Ella es una chica que vive su vida segura de que no nació para amar, mientras que él es un hombre que ya amó una vez pero que no supo hacerlo bien.
Una noche se encuentran en una situación extraña sin saber que el destino ya lo tenía todo planeado.
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Nueve
Mi día acaba de convertirse en el mejor.
Enzo Parisi estaba sentado al sol en la terraza de la mansión donde había comenzado todo cuando muchos años antes Angelo se había aparecido con una chica rara para cuidar de su hijo Nico y hasta él vio venir a una de sus bisnietas, una que le hizo creer que su Anna no se había ido para siempre.
A sus casi ochenta años y viviendo el final con un cancer de pulmón pasaba su tiempo esperando la muerte para reencontrarse con su amada Anna, la única mujer que había logrado que el frío corazón del Parisi latiera o se contrajera de dolor según fuera la circunstancia.
Su querida Anna había fallecido dos años antes de una dolencia cardiaca que la fue apagando poco a poco, pero que no impidió que se amaran hasta el último momento juntos, ellos habían nacido para eso.
Y ahora el hombre que a pesar de sus años seguía manteniendo el respeto que infunde de solo hacerse presente, se conformaba con ver aparecer a su pequeña Danara, un fiel retrato de su amor.
- Voy a dar por sentado que esa alegría que tienes es porque te agrada mi presencia y no porque te recuerdo a la abuela.- bromeó la chica al abrazar al anciano del cuello.
- Cualquiera de las dos es una buena razón para que visites a este viejo.- le contesto sin querer separarse de ella.
Sus hijos, nietos y bisnietos a pesar de ser personas muy ocupadas dejaban siempre un momento para venir a estar con él, cosa que no lo había dejado nunca sentirse solo, pero ninguno era tan bien recibido por los latidos dentro de su pecho como Danara.
Gracias a Anna los pelirrojos proliferaron dentro de la familia Parisi, pero ninguno nunca tuvo el regalo de compaginar el color de pelo con sus ojos azules o de sus rasgos faciales, eso había sido dado todo a la hija de Santino incluida la inteligencia, era como si Dios hubiera querido premiarlo con la presencia de su amor hasta el último día de su vida.
- Te traje un regalo.- le dijo ella al oído del abuelo y el anciano se separó para mirar las manos vacías de la chica- No es algo material pero quiero que sepas que me costó muchísimo.
- Sabes que no necesito de nada.
- Esto sí, estoy segura.- le dijo juguetona.
Danara recogió su pelo en alto y se giró dejando que el hombre viera su espalda desnuda gracias al vestido de verano que traía.
- No son las alas de la abuela, sabes que a mi lo de las agujas no me va, pero quería tener algo más de ella para recordarla.
El hombre pasó sus dedos por la blanca piel de la espalda de la chica y dos lágrimas rodaron por su rostro.
En el centro de esta había tatuada una triqueta exactamente igual a la que llevaba su Anna en el muslo derecho y debajo del dibujo unas rosas rojas como las de su brazo.
- ¿No te basta con mirarte al espejo en las mañanas?- le preguntó el anciano intentando quitar tensión al momento.
- ¿No te gustó abuelo?- le dijo volteando rápidamente para mirar el rostro del hombre.
- Me encantó, todavía no sé que hice tan bueno para que ella siga aquí conmigo.
Ella volvió a abrazar el cuello del anciano y se quedaron un momento en silencio.
- ¿Quieres entrar o seguimos aquí al sol?- le preguntó él sin que se separaran aún.
- Vamos a ponernos un poco a la sombra pero nos quedamos aquí afuera, me gusta esta terraza.
- Cuando muera esta casa será mi herencia para ti.
- Abuelo no hagas eso, yo tengo tíos por encima que les corresponde.
- Ya todo está hablado con ellos, ninguno puso objeción, de hecho fue idea de Nico y cuando Aidan, Ciara y Nora estuvieron aquí lo hablamos los cinco juntos, ellos también creen que si estás aquí es como si tu abuela nunca se hubiera ido.
- Creo que todos esperan demasiado de mi, yo no soy la abuela y temo defraudarlos.
- Por supuesto que no eres la abuela, eres una versión mejorada, letal en todo momento, ella solamente era letal cuando se metían con su familia, en ese momento era mejor no estar cerca.- los dos sonrieron- Pero que obtengas esta casa tiene una condición.
- Lo que quieras.- le contestó apretando una mejilla del anciano haciéndolo sonreír.
- Tienes que prometer que la vas a llenar de amor y de risas de niños como lo hicimos tu abuela y yo.
- Abuelo no pidas eso, pide lo que quieras menos eso, yo no estoy hecha para el amor, yo nací para mandar y ser despiadada, no para amar.- la petición del hombre la hizo terminar la sonrisa que había en su rostro.
- Tú naciste para guiar a la familia y para seguir manteniendo su nombre en alto, pero no puedes permitir que nada de eso arrase con tus sentimientos, tú heredaste el físico de tu abuela, pero la sangre es mía y con esto que acabas de decir no me dejaste duda alguna, tu abuela y yo lloramos mucho porque yo pensaba igual a ti, y después Ciara hizo algo parecido con tu abuelo David y por último tu padre que perdió a tu madre y le costó recuperarla, todos hemos sufrido por amor y hecho sufrir a la persona que nos ama por cobardes, porque pensábamos que era menos peligroso para nosotros plantar una bandera sobre los cadáveres de nuestros enemigos que dejar que un sentimiento entre y nos convierta en alguien débil.
- Abuelo...
- Escucha bien Danara Parisi, esa es mi condición, no quiero que los muros de esta casa vuelvan a ser los muros fríos que fueron antes de que tu abuela llegara a ella, y no quiero que nunca, pero nunca pongas los intereses de la familia por encima de los de tu amor, ama como si fueras una chiquilla cualquiera que no tiene nada de que preocuparse en la vida, y no dejes que la mafia condicione tu existencia, tú serás la reina, la que dé las ordenes, ellos se condicionan a ti, pero el amor, ese es tu privilegio.
Enzo lo sabía por eso apoyo esa relación él sabía que en esta vida a pesar de nuestros errores todos merecemos amor