Su personalidad le permitió continuar con una vida que no recordaba.
Su fortaleza la ayudó a soportar situaciones que no comprendía.
Y su constante angustia la impulsó a afrontar lo desconocido; sobreviviendo entre una fina y delicada pared que separa lo inexplicable de lo racional.
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El método ¿Será efectivo?
A mí mente regresó la conversación que tuve con el pacífico y relajado rubio un día antes.
— ¿Golpearme? —pregunté, casi atónita—. ¿Quieres dejarme un trauma para retener mi habilidad?
— También funcionaría, pero es más fácil que eso —explicó—. Piensa en tu habilidad como un fragmento de tu mente, lo único que necesito hacer es doblegarla.
— Suena como a película barata —no me sentí convencida—. ¿Cuántos golpes serían?
Su falta de respuesta me indicó que no existía un número aproximado y lo mejor era no saberlo.
— Confía en mi, no haría algo para lastimarte —su intento por animarme no parecía funcionarle.
— ¿Y por qué deberían ser golpes?
— Te lo diré, haré una excepción contigo —estando sentado sobre mis piernas, se recostó buscando acercarse a mi oído—. Es mi habilidad.
Cuando le ofrecí el cuchillo pidiéndole que se volviera alguien peligroso debió sentirlo como un juguete de baja calidad. La fiereza de su puño imponía mayor poder que el filo de un arma blanca.
Pasaron minutos desde que el primer golpe acertó exitosamente contra mi cara y yo seguía sin recuperar el equilibrio; tambalee con las manos bailando de un lado a otro, incapaces de alzarse a calmar el dolor latente de mi rostro.
La zona ardió diferente a una quemazón producida al contacto con objetos calientes, ardió como si hubiera sumergido el rostro en aguas heladas a punto de congelarse. Mi lengua tardó en hallarle un sabor al liquido abundante en mi boca causada por el desgarre al interior, sangre. Poco a poco descubrí la falta de visión en mi ojo derecho y la posibilidad de una hinchazón en el pómulo se convirtió en mi respuesta.
Dolía, pero el shock me impidió llorar. Sentía las lágrimas al final de ojos y era cuestión de tiempo para que se desbordaran. A ese ritmo sabía que me rendiría e intentaría huir al pensar en el impacto que tendría el segundo golpe.
— Vamos Lia, levanta la cabeza.
— Ni el colesterol me mareó así —bromeé, respirando y exhalando para tranquilizarme.
Alcé la mirada y evité hacer contacto visual con Dagan.
Félix apretó aún más el puño y la cadena crujió al no tener suficiente espacio para seguirse enrollando. Lentamente avanzó en mi dirección una vez más, al igual que yo, se mostraba perturbado y sobre todo, decido.
El segundo golpe resultó igual que el primero, brutal y exitoso.
— A-Ah, carajo, Félix —abrí la boca y dejé que la sangre bajara sin cuidado, la blusa negra y short de mezclilla debieron mancharse, pero era la menor de mis preocupaciones—. Debiste... Noquearme en la... —escupí—, primera.
Sucedieron cosas que me aislaron del dolor. Fueron visiones rápidas de agujeros negros, escenarios al azar de playas y bosques; cientos de murmullos con distintos tonos de voz y por último, el incesante tintineo de un cascabel. Lo más específico de aquel recorrido espectral hacia quien sabe dónde, fue una silueta masculina de pie ante un árbol.
Me invadieron infinitas sensaciones más fuertes e intensas que el tercer golpe repentino al mismo punto de antes.
— F-Felix —murmuré mareada, luchando contra pesadez del cuerpo—, algo anda mal.
Miré a mi alrededor y la normalidad que había sentido esos días se esfumó. Veía a Dagan y Félix frente a mi, pero todo a nuestro alrededor simulaba un viaje con centenares de fondos coloridos.
"Tuviste una nueva oportunidad y mira cómo la desperdiciaste".
¡Esa voz...!
— P-Para Félix —intenté levantarme porque luego del segundo golpe cedí completamente. El aire no era suficiente y el caos en mi mente no paraba.
"Es mi momento, esta vez no dejaré que se arruine"
Quien me observaba de cuclillas sobre mi abdomen dejaba que su extensa cabellera negra tocara la herida húmeda en mi mejilla. La voz femenina que habló tenía apariencia humana, mirada muerta e iba vestida de un largo y ostentoso vestido blanco.
— Elia... Na —pude murmurar.
Las lágrimas de dolor que había guardado salieron fácilmente por la desesperación de no obtener ayuda de Félix o Dagan. Ambos debían poseer habilidades y, a lo mejor la veían.
¿Y si ellos planearon esto.., para regresarla?
"¿Sabes? Soy la mejor opción para poner a límite la habilidad, soy la portadora original después de todo".
Eliana extendió sus manos y con una impresionante fuerza apretó mi cuello empezando a cortar la poca respiración que tenía. Ya no podía diferenciar si se trataba de mi cuerpo astral o mi cuerpo físico, en cualquier caso no poseía fuerzas y lo único que me permitía resistirme era el instinto de supervivencia.
El ruido exasperante, las constantes imágenes difusas y la falta de oxígeno eran los enfoques que sentía. Pese a eso, no quería rendirme y aún conservaba el deseo de superarla. Las palabras me salieron pausadas y mal pronunciadas, pero mi última oración fue completada.
"Eres pasado. No tomarás el control, deberás someterte a mi y solo entonces podrás existir una vez más".
Vi su mirada llenarse de ira y los ojos oscurecieron tanto hasta volverse completamente negros.
— No esperaba menos de ti Lia, lo diste todo.
Tras pronunciar aquello, el ambiente se paralizó de inmediato. Eliana, que para mí sorpresa no era un espectro, reaccionó a las palabras y retrocedió. Dagan desapareció, solo éramos nosotros tres rodeados de silencio total.
— Debí suponer que estarías detrás de esto —pronunció ella con evidente molestia.
La sonrisa que para mí fue muy natural y animada, Eliana debió percibirlo de otra manera pues en menos de un segundo su semblante palideció.
— Arrodíllate.
No hubo seriedad en su rostro, se mantuvo muy tranquilo a diferencia de quién estaba frente a él; Eliana frunció el ceño y se mostraba dispuesta a confrontarlo aunque el temblor en su vestido demostraba que su valentía no era suficiente.
La cadena en mano del rubio volvió a tensarse y con ello, Eliana se resistió a alguna presión que no sabría explicar. Una gota de sudor se deslizó por su mejilla hasta desvanecerse en su garganta, el miedo carcomía sus nervios.
Su cabello y su forma de vestir lucían diferente a mi, pero no pude evitar empatizar con ella.
— ¿Qué esperas? Hazlo —insistió.
— Vete a-al diablo.
Él se le acercó con zancadas rápidas. Vi que sus nudillos hicieron fuerza y supe que estaba dispuesto a golpearla. Mi cuerpo adolorido reaccionó de imprevisto para colocarme de pie rápidamente y hacerle de escudo a Eliana.
— Por favor, Félix, para —a lo mejor por el desgarramiento en mi boca ni siquiera se entendió.
— Dijiste que confías en mí.
— Dijiste que respetas las decisiones de tus amigos, ¿no? —insistí tambaleando. Perdería el conocimiento en pocos segundos y no saber si despertaría después, me aterraba—. Déjala.
No pareció molestarse porque una suave sonrisa se pintó en sus labios.
— Ya hallaremos otra manera de– ¡Lia, quítate!
Eliana se aferró a mi espalda y lo último que ví antes de colapsar, fue el rostro preocupado de Félix.
— Perdiste.