Bajo la lluvia es una historia de romance y pasión que surge de un encuentro inesperado. Mariana, marcada por un pasado complicado, conoce a Samuel, un hombre enigmático que despierta en ella emociones olvidadas. Sin embargo, cuando su exnovio reaparece, el amor se ve amenazado por los fantasmas del pasado. Entre secretos, deseo y decisiones, ambos deberán enfrentar lo que realmente significa arriesgarse por amor.
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cap:17
La sala estaba en silencio, solo roto por el eco distante de la policía que comenzaba a rodear el edificio. Mariana respiraba entrecortadamente, como si cada bocanada de aire fuera más difícil de tomar que la anterior. Samuel la miraba fijamente, su expresión una mezcla de preocupación y culpa. El teléfono en sus manos vibraba con insistencia, pero no lo contestó. No tenía fuerzas para hablar con nadie más.
El hombre mayor, quien había hablado de la red en la que Pablo estaba involucrado, dio un paso adelante. Sus ojos eran oscuros y fríos, y aunque la situación era grave, había algo en su presencia que transmitía una especie de autoridad que hizo que Mariana se sintiera más tranquila, aunque solo fuera por un momento.
—Mariana —dijo el hombre, rompiendo el tenso silencio—, sé que esto es difícil de comprender, pero hay algo importante que debes saber. La muerte de Pablo no cambia lo que tú eres para nosotros. Estás aquí porque, a pesar de todo lo que ha sucedido, eres parte de algo más grande. Un destino más grande que el que habías imaginado.
Mariana lo miró, confundida. ¿Qué quería decir con "parte de algo más grande"? Estaba empezando a sentirse atrapada en una red de mentiras y secretos, y aunque quería entender, sentía que cada vez estaba más lejos de la verdad.
Samuel, sin embargo, parecía haber recuperado algo de control sobre la situación. Se acercó a ella y tomó su mano, apretándola con firmeza. Mariana sintió su calor, su familiaridad, pero también la dureza de lo que estaban viviendo. ¿Podía realmente confiar en él?
—Mariana, lo siento tanto. No te dije todo lo que sabía sobre Pablo. Pero ahora tenemos que mantener la calma. Lo primero es que tenemos que salir de aquí.
El rostro de Mariana se tensó al escuchar esas palabras. La policía estaba cerca, y en cualquier momento, las puertas del edificio podrían abrirse. ¿Qué harían? ¿Cómo escaparían de todo esto?
El hombre mayor, que seguía observando, asintió lentamente.
—Tienes razón. Lo primero es irnos. Después hablaremos, pero no ahora.
Mariana, aunque aterrada, intentó concentrarse en las palabras del hombre. ¿Salir de allí? ¿A dónde irían? Su mente estaba llena de preguntas sin respuesta. Sabía que no podía quedarse allí, atrapada entre las sombras de la muerte de Pablo y la verdad que parecía escaparse de entre sus dedos. Pero también entendía que huir no era la respuesta. Había algo más en juego, algo más grande que ella misma.
—Pero ¿dónde vamos? —preguntó, su voz un susurro.
Samuel, como si hubiera leído sus pensamientos, la miró fijamente, decidido.
—Tenemos un lugar seguro. Un lugar al que podemos ir para pensar, para decidir qué hacer. Pero necesitamos tiempo. Tiempo para que las cosas se calmen.
Aunque la idea de escapar no le agradaba, Mariana sabía que no tenía otra opción. En este momento, su única opción era sobrevivir. El mundo en el que se encontraba ya no era el mismo. Todo había cambiado en cuestión de días.
El hombre mayor, que parecía ser la cabeza de todo, comenzó a caminar hacia la puerta. Samuel, sin soltar la mano de Mariana, lo siguió, guiándola hacia la salida del edificio. La policía estaba más cerca ahora, el sonido de sus radios y vehículos retumbaba a través de las calles desiertas.
Mariana sentía el peso de todo lo que había pasado sobre sus hombros. El asesinato de Pablo, la revelación de Samuel, las fuerzas oscuras que ahora parecían controlarlo todo. ¿Cómo había llegado hasta aquí? En su mente, las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar, pero las respuestas aún se escapaban.
Mientras caminaban hacia el vehículo oscuro que los esperaba, el sonido de la policía se acercaba más y más. Pero antes de que pudieran subirse al coche, algo inesperado ocurrió.
—¡Deténganse! —gritó una voz detrás de ellos.
Mariana se giró y vio a un grupo de oficiales salir de la esquina. Las luces de sus patrullas iluminaban la calle, y el pánico se apoderó de ella. ¿Era el fin? El corazón le latía con fuerza en el pecho, y en su mente solo había una idea: huir.
Pero Samuel, con una calma asombrosa, la sostuvo por los hombros y le susurró al oído.
—No te preocupes. Vamos a salir de esto. Confía en mí. Todo se va a calmar.
Mariana lo miró, buscando en sus ojos una respuesta. Había algo en su mirada que la tranquilizó. ¿Era esperanza?
Poco a poco, a medida que el coche arrancaba y se alejaba de la policía, el mundo a su alrededor comenzó a tranquilizarse. El miedo se disipó ligeramente, y aunque la incertidumbre seguía presente, algo en su interior le decía que, por ahora, estaba a salvo. Había encontrado un refugio, aunque no sabía por cuánto tiempo.
La calma era momentánea, pero por primera vez en mucho tiempo, Mariana sintió que podía respirar un poco más fácil. Sin embargo, sabía que esto solo era el principio. La tormenta aún estaba por venir.