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Entre Luces Y Sombras

Entre Luces Y Sombras

Status: Terminada
Genre:Romance / Amor-odio / Pareja destinada / Fantasía LGBT / Completas
Popularitas:800
Nilai: 5
nombre de autor: MOONligth22

Mico brilla bajo las luces de los escenarios, Tina vive entre raíces sencillas y reale. Sus mundos nunca debieron haberse cruzado, pero lo hicieron; entre secretos y la presión de la fama, tendrán que decidir si lo que sienten vale el riesgo de perderlo todo.

NovelToon tiene autorización de MOONligth22 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 7: La primera grieta

El frío de la mañana se colaba por las ventanas del estudio, aunque el aire dentro era espeso y cálido por las luces encendidas. Tina llegó con dos vasos de cafe y una cálida sonrisa.

Desde aquella charla durante la espera del rodaje, algo había cambiado. No lo hablaban, pero lo sentían. Mico ya no la trataba con tanto desdén. A veces le sonreía sin motivo, o le hacía comentarios que sonaban casi, amables.

Casi.

—Llegas temprano.—dijo Mico desde el otro lado de la sala, sin levantar la vista de su libreta— Empiezo a pensar que te gusta madrugar solo para impresionarme.

Tina se apoyó en la mesa.

—No me interesa impresionarte, solo cumplir con mi trabajo.

—Qué aburrida.— respondió Mico, con una sonrisa ladeada— Un poco de admiración no le hace mal a nadie.

Tina la miró.

—Creo que ya tenés suficiente admiración de todo el mundo.

Mico levantó la vista y por un segundo sus ojos se suavizaron.

—Si, pero no toda vale la pena.

Esa respuesta la tomó por sorpresa. Tina no supo qué decir, así que se limitó a pasarle un café.

Mico lo aceptó, con ese gesto que ya se había vuelto familiar.

—Esta vez esta caliente.—comentó.

—Hay que variar gustos, aveces.—contestó Tina con una sonrisa leve.

El silencio entre ellas no era incómodo. Era distinto. Casi tranquilo.

—¿Cómo dormiste? —preguntó Mico de pronto.

Tina alzó la vista, sorprendida.

—¿Me estás preguntando eso en serio?

—No puedo ser amable ni una vez, ¿verdad?

—Es que no es común en ti.

Mico hizo una mueca divertida, pero sus ojos se desviaron hacia la ventana.

—Tuve una pesadilla.—confesó en voz baja, casi para sí misma— Soñé que estaba en un escenario y nadie me escuchaba. Cantaba, pero mi voz no salía.

Tina se detuvo un momento. No esperaba algo tan personal.

—Debe ser feo.—dijo suavemente.— Sentirse así, invisible.

Mico asintió, sin mirarla.

—Lo peor es que a veces, aun cuando todos me escuchan, igual siento eso.

Esa fue la grieta. Pequeña, pero visible.

Tina la observó con cuidado, como quien no quiere asustar a un animal herido.

—Tal vez, no se trata de que no te escuchen —dijo despacio— sino de que nadie escucha lo que realmente quieres decir.

Mico levantó la mirada.

Por un momento, sus ojos se encontraron y Tina sintió ese impulso extraño, cálido, en el pecho. La conexión era silenciosa, pero estaba ahí.

Entonces alguien abrió la puerta.

—Mico, te buscan para la entrevista.—anunció un asistente, interrumpiendo el momento.

Mico se puso de pie enseguida, cambiando el tono.

—Dile que espere —ordenó con su habitual firmeza.

Pero ya no era la misma Mico de hace un segundo.

La fragilidad había desaparecido. Solo quedaba la estrella.

~

La entrevista fue un desastre.

Mico estaba irritable, esquiva, respondiendo con sarcasmo a cada pregunta. Tina observaba desde un rincón, intentando que nadie notara su incomodidad.

—¿Es cierto que tu nueva asistente es tu nueva mejor amiga? —preguntó el periodista, con una sonrisa insinuante.

Mico soltó una risa seca.

—Por favor, ni siquiera la conozco.

La frase le atravesó a Tina como una aguja. No esperaba que dijera nada distinto. Era parte del trabajo, pero escucharla así, tan fría, le dolió igual.

Cuando el periodista se fue, Tina guardó los papeles en silencio.

Mico notó su expresión.

—No empieces.—dijo, levantando las manos—No podía decir otra cosa.

—No te pedí que dijeras nada —contestó Tina, conteniéndose.

—Entonces, ¿por qué esa cara?

Tina suspiró, dejando los papeles sobre la mesa.

—Porque me da pena verte así. Siempre a la defensiva, como si todo el mundo fuera tu enemigo.

Mico frunció el ceño, dolida por la sinceridad del comentario.

—No sabés nada de mi mundo, Tina.

—No necesito saberlo todo para darme cuenta de que estás sola —dijo Tina, firme.

El silencio cayó de golpe.

Mico la miró como si acabara de recibir un golpe. Luego, con una risa nerviosa, se puso de pie.

—¿Sola? Por favor, estoy rodeada de gente las veinticuatro horas.

—Eso no significa que estés acompañada.

Mico apretó la mandíbula.

—Ya está bien. Eres mi asistente, no mi terapeuta.

Tina quiso responder, pero algo en los ojos de Mico la detuvo. No era solo enojo: era miedo. Miedo de ser vista.

Así que se quedó callada.

~

Las horas siguientes pasaron en un silencio pesado.

Mico se encerró en el estudio a practicar y Tina se quedó revisando correos, intentando concentrarse. Afuera, la tarde se volvió gris, anunciando lluvia.

Cuando finalmente Mico salió, se veía agotada.

—Puedes irte si quieres.—dijo, sin mirarla.

Tina dudó un segundo, pero luego negó con la cabeza.

—No. Voy a esperarte.

—No necesito niñeras.

—No te estoy cuidando, solo cumplo con mi trabajo —replicó Tina, pero su tono fue más suave de lo que esperaba.

Mico la observó unos segundos, luego suspiró.

—A veces no entiendo por qué sigues aquí.

Tina sonrió apenas.

—Porque alguien tiene que recordarte que también eres humana.

Esa frase quedó suspendida en el aire, entre las luces apagadas y el ruido lejano del trueno.

Mico desvió la mirada, pero su voz se quebró un poco cuando habló:

—Ojalá no lo hicieras.

Tina sintió un nudo en el pecho.

—¿Por qué?

—Porque me da miedo lo que pasa cuando alguien me ve de verdad. Siempre termina mal.

Mico se levantó, dio unos pasos hacia la ventana y apoyó la frente contra el vidrio. Afuera empezaba a llover.

—No quiero arruinar esto —murmuró.

—¿Esto? —preguntó Tina, en voz baja.

Mico la miró de reojo, como si no estuviera segura de haberlo dicho.

—Nada. Olvídalo.

Tina se acercó un poco, con cautela.

—No lo voy a olvidar.

Mico giró, y por un segundo pareció a punto de decir algo importante. Pero su teléfono sonó, rompiendo el hechizo.

Lo atendió enseguida, su tono volvió a ser frío.

—Sí, mañana a las ocho. No, no daré más entrevistas.

Cuando colgó, ya no quedaba rastro de la chica que había compartido historias, ni de la que hablaba de pesadillas. Solo la estrella blindada por su orgullo.

Tina recogió su bolso, en silencio.

—Nos vemos mañana.

Mico asintió sin mirarla.

Cuando la puerta se cerró, Mico se dejó caer en una silla. Se frotó la cara con las manos, respirando hondo.

El sonido de la lluvia golpeando los ventanales llenó la habitación.

—Idiota —susurró para sí misma— La vas a espantar.

Pero aunque no lo admitiera, Tina ya había dejado una grieta en su muro.

Y esa grieta, por mínima que fuera, empezaba a doler.

1
Leo
Excelente
Agostina Sotelo
está bastante bien
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