Celeste, Lene juró en su interior que se encargaría de destripar a quien fuese que le había acusado. Al llegar a la habitación, Celeste cerró el cerrojo con una llave y se acercó a la mesa para dejar la barra metálica sobre esta. –Es la primera vez que disparo esto contra una persona– Luego de soltar esas palabras se acomodó en la silla.
–¿No es una de esas armas occidentales que importó tu padre? No sabía que la tenías.
–No se usar una espada, tampoco puedo aprender magia. Sin embargo, puedo hacer que esa cosa acierte a varios metros de distancia– La chica pegó unos golpecitos con sus nudillos sobre el arma mientras recordaba cómo había sorprendido a Jean.
–Gracias.
–No tienes que dármelas, pero me alegro de haber llegado a tiempo. Planeabas asesinarlo, ¿verdad?
–No me quedaba de otra, no utilicé brujería en el enfrentamiento así que debería estar bien.
–Por cierto, ¿Cuándo me planeabas contar que tenías un niño contigo? Espero que no lo hayas secuestrado de algún noble.
–Te lo planeaba contar esta mañana, pero fuiste tú quien me dijo que no planeaba escuchar nada que arruinase el momento.
Celeste se mordió el labio inferior pensando en la situación actual. –Esa herida en los ojos, ¿se la hiciste tú? – Cuando el pequeño llegó a la villa, Celeste miró su rostro al estar preocupada por las vendas. La herida que le decoraba no era fácil de olvidar, más aún en alguien de esa edad.
–No, esa fue una carga que el decidió llevar. Planeo contarte todo con respecto a mí, si aún quieres saberlo.
Celeste movió lentamente su dedo índice con una sonrisa provocativa para que la bruja se acercara. –No sabes cuánto he esperado para ver esos hermosos labios soltar la verdad que escondes.
Lene se sentó sobre el regazo de Celeste y envolvió sus brazos alrededor del cuello, abrazándola. Sentía la calma luego de la tormenta en aquel momento. Mientras más se acercaba a Celeste, más era atraída por su esencia, hasta que ambos labios se encontraron. Celeste tomó por la cintura a la bruja, atrayéndola más hacia sí para sentir el calor de su cuerpo. Sin embargo, no podían dejarse llevar mucho en ese momento; por lo que a regañadientes tuvieron que aplazarlo. –Ten contaré todo luego de cenar.– Dijo la bruja luego de recuperar el aliento perdido.
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