Valentina Rossi. Lo tiene todo: belleza, fortuna y un apellido que pesa más que el oro. heredera de un imperio empresarial, su vida parece más bien un cuento de hadas.
hasta que las amenazas en contra de su familia la obligan a aceptar algo que jamás imaginó: un guardaespalda personal que la siga a todas partes.
El es Gabriel Duarte, un hombre frío, reservado con un pasado que prefiere mantener en silencio. Su deber es protegerla, mantenerla a distancia y no involucrarse. Pero el carácter rebelde de Valentina, sus intentos de sacarlo de control, un chispa peligrosa que surge cada vez que se miran, lo hace que la línea entre la seguridad y el deseo comience a desmoronarse.
Entre lujos, intrigas familiares y enemigos ocultos que acechan en la sombra, Valentina descubrirá que el peligro siempre la asecha.
¿Podrá un guardaespalda endurecido por la vida, y resistir la tentación de enamorarse de la qué juró proteger? ¿O cederá, aunque eso signifique arriesgarlo todo?
NovelToon tiene autorización de Yingiola Macosay para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Perdiendo el control
El silencio que siguió fue denso, cargado de tensión. Valentina dio un nuevo sorbo a su copa, como si tuviera todo el tiempo del mundo, para esperar su respuesta. Gabriel, en cambio, parecía abatirse consigo mismo.
Finalmente, fue él quien rompió el silencio.
-- No es asunto tuyo lo que yo pienso como hombre. --
-- Claro que lo es. -- Lo interrumpió Valentina, con una serenidad helada. -- Porque tarde o temprano tendrás que elegir de qué lado estás: del guardaespaldas que cumple órdenes... o del hombre que siente algo que no se atreve a admitirlo. --
Gabriel miró con intensidad. El viento agitó el silencio, y en el fondo, el canto de un búho pareció remarcar el instante. Valentina mantenía su postura firme, sin miedo, con los ojos clavados en Gabriel.
El dio un paso hacia adelante, tan cerca que la distancia entre ambos se volvió peligrosa.
-- Estás jugando con fuego, Valentina. -- Murmuró con voz ronca. -- Y sabes que el fuego no siempre se puede controlar. --
Valentina arqueó una ceja, desafiándolo con una calma provocadora.
-- Quizás sea precisamente lo que necesito. --
Los dos permanecieron inmóviles, Atrapados en un duelo de mirada donde cada palabra no dicha pesaba más que la conversación misma. La copa en la mano de Valentina tembló apenas, pero no se derramó. Gabriel, por su parte, cerró. El puño dentro de su bolsillo, intentando contener algo que le resultaba imposible.
--¿Por qué lo haces? --preguntó al fin, su voz cargada de frustración. -- ¿Por qué provocas me todo el tiempo? --
-- Porque necesito saber en quién confíar. Y tú, Gabriel... eres el mayor enigma de todos. --
El reloj del vestíbulo sonó en ese momento, anunciando una nueva hora de madrugada. El eco se expandió por toda la villa como un recordatorio de que el tiempo seguía avanzando, aunque ellos parecieran detenidos en un instante eterno.
Valentina dio el último sorbo a su copa y la dejó sobre la mesa del balcón. Luego lo miró con un gesto de mezcla de desafío y curiosidad.
-- ¿Vas a decirme la verdad algún día, Gabriel? --Pregunto suavemente. -- ¿o seguirás escondido en las sombras? --
Gabriel no respondió. La noche los envolvió, cargada de promesas que ninguno de los dos se atrevía todavía a cumplir.
Valentina sabía jugar con Gabriel a desafiar no solo las normas de su posición, sino también las barreras que él mismo había impuesto. Él había prometido lealtad, disciplina y silencio. Pero ella no estaba dispuesta a vivir bajo la sombra de la obediencia ni del deber. Había algo en Gabriel que la a traía con la fuerza de un imán: la rectitud en su mirada, el misterio de su pasado, esa forma contenida de moverse, como un animal de casa que se sabe peligroso y a la vez domesticado.
Esa noche Valentina se había propuesto retarlo, y quería llegar al fondo de la verdad. Así que repitió nuevamente la pregunta que ya anteriormente le había hecho.
-- Cuánto tiempo más piensas seguir escondiéndote en las sombras. --
Gabriel desvió apenas la mirada, incómodo, pero sin retroceder. -- Como ya dije mi deber es protegerla, no.. confundirla. --
Valentina sonrío con ironía mientras se servía un poco más de vino. -- confundirme...¿eso es lo que crees que haces? --
Hubo un silencio denso, de esos que parecen alarjarse hasta quebrar el mismo aire. Valentina dio otro paso. Luego otro. Ya estaba tan cerca que podían sentir el calor que emanaba el cuerpo de Gabriel, ese calor contenido que contrastaba con su aparente frialdad. Sus miradas se encontraron, y en ese segundo la máscara de Gabriel se desquebrajó.
Valentina inclinó la cabeza apenas. Cómo si estudiará la expresión del hombre qué tenía enfrente. Y entonces, sin pedir permiso, se lanzó. A sus labios se posaron sobre los de Gabriel. Valentina enredo sus brazos por el cuello de Gabriel, con una firmeza inesperada, una mezcla de desafío y deseo. Gabriel tenso su cuerpo al capricho, como si aún pudiera resistirse, como si aún tuviera control de sí mismo. Pero el contacto fue demasiado: el sabor de Valentina, la presión suave de sus labios, y a la vez insistente, el perfume que lo envolvía, terminó por ceder.
Sus brazos, que habían permanecido rígidos, se movieron para sujetarla por la cintura y acercarla más a él. El beso se volvió ardiente, desesperado, una batalla entre la voluntad y la pasión
Valentina se aferró a él con una intensidad que lo desarmó por completo, y Gabriel, que tantas veces se había jurado mantener la distancia, se dejó de arrastrar por el torbellino.
Cuando se separaron, ambos respiraban con dificultad. Valentina tenía una sonrisa triunfal en el rostro, mientras que Gabriel mantenía los ojos cerrados, intentando recuperar el control.
-- Sabía que no podías resistirte. --susurró Valentina apenas audible.
Gabriel abrió los ojos, y en ellos brillaba una mezcla de culpa y deseo. -- Esto es un error, Valentina. Un error del qué me arrepentiré. --
-- Quizás. -- replicó Valentina con picardía. -- Pero un error delicioso. --
Pero el eco de aquel encuentro se extendía por las paredes de la villa.
Días después, la noticia llegó a oídos de Catherine Rossi la madre de Valentina, qué Adrien Beuamont Había visitado a Valentina en secreto en la villa, que había compartido horas que podían cambiar el curso de su estrategia.
Sin previo aviso, una tarde se presentó en la villa. El sonido de los neumáticos de su lujoso automóvil sobre la grava del camino rompió la calma del lugar. Gabriel, al escuchar el motor, se tensó de inmediato. Reaccionó al instante el vehículo y, con un gesto casi imperceptible, se preparó para recibirla.
Valentina estaba en la terraza, disfrutando de una copa de vino, cuando la voz de Catherine irrumpió con fuerza de un látigo. -- Así que aquí te escondes, Valentina. --
Valentina se giró con calma, aunque sus ojos brillaban con un destello de desafío. -- madre... qué grata sorpresa. --
Catherine descendió del automóvil con paso firme, vestida impecablemente con un traje de chaqueta marfil, sus joyas reluciendo bajo el Sol de la tarde. Cada movimiento hablaba de poder y de una seguridad indiscutible. No era una visita cordial. Era una inspección, una confrontación disfrazada de cortesía.
-- No me vengas con ironías. -- respondió Catherine, acercándose con elegancia. -- Me he enterado de que Adrien vino a verte. --
Valentina dejó la copa sobre la mesa, fingiendo indiferencia. --¿Y si lo hizo qué? no tú misma fuiste la que me enredaste en este compromiso. --
pero esa cancelación debe ser un hecho en la prensa directa
ahora valentina debe tener mucho más cuidado
con ese loco de Adrien
Entonces dale dónde más le duele a Gabriel 🤣 en el Orgullo. ☺️