Arata, un omega italiano, es el hijo menor de uno de los mafiosos más poderosos de Italia. Su familia lo ha protegido toda su vida, manteniéndolo al margen de los peligros del mundo criminal, pero cuando su padre cae en desgracia y su imperio se tambalea, Arata es utilizado como moneda de cambio en una negociación desesperada. Es vendido al mafioso ruso más temido, un alfa dominante, conocido por su crueldad, inteligencia implacable y dominio absoluto sobre su territorio.
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Capítulo 9: Respuestas
Al día siguiente, Arata seguía inquieto por todo lo que había escuchado. Sentía que el velo de misterio alrededor de Mikhail se hacía más denso cada día, y las pocas respuestas que había recibido solo lo llenaban de más preguntas. No podía simplemente esperar a que Mikhail decidiera contarle todo. Necesitaba actuar, así que, en lugar de enfrentarse directamente con Mikhail, decidió buscar a Sergei.
Sergei era considerado un importante de Mikhail, pero, a diferencia de Dmitri, era el que más soltaba una sonrisa, y a veces hasta parecía que se preocupaba por él. Arata lo había notado desde que llegó a la mansión, y aunque no se conocían mucho, Sergei siempre le daba un poco más de espacio y paciencia.
Lo encontró en el jardín trasero, sentado en un banco de piedra y fumando. Al escuchar los pasos de Arata, Sergei levantó la mirada y soltó una bocanada de humo antes de hablar.
—¿Qué tal, pequeño artista? —preguntó con una voz calmada, pero con un tono ligeramente curioso.
Arata se acercó y se sentó junto a él, sin rodeos. —Necesito saber algo sobre Mikhail.
Sergei arqueó una ceja y dejó escapar una pequeña risa. —Sabía que esto iba a pasar tarde o temprano. ¿Qué es lo que quieres saber?
—Sobre su padre. —Arata lo miró directo a los ojos, decidido a no retroceder. —He escuchado cosas, pero no sé qué creer. ¿Es verdad que Mikhail lo mató?
La sonrisa de Sergei desapareció por un momento, y su mirada se volvió seria. —Sí, es verdad. Lo mató con sus propias manos.
Arata sintió un nudo formarse en su estómago. Aunque ya lo sospechaba, escuchar las palabras directas le afectó más de lo que esperaba. —¿Por qué? ¿Es algo que todos los alfas deben hacer? ¿Una especie de iniciación para ser líderes? —preguntó, su voz llena de incredulidad y algo de burla. —Tal vez eso explique por qué Mikhail es tan idiota.
Sergei rió suavemente, como si entendiera el intento de aliviar la tensión. —Cuidado con lo que dices, chico. Recuerda que yo también soy un alfa. ¿Eso me convierte en un idiota también?
Arata rodó los ojos, soltando un suspiro exagerado. —Ah, eso lo confirma entonces. Tú también eres un idiota.—dijo en burlón—Pero.. ¿Y él ....? ¿Lo hizo por el bien del clan?
—En cierto modo. Era una decisión necesaria. La única forma de ganar respeto y poder en este mundo—Explicó Sergei cruzando los brazos—. Mikhail no solo es un alfa; es un líder. Y eso requiere sacrificios.
—¿Y no le importa?—preguntó Arata, sintiendo que su voz se alzaba en incredulidad—. ¿No le pesa haber matado a su propio padre?
—El peso de las decisiones es diferente en este mundo, Arata. Mikhail lleva la carga con él pero no es algo que se pueda entender a simple vista. Su padre fue un enemigo, y eso es lo que lo mantiene en este camino de sangre—respondió Sergei, su tono grave.
—Entonces, ¿todo lo que hace es por la manada?—preguntó, su voz casi un susurro
—Todo lo que hace es por su familia—respondió Sergei, suavizando un poco su mirada—. Y ahora tú eres parte de esta familia. Tendrás que aprender a manejar esta vida como un Volkov.
—Esto es tan estresante, creo que moriré joven—susurro Arata.
La risa de Sergei esta vez fue más fuerte, sacudiendo su cuerpo mientras apagaba el cigarrillo contra la piedra del banco. —Puede que tengas razón, Arata. Ser omega no es fácil, especialmente en este mundo. Pero te daré un consejo: si realmente quieres entender a Mikhail, no deberías andar preguntando a otros. Esas respuestas solo las tiene él.
Arata lo miró, un poco sorprendido por la sinceridad en las palabras de Sergei.
—Tal vez sea hora de que le preguntes directamente —continuó Sergei—. Mikhail no es alguien fácil de leer, pero si lo enfrentas con la verdad, puede que encuentres un punto de quiebre. —Sergei hizo una pausa y lo miró con seriedad—. Después de todo, él ha vivido todo ese horror. Por eso es un idiota controlador, como tú dices.
Arata se quedó en silencio un momento, procesando lo que Sergei le había dicho. Sabía que Mikhail no iba a ser fácil de abordar, pero si quería respuestas y si realmente quería romper esa barrera entre ellos, tenía que intentarlo.
—Entonces, ¿crees que deba preguntarle sobre su padre? —preguntó, un poco más dubitativo ahora.
Sergei sonrió de nuevo, esta vez con una mezcla de simpatía y algo de burla. —No solo eso, chico. Pregúntale sobre todo lo que te preocupa. Quizás romper el hielo con preguntas difíciles sea la única manera de que él vea que no le tienes miedo. Y te aseguro que, aunque no lo parezca, él también necesita que alguien lo entienda.
Arata asintió lentamente. —Gracias, Sergei. Aunque sigues siendo un idiota —dijo con una pequeña sonrisa, el tono de broma evidente.
—No lo niego. —Sergei se levantó del banco, dándole una palmada en el hombro a Arata antes de marcharse. —Buena suerte. La vas a necesitar.
Arata se quedó solo en el jardín, con una mezcla de ansiedad y determinación en su pecho. Sabía que enfrentarse a Mikhail no sería fácil, pero si quería que su relación avanzara, tenía que hacer lo que Sergei le había aconsejado. Era momento de enfrentar al alfa en su propio terreno.