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Renacida para Vengar mi Destino: Promesa Sellada en el Tiempo

Renacida para Vengar mi Destino: Promesa Sellada en el Tiempo

Status: Terminada
Genre:Romance / Venganza / Mujer poderosa / Matrimonio arreglado / Reencarnación / Completas
Popularitas:215
Nilai: 5
nombre de autor: Bruna Chaves

Traicionada por su propia familia, usada como pieza en una conspiración y asesinada sola en las calles... Ese fue el cruel destino de la verdadera heredera.
Pero el destino le concede una segunda oportunidad: despierta un año antes del compromiso que la llevaría a la ruina.

Ahora su misión es clara: proteger a sus padres, desenmascarar a los traidores y honrar la promesa silenciosa de aquel que, incluso en coma, fue el único que se mantuvo leal a ella y vengó su muerte en el pasado.

Decidida, toma el control de su empresa, elimina a los enemigos disfrazados de familiares y cuida del hombre que todos creen inconsciente. Lo que nadie sabe es que, detrás del silencio de sus ojos cerrados, él siente cada uno de sus gestos… y guarda el recuerdo de la promesa que hicieron cuando eran niños.

Entre secretos revelados, alianzas rotas y un amor que renace, ella demostrará que nadie puede robar el destino de la verdadera heredera.

NovelToon tiene autorización de Bruna Chaves para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 22

El eco de las puertas cerrándose tras Isabela aún resonaba en la mente de todos cuando la asamblea terminó. Los periodistas seguían aglomerados, reporteros perseguían a Serena y Cássio en busca de declaraciones, pero ambos mantuvieron el silencio. El gesto de caminar lado a lado, de manos entrelazadas, ya decía más que cualquier palabra. La verdad había sido expuesta, la máscara de la falsa heredera arrancada delante de todos.

Pero mientras Serena experimentaba el sabor agridulce de la victoria, Isabela ardía en furia en las sombras. Encerrada en un cuarto oscuro de la mansión que usaba como escondite, caminaba de un lado para otro, con los ojos llenos de odio. Espejos destrozados reflejaban su imagen en pedazos, recordándole la humillación que había sufrido. Durante años había sido adorada, llamada hija, tratada como princesa. Ahora, en pocas semanas, lo había perdido todo.

—Maldita… —susurró, cerrando los puños hasta que las uñas se clavaron en las palmas—. Me robaste. Tomaste lo que era mío.

La niñera —su verdadera madre— intentó acercarse, en vano. —Hija, tal vez sea hora de aceptar. Ellos tienen pruebas…

—¡Cállate! —gritó Isabela, con una mirada enloquecida—. No son pruebas. ¡Son trucos! Esa mujer no puede simplemente aparecer y arrancarme de la vida que construí.

La madre retrocedió, asustada. Había algo en Isabela que parecía desmoronarse. El veneno de la derrota ya no la dejaba pensar con claridad.

Al otro lado de la ciudad, Serena y Cássio volvían a casa en silencio. La noche era fría, pero había calor en las manos unidas. Cuando finalmente entraron en el cuarto de la mansión Valente, Serena se desplomó en un sillón, exhausta.

—Fue solo una batalla —dijo, mirando a él—. Pero siento que Isabela no va a aceptar. Ella no es del tipo que desaparece en silencio.

Cássio, aún debilitado, pero con la expresión firme, se acercó a ella. —Y es exactamente eso lo que la hace peligrosa. Personas desesperadas son capaces de todo.

Él tocó su rostro con la punta de los dedos, y Serena cerró los ojos por un instante. —Pero no tengas miedo. Ahora no estás más sola.

Ella sonrió, pero no respondió. Sabía que necesitaba permanecer alerta.

A la mañana siguiente, una nueva bomba cayó sobre los periódicos. Fotografías comprometedoras de Serena comenzaron a circular: imágenes manipuladas, mostrándola en reuniones secretas con hombres desconocidos, insinuando acuerdos turbios, chantajes e incluso infidelidad. Titulares gritaban: “¿La verdadera cara de la heredera Valente?”

Serena miró las páginas con desprecio. —Esto es obra de ella.

Augusto confirmó. —Mis fuentes dicen que Isabela contrató especialistas para fabricar esas imágenes. Quiere manchar tu reputación, ya que no consiguió derrumbar la verdad sobre tu origen.

Cássio golpeó el puño sobre la mesa, la rabia contenida desbordándose. —Entonces vamos a destruir cada mentira, una por una.

Serena, sin embargo, suspiró. —No podemos solo reaccionar. Necesitamos atacar antes de que ella tenga tiempo de preparar algo mayor.

Aquella misma tarde, una llamada telefónica interrumpió los planes. Era la voz temblorosa de Clara. —Señora… alguien me siguió hasta casa. Dejaron una carta en mi puerta.

Serena corrió hasta la casa de la joven secretaria y encontró la carta. Las palabras eran frías, calculadas: “Quien se acerque a Serena Valente sufrirá las consecuencias. Hoy fue solo un aviso.”

La letra era inconfundible. Isabela había decidido extender su venganza a todos alrededor de Serena.

—Ella no va a parar —murmuró Serena, el corazón apretado—. Quiere destruir no solo a mí, sino a cualquiera que me apoye.

Cássio se acercó, colocando una mano firme sobre su hombro. —Entonces llegó la hora de ir hasta el final. No vamos a esperar el próximo ataque. Vamos a cazarla.

En los días siguientes, Serena intensificó la seguridad de la mansión y de la empresa. Guardias armados, cámaras, vigilancia constante. Pero aun así, no conseguía dormir. A cada crujido en la noche, a cada sombra en el jardín, temía que fuera Isabela o sus cómplices.

En una de esas noches de insomnio, se levantó y caminó hasta el balcón. El viento frío golpeó su rostro, pero no la calmó. Cuando miró hacia el jardín iluminado por las lámparas bajas, se congeló. Allí, entre las sombras, una figura femenina la observaba.

Isabela.

Los ojos de ellas se encontraron por un instante eterno. Serena no gritó, no corrió. Apenas alzó la barbilla, desafiándola en silencio. La falsa heredera sonrió con malicia, alzó un dedo delante de los labios en gesto de silencio y desapareció entre los árboles.

Cuando Serena volvió para el cuarto, aún temblorosa, encontró a Cássio despierto. —¿Qué pasó? —preguntó él, atento.

Ella respiró hondo. —Ella está aquí. Está cercándonos como un predador.

Él la atrajo hacia sí, firme. —Entonces vamos a volver la caza contra ella.

Serena sabía que la guerra estaba a punto de alcanzar su punto más sombrío. Isabela no buscaba más solo probar algo a la sociedad. Ahora era personal. Era sangre por sangre, vida por vida.

Y mientras se acostaba al lado de Cássio aquella noche, los ojos fijos en el techo oscuro, Serena comprendió que la batalla final no sería en los tribunales, ni en asambleas. Sería en el territorio del miedo, donde solo la más fuerte sobreviviría.

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