Desde hace mil años, una guerra silenciosa consume los reinos: las Bestias, criaturas feroces que prosperan en la oscuridad, buscan venganza contra las Hadas, cuya diosa, Madre Naturaleza, se atrevió a castigar a su propio dios, Némesis.
Esta guerra oculta una verdad mucho más profunda que la simple rivalidad.
Arthur, un lobo alfa nómada, ha viajado por años, prefiriendo la soledad y los placeres sin compromiso a la idea de una pareja destinada.
En el Reino de las Hadas,Titania creció en una cuna de oro que se convirtió en una sofocante prisión.
Una guerra que se desató hace mil años ha sobrevivido porque la verdad sobre su origen fue silenciada.
Cuando la inocencia se encuentra con la oscuridad, la línea entre el deseo y la destrucción se desdibujo.
Arthur y Titania están en el centro de un torbellino de intriga, magia y una atracción tan intensa que podría ser su perdición.
Libro final del Mundo de Reina Luna 🌙
NovelToon tiene autorización de Valeria Romero para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Ella es mía
El Rey de las Bestias leía el informe del Alfa sin lobo, Arthur Sterling. La información era genuina, pero había algo extraño, algo que él había notado en su pelea contra él. El nómada era poderoso, pero su esencia era... antinaturalmente familiar.
—Mi señor, es todo lo que hay —dijo uno de sus súbditos al ver que su Rey no estaba feliz con lo que leía.
—Hay algo que ese Alfa está ocultando —soltó el Rey de las Bestias con molestia, dejando de leer el informe—. ¿Hay movimiento en el Reino de las Hadas? —preguntó, un cambio de tema de suma importancia.
—Ninguno. Desde el ataque todo sigue igual. La Reina Áine permanece en el palacio del Sur, bajo la protección del Rey de Reyes —comentó el súbdito.
El Rey de las Bestias asintió. Por un momento pensó que la Reina Hada regresaría a esconderse en su reino, pero no fue así. Significaba que el Rey de Reyes del País del Sur estaba dispuesto a protegerla, o tal vez a entregarla. Cualquiera que fuera, él tenía ventaja, pues si decidía protegerla, entonces desataría la guerra contra dicho país; esta vez no habría forma de contenerse. Y si se la entregaba, sería fácil: la tendría frente a él y la obligaría a decir dónde estaba Madre Naturaleza.
*****************
Otra noche más había llegado. Titania, después de cenar con su hermana, se dirigió a su recámara, donde sabía que él ya estaría esperándola. La calma fingida del día se disolvía ante la certeza de su presencia.
—¿Alguna vez le enseñaron a respetar el espacio de los demás? —preguntó Titania mientras caminaba por su propia habitación.
—¿Qué es eso? —preguntó Arthur con ironía, recostado en la cama, mirándola con una intensidad que era una invitación y una amenaza. Estaba con sus ropas parcialmente desabrochadas.
—Necesito ir al invernadero —dijo ella, ignorando las intenciones oscuras de Arthur, pero acercándose a la mesa donde preparaba los medicamentos de Áine. Necesitaría más hierbas medicinales.
Arthur puso los ojos en blanco. La Princesa estaba haciendo las cosas difíciles, pero tal vez un cambio en el lugar donde podría tomarla era necesario. Además, ese invernadero era tentador; iba mucho con ella.
—Hada —la llamó Arthur.
Ella siguió ignorándolo y camino hacía la puerta, Arthur soltó una maldición cuando ella se marchó, más no la siguió.
**************
Titania llegó al invernadero, recolectando las hierbas que necesitaba. A pesar de todo lo que ocurría con Arthur, no podía simplemente dejar de tratar a Áine; era algo que ya era parte de su vida, una rutina.
—Titania —la fría y autoritaria voz de Xander se escuchó detrás de ella.
Titania suspiró. Siguió recolectando las hierbas, ignorándolo, pero Xander no dejaría que continuara así. Ella debía escucharlo esta vez, y así lo haría.
Xander la jaló del brazo, haciendo que ella tirara la canasta con las hierbas que había recolectado. Así, finalmente, se vio obligada a verlo directamente a los ojos.
—¿Qué quieres? —preguntó Titania con su frialdad, esa frialdad que el mismo Xander tenía la culpa de que ella haya creado.
Xander miró esa frialdad en esos bellos ojos cristalinos. Sabía que era su culpa; se arrepentía de aquello, pero no tuvo opción. No pudo ir en contra de su deber.
—Aléjate de ese Alfa —ordenó Xander sin dudar.
—No —respondió Titania, con un tono que no admitía réplica.
Titania ya estaba cansada de la posesividad de Xander. Ahora, aunque fuera poco tiempo, su estancia en aquel país se sentía diferente, libre de tomar sus propias decisiones, así como Xander tomó sus decisiones en el pasado, decisiones que la habían lastimado.
—En una semana volverás al Reino de las Hadas y no volverás a verlo —dijo Xander, amenazante.
—Entonces, disfrutaré la semana que me queda para estar con él —Titania se apartó de su agarre.
Xander hervía de coraje ante sus palabras. Ella no era la Titania que conocía. La idea de saber que estaba cerca de aquel Alfa, de que se entregara a él de las maneras pensadas, lo hacía enfurecer más. No, Titania no debió entregarse a un simple Alfa que apenas conocía.
—¿Dejaste que te follara? —preguntó con rabia.
Titania lo miró con su fría mirada. Aquella pregunta era incluso asquerosa para ella. No por el acto en sí, sino por la posesividad y la traición que Xander representaba.
—¡Contesta, maldita sea! —gritó Xander, liberando su poder.
Una oleada de magia lo envolvió, un poder que hacía que Titania se doblegara. Su cuerpo temblaba, retrocedió unos pasos de Xander. Sentía que el aire le faltaba. Xander era el caballero más fuerte del Reino de las Hadas.
El poder de Xander, amplificado por su furia y su celo, era demasiado para la esencia mortal de Titania. Ella se encogió, sus ojos verdes nublándose de dolor.
Xander miraba a Titania doblegarse. El dolor en su pecho seguía intensificándose. Los recuerdos de aquel pasado, en donde ella le sonreía con ternura, donde juraron que algún día estarían juntos, empezaban a invadir su mente, su corazón.
—Basta... —apenas logró decir Titania, cayó de rodillas sintiéndose débil, derrotada. Si él continuaba usando su poder de esa manera, sería su fin.
Y de pronto, se sintió un aura más, diferente a la de Xander, más pesada, más fría. Pero para Titania fue una manta protectora, que la liberaba de la dominación de Xander, aunque entraba a otra dominación. Una que le gustaba. Una que necesitaba para sobrevivir.
Arthur caminaba a pasos firmes, secos, hacia ellos. Había observado todo a distancia. No pensaba ni siquiera intervenir; no era de su importancia, no hasta que vio cómo aquel caballero estaba doblegándola. Y eso era algo que solo él tenía permitido hacerlo.
—Vaya, no sabía que un caballero de mierda tiene más autoridad que una princesa —dijo Arthur con su voz llena de ironía.
—No te metas, lobo —siseó Xander al verlo.
—Lo hago porque se me da la gana —respondió Arthur.
Dirigió su mirada hacia Titania. Su cuerpo temblaba. Su cabello caía al frente mientras mantenía su cabeza baja, oculta.
—Largo —ordenó Xander.
—Tú eres el que se debe largar —lo miró Arthur con aquellos ojos oscuros llenos de ira—. La Princesa debe pagarme mi recompensa —siseó, el doble sentido era claro.
Titania se mantenía callada, escuchando la conversación entre esos dos. Ambos eran tan posesivos tratándose de ella, pero extrañamente prefería la posesividad de Arthur. Además, justo ahora, él estaba protegiéndola con su aura de Alfa, un escudo que ella aceptaba.
—¿Recompensa? —murmuró Xander, dirigiendo su mirada a Titania—. Ahora mismo me dirás qué clase de recompensa le das a este perro bastardo —gruñó.
Xander la tomó del brazo con brusquedad, levantándola de un jalón. Titania mordió su labio al sentir dolor, mas no gritó, no se quejó. Miró de manera desafiante a Xander, o eso es lo que ella quería hacerle creer, pero Arthur se percató. Sus ojos, esos ojos verdes cristalinos llenos de frialdad, estaban a punto de quebrarse frente a otro hombre.
El poder desconocido rodeó a Arthur. Sin pensarlo, apartó a Titania de Xander y le dio un golpe en el estómago. Tan fuerte fue que lo estrelló contra uno de los pilares del invernadero.
—¡Ella es mía! —gruñó Arthur con rabia, sus dientes estaban afilados y caían grandes cantidades de saliva.
Titania lo miró con sorpresa. Era la primera vez que veía que alguien derrumbaba a Xander, el Caballero más fuerte del Reino de las Hada, y sobre todo, era la primera vez que la reclamaban como suya con tal ferocidad.
Arthur no le dio tiempo de reaccionar. La cargó sobre sus hombros y salió de ahí con ella. No dejaría que el Caballero la viera quebrarse de esa manera. No, él era el único que tenía ese derecho, porque ya lo había dicho: Titania era suya.
Después de un rato caminando en la oscura noche, Arthur finalmente bajó a Titania de sus hombros. Ella observó detenidamente el lugar. Estaban en la cascada; de noche se veía incluso más hermosa. Las luciérnagas iluminaban el lugar y solo se escuchaba la caída del agua.
—Quítate la ropa —ordenó Arthur.
Titania lo miró con molestia.
—Ese caballero te hirió, entra a la cascada para que te cures —agregó Arthur al ver su mirada molesta.
Titania se sorprendió de que él supiera su secreto. Bajó la mirada hacia su brazo, donde Xander la había sujetado; estaba ya morado, una mancha fea en su piel perfecta. Suspiró con pesadez.
—¿Por qué dejas que te trate así? ¿No eres acaso superior a él? —preguntó Arthur, su voz llena de una mezcla de rabia y desconcierto.
—No es asunto tuyo —Titania se levantó. Empezó a quitar su vestido. Él ya la había visto desnuda en aquel lugar, así que lo hizo como si fuera algo normal.
El vestido cayó sobre el suelo rocoso. Ella entró hasta meterse debajo de la cascada. El agua estaba fría, pero aun así era exquisita. El moretón en su brazo desaparecía, pero también se desvanecía la magia de Xander que aún sentía en su cuerpo impregnada.
Arthur observó a distancia con deleite el cuerpo de la princesa. Ese cuerpo ya era suyo y no dejaría que otro volviera a atreverse a tocarlo, mucho menos ese caballero hada.
Se quitó solo sus zapatos y la parte superior de sus ropas y entró al agua, llegando hasta ella por detrás de manera posesiva. Sujetó su cintura y la atrajo a él.
—¿Puedo cobrar mi recompensa ahora? —Su voz se escuchó en el oído de ella, rasposa y llena de dominio.
Titania soltó un sutil gemido.
Arthur la giró para que quedaran de frente, sin romper la unión. Ese era el rostro que solo él podía ver: dominado, lujurioso, precioso. Ella solo podía mostrárselo a él y a nadie más. El agua de la cascada seguía cayendo sobre sus hombros.
Él se inclinó y la besó, su lengua irrumpió en su boca con una ferocidad posesiva, buscando, devorando su aliento. El beso era un acto de dominación. Titania no se resistió; abrió su boca, invitando a la violencia suave de su lengua.