Bajo La Misma Luz

Adrián se esforzaba por adaptarse a su nuevo entorno laboral. La oficina era moderna y acogedora, el equipo parecía amable, y el proyecto que lideraría era una oportunidad única para demostrar sus habilidades. Pero, a pesar de todo, había una sombra que lo seguía a cada paso: la presencia de Héctor en su mente.

El mensaje de Héctor seguía guardado en su teléfono. Lo había leído tantas veces que lo sabía de memoria, pero no se había atrevido a responder. ¿Qué podía decirle? Gracias no parecía suficiente para alguien que, incluso después de todo, le había tendido una mano cuando más lo necesitaba.

Una tarde, después de una reunión particularmente exitosa, Adrián decidió dar un paseo para despejarse. Caminó sin rumbo fijo hasta que sus pies lo llevaron a un pequeño café que solía frecuentar cerca de su antigua oficina. Allí, rodeado del aroma a café recién molido y el murmullo de las conversaciones, no pudo evitar recordar las veces que se había sentado con Héctor en ese mismo lugar.

Sacó su teléfono y, antes de pensarlo demasiado, escribió un mensaje:

"Héctor, gracias por lo que hiciste. No sé cómo habría salido adelante sin tu ayuda."

Dudó unos segundos antes de enviarlo, pero finalmente presionó enviar. No esperaba una respuesta inmediata, pero apenas pasaron unos minutos antes de que su teléfono vibrara.

"No tienes que agradecerme nada. Solo hice lo que creí correcto."

Adrián miró el mensaje, sintiendo una mezcla de alivio y algo más, algo que no podía identificar. Antes de que pudiera responder, llegó otro mensaje.

"Si tienes tiempo, podríamos tomar un café algún día. Me gustaría saber cómo te va en tu nuevo trabajo."

El corazón de Adrián dio un vuelco. Sabía que aceptar esa invitación significaba enfrentar todo lo que había evitado hasta ahora, pero también sabía que lo quería, que necesitaba esa conversación para cerrar el círculo.

—Claro, ¿por qué no? —respondió, manteniendo el tono casual a pesar del torbellino de emociones que sentía.

Dos días después, se encontraron en un café diferente, lejos del bullicio de la oficina. Héctor estaba ya sentado cuando Adrián llegó, con una taza de café entre las manos y una expresión tranquila, aunque sus ojos delataban cierta tensión.

—Adrián —dijo Héctor con una leve sonrisa cuando lo vio acercarse—. Me alegra que aceptaras venir.

—Gracias por invitarme. —Adrián tomó asiento, sintiéndose extrañamente nervioso.

El silencio inicial fue incómodo, pero poco a poco comenzaron a hablar. Héctor le preguntó sobre su nuevo trabajo, y Adrián le habló con entusiasmo sobre los retos y las metas que se había propuesto. Pero cuando Héctor lo miró con esa intensidad característica, Adrián supo que la conversación superficial no era suficiente.

—¿Por qué me ayudaste, Héctor? —preguntó finalmente, rompiendo el hielo que aún quedaba entre ellos—. Después de cómo terminaron las cosas, no tenías por qué hacerlo.

Héctor bajó la mirada, jugando con la cucharilla de su café.

—Porque nunca quise que las cosas terminaran así. Lo único que quería era que fueras feliz, incluso si eso significaba que yo tenía que apartarme.

Adrián sintió un nudo en la garganta.

—Nunca fui justo contigo, Héctor. Me sentía tan confundido que terminé alejándote.

—Y yo te presioné demasiado —admitió Héctor, con una leve sonrisa triste—. Supongo que ambos cometimos errores.

El silencio que siguió no fue incómodo, sino cargado de significado. Finalmente, Héctor habló de nuevo.

—Adrián, no espero nada de ti. Si estás feliz con cómo están las cosas ahora, eso es suficiente para mí.

Adrián negó con la cabeza, su voz saliendo más suave de lo que esperaba.

—No estoy seguro de qué quiero, pero sé que no quiero perderte de nuevo.

Héctor lo miró con una mezcla de sorpresa y algo parecido a la esperanza. Por primera vez en mucho tiempo, Adrián sintió que estaba tomando un paso hacia adelante, aunque no supiera adónde lo llevaría.

Cuando se despidieron esa tarde, Héctor le estrechó la mano, pero la presión duró más de lo necesario, como si ambos supieran que algo había cambiado. Adrián salió del café con una sensación extraña, una mezcla de alivio, confusión y una chispa de posibilidad que no podía ignorar.