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Encanto Mercenario

Encanto Mercenario

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Colegial dulce amor / Equilibrio De Poder / Secretos de la alta sociedad / Amor-odio / Romance
Popularitas:798
Nilai: 5
nombre de autor: AmericanWidow

Rein Ji Won, la inalcanzable "Reina de Hielo" del Instituto Tae Son, es la heredera de un imperio empresarial, y por lo mismo un blanco constante. Su vida en la élite de Seúl es una jaula de oro, donde la desconfianza es su única aliada.

​Cuando su padre Chae Ji Won regresa de un viaje de negocios que terminó en secuestro, trae consigo un inesperado "protegido": Eujin, un joven de su misma edad con una sonrisa encantadora y un aire misterioso que la intriga de inmediato. Rein cree que su padre solo está cumpliendo una promesa de gratitud. Lo que ella no sabe es que Eujin es un mercenario con habilidades letales y un contrato secreto para ser su guardaespaldas.

​La misión de Eujin es clara: usar todo su encanto para acercarse a la indomable heredera, infiltrarse en su círculo y mantenerla a salvo.

​En el juego del lujo, las mentiras y el peligro, las reglas se rompen.

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Capítulo 14: La Danza del Poder y la Promesa de la Eternidad

...La Tensa Tregua y la Sombra de la Corrupción...

Tras el anuncio oficial en el evento benefactorio, Eujin y Rein se convirtieron en el centro de todas las miradas. Mientras Rein socializaba con la élite, Eujin se encontró casualmente en un rincón con Dae Kim. La tensión de su último encuentro había sido reemplazada por una extraña camaradería sarcástica, nacida del respeto mutuo por la fuerza del otro y la madurez de los años.

—Así que el mercenario ha vuelto a la ciudad. Y con un esmoquin que le queda mejor que a mí. Estoy impresionado, Eujin —dijo Dae, bebiendo su whisky con hielo.

—Y tú sigues siendo el político más guapo que conozco, Dae. Pero el whisky te está haciendo más blando. Y tu escolta parece aburrida —respondió Eujin, con una sonrisa fácil que enmascaraba su vigilancia.

—Es el precio de la ambición. Dime, Eujin, ahora que eres oficial. ¿Piensas ponerle un anillo a la Reina de Hielo o debo seguir pidiéndole matrimonio cada semana hasta que ceda? Es un juego divertido.

Eujin se rió, el sonido era genuino.

—Sigue intentándolo, Dae. Pero te advierto, Rein es mía y yo no cedo o comparto lo que más amo.

—Lo sé. El día que te fuiste, pensé que la tendría. —tomó un trago de su bebida y se quedó mirando el vaso, recordando aquellos días—Pero se convirtió en una bestia corporativa. Te esperó, Eujin. Es una locura.

Dae se puso serio, su voz bajó un tono de confidencia.

—Mira, dejando a un lado el show... Tienes que saber esto. La fusión de Rein y tu empresa va a sacudir el tablero. Tenemos muchos enemigos.

—¿Te refieres a ti?

—No, Eujin. Yo soy tu rival, no tu enemigo. El verdadero peligro es Eun Chaewon. Es el líder del grupo político más conservador. Narcisista, corrupto y con una influencia aterradora en los medios y la justicia. Y él te ve a ti, Rein y su nueva empresa, como una amenaza a su orden político.

—¿Y qué quiere?

—Quiere humillar a Rein. La subestima por ser mujer. Cree que si la hunde en un escándalo o la paraliza legalmente, ella vendrá suplicando ayuda, para que él la 'rescate' y la haga su peón —Dae tragó saliva antes de darle una advertencia más seria a su compañero —Está seriamente interesado en ella, su ego no acepta que una mujer como Rein no esté a sus pies. Ten cuidado. Eun Chaewon es mucho más peligroso que yo.

Eujin asintió. La familiaridad del peligro le sentó como un viejo traje de combate. Dae Kim, el rival, acababa de darle una advertencia vital.

—Gracias, Dae. Lo tendré en cuenta.

...La Cama como Santuario...

Eujin y Rein llegaron a su ala en la Mansión Ji Won a altas horas de la noche. La atmósfera del evento, el nuevo peligro de Eun Chaewon, la presión del regreso, todo se disolvió al cruzar el umbral de su habitación.

Rein fue la primera en moverse. Apenas la puerta se cerró, se abalanzó sobre Eujin, su boca buscando la de él con la urgencia de una noche en Busan.

—Quítate esa máscara de hombre de negocios—murmuró Rein entre besos, tirando de la corbata de seda de Eujin.

—Tú primero, Emperatriz. Me tienes ardiendo con ese traje esmeralda.

El encuentro fue un torbellino de ropa cayendo al suelo. El esmoquin de Eujin y el vestido de alta costura de Rein se convirtieron en un montón de tela amontonada por ahí. La pasión que se había cocinado a fuego lento durante el último año se desbordaba.

Se movieron a la cama, un espacio vasto de sábanas blancas, el santuario que habían creado para ellos. Eujin la empujó suavemente hacia el colchón, sus cuerpos encontrando de inmediato el ritmo que recordaban.

El beso se hizo más profundo, más húmedo. Las manos de Eujin exploraron la piel suave de Rein, deteniéndose en su cintura, en sus caderas, sintiendo la firmeza de su cuerpo, la prueba de la disciplina que había mantenido en su ausencia.

Rein jadeó, sus manos se aferraron a su espalda, sus uñas dibujando un rastro de necesidad. Ella revirtió la posición, subiéndose sobre él.

—Ahora soy yo quien tiene el control, mercenario —susurró Rein, con la voz ahogada por el deseo, su mirada oscura ardía con una intensidad dominante.

Ella tomó el ritmo, su cuerpo se movía con una gracia que era tanto seductora como poderosa. Eujin se rindió a su mando, la sensación de su piel contra la suya era la única verdad que existía. El placer era intenso, la conexión tan profunda que cada toque se sentía como una conversación sin palabras.

Eujin la tomó por la cintura, invirtiendo la posición de nuevo. Necesitaba sentir el control, la confirmación de que ella estaba allí, rendida solo a él.

—Dime que soy tuyo —rogó Eujin, su voz ronca.

—Completamente. Eres mío, Eujin. Siempre mío —respondió Rein, su cuerpo arqueándose bajo el de él, gimiendo su nombre.

El acto fue una mezcla de ferocidad y ternura. Los movimientos de Eujin eran precisos, casi militares en su enfoque al placer, pero llenos de una devoción que era la antítesis de la guerra. Ella respondió con una liberación total, despojándose de la última capa de la Reina de Hielo. El clímax fue explosivo, una colisión de dos almas que finalmente se habían encontrado.

Se quedaron exhaustos, jadeando, sus cuerpos pegados, la cama desordenada un testimonio de su amor.

...El Hogar y la Eternidad...

Eujin la abrazó fuertemente, su pecho subiendo y bajando. La tensión de la noche, de los siete años lejos de esa ciudad que los había unido, de la espera, había desaparecido.

—Te amo, Rein Ji Won —susurró Eujin, besando su frente.

—Y yo te amo a ti, Eujin Min Song. Mi vida no tiene sentido sin ti.

Se quedaron así, hablando en susurros sobre el futuro.

—¿Recuerdas nuestra promesa de Busan? —preguntó Rein.

—La recuerdo. Venderemos el imperio. Regresaremos a la granja.

—Y vamos a construir una casa. Justo al lado de la de tus abuelos. Quiero una casa de madera, con grandes ventanas para ver el mar. Y una oficina separada para ti.

—Me parece perfecto. Pero yo quiero un granero nuevo. Y un estudio de arte para dibujar.

Rein se rió suavemente.

—Tendremos tres perros. Un jindo para que corra por el campo, un poodle ridículamente elegante para que me acompañe a las juntas, y un corgi para que divierta a tus abuelos.

—Y los hijos, Rein —dijo Eujin, su voz era seria.

Rein levantó la cabeza para mirarlo. Sus ojos brillaban.

—Quiero tres. Uno que se parezca a ti, con tu calma y tu fuerza. Una niña que sea un huracán rebelde como yo. Y otro... que será una combinación de ambos, lo consentiremos y será nuestra debilidad.

—Tendremos que practicar mucho en ese año en Seúl —bromeó Eujin.

—Oh, lo haremos. Necesitamos mucho, mucho esfuerzo físico —la sonrisa femenina era sugerente y provocadora —También quiero que los criemos en el campo. Quiero que crezcan con la tierra, con la sabiduría de tu abuelo y el amor de tu abuela. No en esta jaula de oro.

Eujin sintió una oleada de afecto tan fuerte que le dolió. La mujer a su lado, la poderosa CEO, estaba dispuesta a renunciar a un imperio por una vida simple con él.

—Y cuando seamos viejos, Eujin —continuó Rein, con la voz soñadora—, estaremos sentados en el porche de nuestra casa de madera, con el jindo viejo a nuestros pies. Y estaremos viendo a nuestros nietos correr por la granja, justo donde ahora cultivamos repollo.

Eujin besó su mano, su corazón lleno de la promesa de la eternidad.

—Será nuestro pequeño imperio, Rein. Hecho de tierra, códigos y mucho amor. Y te juro que nadie va a quitarnos esa felicidad. Lo prometo.

Se acurrucaron, el cansancio los venció. Durmieron envueltos, el sueño de Busan ya estaba echando raíces en la turbulenta Seúl.

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