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capitulo 9 El Encuentro Inesperado
El Encuentro Inesperado
Cuando decidí irme de allí, los llantos de esa chica aún seguían retumbando en mi mente. En serio, ¿por qué no se lanza sobre ellas, se defiende, en lugar de estar solo llorando? ¡Parece que en este tiempo las mujeres son solo damiselas en apuros! Aaaaah... le dije a Ehitan.
—Espérame aquí, ¿sí?
Él asintió con la cabeza y me acerqué a ellas. Me iba a arrepentir, seguro.
—Vamos... No es justo, 4 contra una.
Todas se dieron vuelta a mirarme y Sabrina habló.
—Ohh, miren nada más, es la hija del visconde —dijo Sabrina con burla.
—¿Por qué no solucionan sus problemas pacíficamente? —les dije, parándome frente a Sabrina.
Ellas se miraron entre sí y comenzaron a reír.
—No te metas en esto, si no quieres salir muy mal, señorita Sherlock —dijo Sabrina, intentando alcanzar nuevamente a la chica rubia. Pero en ese momento, me interpuse y terminé haciendo que Sabrina perdiera el equilibrio y cayera al suelo.
Las dos chicas que la acompañaban se apresuraron a levantarla. Sabrina, con la cara roja y el vestido apretado, se acercó a mí y me dijo:
—Así que vas a defender a esa cualquiera. Tal vez tú eres igual que ella. Oh, no, cierto, eres la hija odiada por tus hermanos y olvidada por el visconde.
En ese instante, me lancé sobre ella y comenzó la verdadera pelea. Yo sobre Sabrina, propinándole golpes en la cara, pero apenas conseguía hacerle daño debido al estúpido vestido y corset que llevaba. De todas formas, la pelea iba bien para mí. Tenía sujeta a una de las chicas que trataba de defenderla, mientras le golpeaba el rostro a Sabrina. Todo era un escándalo hasta que de repente sentí que alguien me levantaba y me alejaba de Sabrina. Los hombres que estaban con ellas parecían soldados y también las auxiliaban.
—¡Eres un monstruo, una loca! —gritaba Sabrina, con la ropa manchada de sangre por el labio roto. Intentaba alcanzarme nuevamente.
Yo trataba de zafarme del agarre de la persona que me sostenía.
—Jajaja, ¿quieres más? Ni siquiera sabes defenderte.
Fue en ese momento que algo extraño ocurrió. La arena del suelo comenzó a levantarse, formando un tipo de tornado entre Sabrina y yo, empujándonos a ambas a alejarnos. Sabrina, asustada, se cubrió detrás de uno de los soldados. Yo me quedé congelada, observando cómo esa tormenta de arena parecía ser generada por magia.
De repente, sentí que me soltaron y cuando giré para ver quién lo había hecho, me sorprendió ver a un hombre de cabello corto rubio, muy apuesto y alto, vestido como un noble. Sus facciones parecían las de los mismos dioses. ¿Quién sería? Me pregunté, sintiendo que un leve sonrojo subía por mi rostro, hasta que vi que se paraba al lado del príncipe heredero.
(¿Espera? ¿El príncipe heredero está aquí? No, no, debo irme antes de que me culpen de algo.)
Con una sonrisa fingida, me arreglé el vestido y les dije a todos los presentes:
—Ah, buenas noches a todos.
Hice una reverencia torpe hacia el príncipe, quien tenía el rostro más duro que una piedra, pero era tan guapo...
—Larga vida al sol del imperio, Príncipe Heredero.
Con eso, desvié la mirada y traté de pasar lentamente entre todas esas miradas.
Justo cuando pasaba entre la multitud, un joven de mi edad me sujetó del brazo, mirándome serio. También era guapo, pero tan serio.
¿Qué les pasa a los escritores de esta novela? En serio, ¿tenían que hacer a estos hombres tan perfectos?
—¿A dónde cree que va? —me preguntó, con voz varonil.
No pude evitar sentirme nerviosa. Tranquilízate, Nikol… quiero decir, Dahiana.
—Mi padre se enojará si no llego a casa temprano —respondí, tratando de safarme serenamente.
—Pues qué lástima, tendrá que irla a buscar del calabozo.
Abrí los ojos, sorprendida.
¡Ahí no! ¡Sabía que no debía haberme metido en esto!