Renací Para Formar Mí Harén

Al medio día, el Duque se acercó a Elizabeth para comentarle que se venía la fiesta de debut de Amelia y necesitaba que ella ayudará a su hermana y madre con la organización y demás.

-¿Es necesaria mi ayuda padre? - preguntó ella quejumbrosa, sabía que las otras dos cotorras pagarían el grito en el cielo al verla meterse en sus asuntos

-Por supuesto que sí hija - le sonrió comprensivo el duque - ¿en qué parte deseas estar? - preguntó él dándole la oportunidad de elegir su ambiente. Elizabeth lo pensó dos segundos, pero ya sabía lo que quería hacer.

-Padre, quiero hacer la parte administrativa - respondió con seriedad Elizabeth, dejando a su padre patitieso, él esperaba que ella le dijera que con los invitados, las flores o incluso las telas pero, ¿administración?

-¿Estás segura de que eso es lo que querés hija? - volvió a preguntar dudosamente - ¿siquiera sabes sobre números y cuentas?

-Por supuesto que sí padre, si querés después podés corroborar todo antes de hacerlo oficial - le sonrió la con tranquilidad, la cual le transmitió al duque

-De acuerdo hija, hablaré con tu madre y el contador para que lo dejen en tus manos - le sonrió él cálidamente, su hija no dejaba de sorprenderlo últimamente

Luego de que el duque se fuera, Elizabeth comenzó a arreglarse. Ella no había pedido la administración solo porque era buena en los números, sino porque como ella era una reencarnada sabía lo que ocurriría, y eso era la desorbitante suma de dinero que gastaban la duquesa y Amelia en ese debut, el cual causó grandes problemas financieros al duque, por lo que habían tenido que recortar muchos gastos, incluyendo a los empleados y guardias de seguridad, lo cual los hacía vulnerables a cualquier tipo de ataque.

Elizabeth cumplió con su parte y se encargó de la administración monetaria del debut de su hermana. Pero está al enterarse de todos los recortes de presupuesto que le estaban haciendo, pegó un grito en el cielo, chillo y chillo hasta que su madre fue a enfrentar a Elizabeth.

Cuando ellas llegaron a dónde estaba Elizabeth se encontraron con la sorpresa de que estaba en compañía del duque. Y aunque le montaron un escándalo a él también no pudieron hacer nada. Menos luego de que él gratamente sorprendido viera toda la reducción de dinero que había hecho Elizabeth, los había salvado de grandes pérdidas.

Gracias a eso, el duque le cedió los poderes de administración del ducado a su hija Elizabeth Wilson. Ahora ella manejaría cada centavo que se gastaría en esa casa.

Los días fueron pasando entre guerra y guerra, aunque no les daba tanta importancia, ya que sabía que solo eran dos arpías arrastradas. Por otro lado, ella continuó viéndose con Caleb a escondidas.

Justo un día estaban en el jardín del ducado en algo íntimo. Él le apretaba un seno mientras le succionaba el pezón, y ella enredaba sus piernas en la cintura de él. Jadeaban, aunque muy bajito para ser no oídos por algún trabajador y casi ningún miembro de la familia solía andar por esos lados.

Casi ninguno, excepto Arthur que se la pasaba en el campo de entrenamiento... Y ahora ante ellos, pálido por la sorpresa, pero mudo como una tumba.

Rápidamente, se dio la vuelta y huyó de ahí, los amantes se vistieron deprisa y se despidieron.

Elizabeth se había dado cuenta de que Arthur no le había contado lo que había visto a nadie, lo que le dio cierta ventaja.

Lo encontró entrenando sólo, por lo que decidió acercarse y hablar por fin con él.

-Hola, hermano - saludó Elizabeth tanteando el terreno

-Hola Eli - la saludó girándose frente a ella con la cabeza gacha

-¿Cómo estás?, hace mucho no hablamos - comentó ella, aunque por alguna extraña razón no lograba recordar la última vez que había hablado con su hermano.

-Estoy bien... - la miró a los ojos dos segundos antes de volver a desviar la mirada - ¿vos, cómo estás?

-Arthur, ya dejemos las cortesías innecesarias, somos hermanos - exclamó ella con una sonrisa

-Si estás acá por lo que ví hace unas horas en el jardín... - la miró sonrojado - tranquila que no pensaba decirle nada a nadie sobre tu relación...

Elizabeth sonrió

-Te lo agradezco Arthur, no querría que me obligarán a casarme - rió ella contenta

-¿No pensás casarte con el joven Miller? - preguntó sorprendido él

-La verdad es que no, no deseo estar atada a un solo hombre en mi vida - sonrió ella - habiendo tantos hombres deliciosos...

-¡Elizabeth!, ¿cómo se te ocurre decir esas cosas? - inquirió él escandalizado

-Arthur, ¿por qué nos alejamos? - preguntó de repente ella cambiando de tema

-¿No lo recordás? - preguntó él entre nervioso y triste, ella negó suavemente con la cabeza. El suspiró - Cuando éramos niños, nosotros dos fuimos muy unidos, más que con Amelia, lo cual la lleno de celos absurdos, e hizo que nuestra madre tomara represalias contra nosotros.

-¿Qué hizo? - preguntó Elizabeth sorprendida de que no podía recordar esos eventos específicos de la anterior dueña del cuerpo

-Ella dijo que sí nos veía pasar tiempo juntos, te castigaría y me obligaría a verte recibir el castigo - bajo la cabeza avergonzado - al principio no le hicimos caso, jugamos como siempre, y por ello obligó a una sirvienta a qué te sumergiera la cabeza en la bañera llena de agua mientras me obligaba verte... Trate de soltarme pero ella me retenía con fuerza - se le llenaron los ojos de lágrimas - luego dijo que si le contábamos algo a nuestro padre, te mataría... Y con el tiempo comenzamos a distanciarnos... Desde entonces he entrenado muy duro para poder hacer frente a cualquier peligro y poder llevarte conmigo muy lejos, pero manteniendo la distancia con vos para que ella no sospeche de nada... De verdad lo siento mucho Eli - sollozo apenado él

Elizabeth no podía creer lo que escuchaba de su hermano, tal vez la verdadera Elizabeth había reprimido esos recuerdos dolorosos para ella.

-No te preocupes Arthur, que yo también ya he crecido - lo abrazó tiernamente - no permitiré que nos vuelvan a alejar y no te preocupes que no pienso irme de esta casa hasta que cada uno reciba su merecido

Ambos estuvieron aproximadamente una hora charlando sobre sus vidas, poniéndose al tanto de todo.

-Arthur, ¿podría pedirte un favor? - pidió ella haciéndole ojitos

-Conozco esa mirada tuya, siempre la hacías de niña para pedirme algo de cuál me negaría - rió él - pero dime

-Quiero que me enseñes a utilizar la espada, que me entrenes

-No Elizabeth, ¿acaso quieres que nuestro padre me mate?, si te llega a pasar algo... - negó con la cabeza - además sos una señorita, no deberías utilizar una espada

-Arthur yo también necesito estar preparada para cualquier eventualidad - explicó ella. Y aunque él al principio se negaba, ella logró convencerlo.

Primero la hizo realizar varios ejercicios físicos para luego enseñarle posturas con una espada de madera, pasaron gran parte de la tarde entrenando, sin percatarse de que Amelia los observaba roja de la rabia.