El Regreso De Elena

La fiesta de máscaras ya estaba en pleno apogeo, y Elena sintió cómo la música vibraba en su interior, llenándola de energía. A pesar de sus dudas iniciales, el ambiente festivo la envolvía y le permitía dejar atrás sus preocupaciones. Inés, con su vestido rojo, se movía con confianza y alegría, atrayendo miradas mientras bailaba.

Elena se sentía un poco fuera de lugar al principio, pero al ver a Inés disfrutando tanto, decidió que era hora de soltarse. Se unió al baile, sintiendo cómo el ritmo la contagiaba. Las luces parpadeantes y la multitud enmascarada creaban una atmósfera casi mágica. Era como si todos compartieran un secreto en ese espacio; podían ser quien quisieran por una noche.

“¡Esto es increíble!”, gritó Inés sobre la música, sonriendo ampliamente. “¡Olvídate de todo lo que te preocupa! Esta noche solo se trata de nosotros”.

Elena asintió, sintiendo que cada movimiento la liberaba un poco más de su pasado. La risa y la música podían ser su refugio, aunque fuera solo por unas horas. Al mirar a su alrededor, vio a personas bailando y disfrutando sin preocupaciones, lo que le dio un pequeño empujón de valentía.

“Vamos a conseguir unas bebidas”, sugirió Inés, y juntas se abrieron camino entre la multitud hacia la barra. Mientras esperaban su turno, Elena notó a un grupo de chicos enmascarados al otro lado del bar que las miraban con interés. El corazón le dio un vuelco; esa atención inesperada la hizo sentir viva.

La noche avanzaba entre risas, baile y nuevos encuentros. Para Elena, cada momento era una celebración de su nueva vida, un recordatorio de que había superado tanto y que merecía disfrutar cada instante.

“¿Te imaginas si nos encontramos con alguien famoso aquí?”, bromeó Inés mientras tomaban sus bebidas.

“¡Eso sería genial! Pero por ahora, ¡solo quiero disfrutar y bailar!” respondió Elena con una sonrisa amplia.

Las dos amigas brindaron por la amistad y por las nuevas oportunidades que les ofrecía la vida. En ese instante, todo parecía posible.

Mientras ellas se divertían un grupo de hombres se encontraban reunidos en la sala VIP desde donde se podía observar todo el lugar. Unos ojos filosos se habían posado sobre las dos jóvenes que se divertían como si a su alrededor no hubiera nadie más. Su atención fue atraída por la chica que vestía de manera tan espantosa y era que algo en ella le recordaba su pasado. La manera en la que se movía le recordaba a su viejo amor perdido. Sus amigos vieron lo interesado que estaba en las jóvenes que se divertían en la pista y lo animaron a bajar. El hombre de unos treinta años acepto solo por la curiosidad de ver de cerca a esta chica.

Mientras las chicas disfrutaban de su bebida, la música cambió a un ritmo más intenso, y la pista de baile se llenó aún más. Las luces de colores giraban y parpadeaban, creando un ambiente casi surrealista. Inés, siempre llena de energía, tomó la mano de Elena y la arrastró hacia el centro de la pista.

“¡Vamos a mostrarles cómo se baila!” exclamó Inés, riendo. Elena se dejó llevar, sintiendo cómo la música la envolvía. Ambas comenzaron a moverse al compás, dejando atrás cualquier preocupación.

De repente, un grupo de hombres enmascarados se acercó a ellas. Uno de ellos, con una máscara dorada y una sonrisa encantadora, extendió su mano hacia Elena. “¿Bailas con nosotros?” preguntó con un tono juguetón.

El corazón de Elena latió más rápido. “Claro”, respondió, sintiéndose un poco nerviosa pero emocionada al mismo tiempo. Se unió al grupo, mientras Inés se movía al lado de ella, disfrutando del momento.

Mientras bailaban, este hombre enmascarado comenzó a hablarle. “No puedo creer que haya tantas personas aquí. Es como una película”, comentó con una sonrisa brillante.

“Sí, es increíble”, respondió Elena, sintiendo que se estaba divirtiendo más de lo que había imaginado. La conversación fluyó naturalmente entre ellos mientras bailaban.

La noche continuaba y las risas llenaban el aire. Sin embargo, en un momento dado, Elena sintió una pequeña punzada de ansiedad al recordar su pasado. Pero rápidamente fue reemplazada por la alegría del presente; estaba rodeada de amigos y disfrutando de su vida.

En un instante mágico, cuando el ritmo se calmó y las luces se atenuaron un poco, el enmascarado tomó la mano de Elena y le dijo: “Bailamos bajo las estrellas”. Ella sonrió mientras él la guiaba hacia una pequeña terraza donde podían ver el cielo estrellado.

Allí afuera, alejados del bullicio, compartieron risas y miradas cómplices. Era como si el mundo entero hubiera desaparecido y solo existieran ellos dos en ese momento perfecto. La conexión era palpable; ambos sentían que esa noche era especial.

“¿Cómo te llamas?”, preguntó Elena curiosa.

“Eso es parte del misterio”, dijo él con una sonrisa juguetona. “Pero puedes llamarme ‘el chico dorado’ por ahora”.

Elena rió ante el apodo y se dio cuenta de que estaba disfrutando más de lo que había creído posible esa noche. Había algo en el aire que prometía nuevas aventuras y oportunidades para vivir plenamente.

Y así continuaron conversando bajo las estrellas, mientras el resto del mundo giraba a su alrededor.

“Ya debo volver con mi amiga, fue un placer conocerte”. Dijo Elena volviendo a la realidad.

“Está bien, espero que la sigas pasando bien”. Respondió el hombre con la máscara dorada.

Antes de que Elena se pudiera marchar este desconocido la halo hacia el dándole un apasionado beso en la boca. Ella no sabía ni por qué, pero correspondió a su beso, dejando suaves caricias sobre el rostro del desconocido. Algo que lo tomo por sorpresa. Cuando al fin reacciono y quiso quitarle la máscara a la joven Inés, llegó corriendo y la tomo por la mano. “Elena tenemos que salir de aquí, no sé cómo, pero esa gente te anda buscando”. Al escuchar el nombre de la joven, Diego quedó en shock, pensó que todo se trataba de una broma de mal gusto y disgustado salió del lugar sin mirar atrás.