Yeraldin guarda un secreto: su amor por Johan, el mejor amigo de su padre. La atracción es irresistible, pero el conflicto interno la desgarra. Johan, a pesar del deseo, se resiste por lealtad a su amigo. ¿Podrá Yeraldin conquistar su corazón, arriesgando la amistad paterna? ¿O este amor prohibido quedará sepultado en el olvido?
NovelToon tiene autorización de Lulu ev para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
culpable
Luego de media hora, la cena ya estaba lista. Había preparado algo de lo que había aprendido en estos cinco años lejos de mi familia. Fui a su habitación, toqué la puerta y le dije que saliera a cenar. Luego volví a la cocina. Al tener la mesa servida, lo esperé algunos minutos, y nada; no salía.
Estaba realmente agotada, solo quería irme a casa a darme un baño, y ahora hasta tenía que pedirle por favor que viniera a cenar. Algo molesta, me levanté y fui a buscarlo, entrando a su habitación.
Me acerqué pensando en despertarlo, ya que seguía recostado. Johan estaba sudando y con los labios resecos. Su respiración era entrecortada y superficial. Tenía fiebre alta.
Me acerqué con cautela, tocando su frente con la mano. ¡Estaba ardiendo! Su piel, usualmente bronceada, estaba pálida. Y de inmediato traté de ayudarlo, preocupada.
Yeraldin: —Johan… Johan, despierta.
Él murmuró algo incoherente, girándose hacia el otro lado. Le tomé la mano, y estaba fría y húmeda.
Yeraldin: —Diablos, necesito hacer algo. Voy a prepararte algo.
Me apresuré a la cocina y, como si fuera una maldita bruja, en mis compras había traído algunas hierbas medicinales. Con eso preparé una infusión de hierbas que encontré en internet y le di pequeños sorbos con una cuchara. Johan apenas reaccionaba, balbuceando palabras sin sentido.
Johan: —…pequeña… caliente…
Murmuró entre dientes, con la voz ronca.
Yeraldin: —Tranquilo, Johan. Ya te estoy cuidando.
Le limpié la frente con una toalla húmeda y le acomodé la almohada. Su cabello estaba pegado a la frente por el sudor. Parecía un niño indefenso. Me senté a su lado, agarrándole la mano.
Todo el cansancio que tenía se lo había llevado el demonio; ahora solo estaba preocupada. Lo último que había esperado que pasara este día era esto, que se enfermara.
Johan: —…eres… hermosa…
Murmuró de nuevo, cerrando los ojos. Esas simples palabras hicieron que mi corazón brincara de felicidad y me sonrojara. ¡Sí que soy una idiota sin remedio!
Me quedé a su lado, cuidándolo durante toda la noche. Le di más infusión, le saqué la ropa húmeda y le puse compresas frías en la frente. En esos momentos de vulnerabilidad, la atracción que sentía por él se intensificó. No eran solo sus abdominales y pectorales; era su fragilidad, su necesidad de cuidado, lo que me atraía aún más. Me di cuenta de que mi amor prohibido se estaba convirtiendo en algo mucho más profundo.
Y esto sería un maldito problema, porque en vez de olvidarme de esta loca idea de Johan, me estoy interesando aún más en él.
Al amanecer, su fiebre había bajado un poco. Y más tranquila, me quedé dormida. Me desperté al sentir que decía mi nombre. Abrí mis ojos y lo miré, y solo noté confusión en los suyos.
Johan: —Yeraldin… ¿qué… qué pasó?
Yeraldin: —Tuviste mucha fiebre.
Johan: —¿Y tú me cuidaste toda la noche?
Yeraldin: —Sí, lo hice. Realmente me preocupé y me alegra que ya estés mejor.
Él me agradeció y solo pude sonreír como una idiota estaba feliz por qué el estuviera bien luego me levanté y me fui a hacer un buen desayuno para que coma después de esa tremenda fiebre que tubo
Narra Johan
Luego de que le conté a Jaret del divorcio, solo había bebido. El whisky se había convertido en mi única compañía, en esta soledad que sentía.
Ya ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado; los días se confundían en una borrosa sucesión de botellas vacías y arrepentimientos silenciosos de no haber sido el mejor esposo o compañero para Madison.
Mi apartamento se convirtió en un reflejo de mi estado interior: un caos, un desastre.
Recuerdo vagamente la llamada de Jaret, su voz preocupada por mi estado, pero en ese momento solo quería que me dejaran en paz.
No sé cuánto tiempo habrá pasado, pero estaba en la sala con el vaso de whisky y un cigarro en la mano cuando tocaron la puerta. Dudé en abrir hasta que lo hice y la vi: una figura angelical en medio de mi caos.
Era tan hermosa… Su cabello, su sonrisa… Pero luego me detuve. Era la hija de Jaret. Prohibido. Completamente prohibido.
La dejé entrar, casi sin hablar. Recuerdo los ingredientes que trajo. Me ofreció comida porque su padre la había mandado, pero yo solo quería seguir bebiendo.
La observé mientras miraba el lugar y hacía una mueca de desagrado. La verdad, solo deseaba que se fuera para seguir bebiendo, pero allí se quedó, y solo me fui al sofá a seguir con mi trago.
Ella me quitó la copa de las manos, con una firmeza que me sorprendió. Una mirada fría, pero con una determinación; alzó todo lo que tenía alcohol y se fue a tirarlo.
Sonreí sin evitarlo, tirando me al sofá mirando el techo. Escuché sus pasos y me puse serio, pero los abrí rápidamente cuando dijo que se iría, pero no tardaría.
Realmente creí que no volvería, ya que había notado que le desagradaba el desorden del lugar, pero después de un buen rato sonó el timbre y nuevamente era ella, con muchísimas cosas. La ayudé a meterlas.
Luego me dijo que me fuera a bañar y que ella se encargaría, sin darme otra opción. Luego de media hora salí; la observé, que me estaba mirando.
Intenté hablarle, pero estaba en las nubes hasta que finalmente reaccionó y solo me dijo que me fuera a dormir, y no me quedó de otra que obedecer.
Esa niña es igual que su padre: cuando te da una orden, nadie la hace cambiar de opinión.
Luego solo recuerdo… oscuridad. No recuerdo casi nada de esa noche. Solo fragmentos borrosos, imágenes fugaces de su presencia a mi lado.
Desperté con una sensación de paz que no había experimentado en años. La habitación estaba limpia, ordenada.
Y ella estaba ahí. Yeraldin, dormida en el suelo, con una toalla en la mano, la cabeza apoyada en la cama. Parecía un ángel guardián, custodiando mi sueño.
Johan: —Yeraldin… ¿qué… qué pasó? —pregunté, con la voz aún ronca.
Yeraldin: —Tuviste mucha fiebre.
respondió, con una voz suave.
Su mirada era cálida. No había rastro de molestia en sus ojos, solo una profunda preocupación. Me sentí avergonzado, vulnerable. Ella me había cuidado como si fuera un niño.
Y en ese momento, en esa fragilidad, me di cuenta de algo que había estado negando durante semanas, meses, quizás incluso años.
Me di cuenta de que estaba profundamente solo. Y de que, quizás, Yeraldin era la única persona que podía ayudarme a salir de este pozo oscuro.
Pero, ¿cómo le haría? Es la pequeña princesa de ojos oscuros de mi mejor amigo lo mejor era olvidarme de esa loca idea.
Johan: —Gracias… Gracias por todo.
Su sonrisa fue una respuesta suficiente. Una sonrisa que, a pesar de todo, me llenó de una esperanza inesperada.
Luego ella salió de la habitación y decidí levantarme de la cama, dándome cuenta de que estaba solo en bóxer. Esa niña hasta la ropa me había sacado y yo ni cuenta me había dado.
Después de unos minutos salí y ella estaba en la cocina con el cabello revuelto y con el rostro cansado. Y me sentía realmente culpable al verla así, en ese estado, y más al ver todo el apartamento limpio.
El desayuno fue tranquilo, una atmósfera tranquila comparada con el caos del día anterior. Yeraldin se mostró amable y atenta, contando anécdotas de su vida lejos de Italia.
Y yo la escuchaba atentamente, pero con una incomodidad que no entendía. Era como si observara a una persona completamente nueva, una mujer independiente, fuerte… y demasiado atractiva. Rápidamente borré ese pensamiento y me repetí: "Es la hija de Jaret".
Al terminar, Yeraldin se levantó para recoger los platos, pero rápidamente lo hice yo también.
Johan: —Déjame ayudarte.
Yeraldin: —No te preocupes, yo lo hago.
Johan: —Insisto. Al menos déjame ayudarte a llevar las cosas a la cocina.
El silencio en la cocina era tenso. Yeraldin se apoyó en la encimera, mirándome.
Yeraldin: —Bueno… creo que ya me voy. Gracias por el desayuno.
Johan: —Espera…
La sujeté de la muñeca, pero la solté de inmediato como si me quemara.
Johan: —Yeraldin… lo de anoche… fue… inesperado, supongo.
Yeraldin: —Sí… fue… un poco… inesperado.
(Aclaro mi garganta)
Johan: —Nuevamente quería agradecerte por quedarte a ayudarme.
Yeraldin: —Ya te lo dije, no tienes que agradecer. Ahora tengo que irme.
Luego de eso, ella se fue, pero antes me dio un consejo para superar a mi exesposa: recoger todo lo que me hiciera acordar a ella del lugar. Solo asentí, pero si supiera que este lugar ya no existiría después de hoy…
Sin duda, su visita inesperada me llenó de nueva energía. Ya no voy a seguir lamentándome por lo que pude o no pude hacer; eso ya es historia. Debo enfocarme en mi presente, como debería ser.
Quiero saber que sucede con esta pareja🥺