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Una Mujer En La Mafia #2 -

Una Mujer En La Mafia #2 -

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Mafia / Reencuentro
Popularitas:6.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Ashly Rijo

Segundo libro de- UNA MUJER EN LA MAFIA. Aclarando solo dudas del primer libro. No es que es una historia larga. Solo hice esta breve historia para aclarar algunas dudas.

NovelToon tiene autorización de Ashly Rijo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Una mujer en la mafia

El auto se detuvo frente a la mansión, y el motor se apagó con un ronco suspiro. James permaneció al volante, con el ceño fruncido y la mandíbula tensa. Scott estaba a su lado, impaciente, con los dedos tamborileando sobre la pierna. Atrás, el silencio se sentía como una cuerda a punto de romperse.

—Llegamos —murmuró James sin mirar a nadie.

Scott bajó de inmediato, cerrando la puerta con un golpe seco. Yo lo seguí, sintiendo el peso del chaleco antibalas bajo la ropa y la pistola fría contra mi costado.

Apenas pusimos un pie en el camino de entrada, la puerta de la mansión se abrió. Barbara apareció en el umbral, envuelta en un abrigo negro que parecía hecho a su medida para dramatizar la escena.

—Mis niños… —dijo con una sonrisa suave, extendiendo los brazos como si esperara una reunión cálida. Sus ojos brillaron cuando vio a Scott—. Scott, mi amor… —dio un paso hacia él, pero se detuvo cuando él retrocedió de golpe.

—¿Mamá? —Scott la miró como si fuera un fantasma—. ¿Qué haces con mi novia? —Su voz tembló, pero no de miedo. Era rabia contenida. Su mirada pasó de Barbara a mí—. Y por una maldita vez dime por qué fingiste tu muerte. ¿Qué cojones contigo?

Scott estaba gritando. Las palabras se derramaban como si llevaran años atoradas en su garganta.

—Todo un jodido año llorándote, ¡maldita sea! —Su respiración era irregular, su pecho subía y bajaba con fuerza—. ¿Tienes idea de lo que hiciste? ¿De lo que me hiciste sentir?

Barbara levantó las manos, intentando acercarse con calma.

—Cariño, entiendo que estés enfadado…

—No, ¡no entiendes nada! —La empujó suavemente cuando intentó tocarlo, y sin decir más, se metió en la casa, dejando la puerta abierta tras de sí.

Barbara lo observó desaparecer y luego giró hacia mí con el mismo gesto imperturbable.

—¿Ya ves lo que haces? —dijo con suavidad venenosa—. Solo causas problemas.

La miré fijamente, incrédula.

—¿Yo? —reí sin humor—. ¿Me dices eso con descaro cuando fingiste ser mi madre durante años?

—No, cariño —sonrió como si disfrutara de mi indignación—. La culpa échala a tu padre. Fue él quien me puso de niñera. Yo solo seguí órdenes.

Las palabras se sintieron como un cuchillo girando en el estómago.

—Sabes que creo que te debo una —continuó, inclinando la cabeza—. Mataste a la persona que yo quería matar. Buen trabajo, pero… —hizo un gesto con el dedo índice en sus labios—. Silencio. No querrás que los padres lo sepan.

James seguía a mi lado, silencioso, con los ojos clavados en algún punto más allá de Barbara.

—Mira nada más a quién tenemos aquí —ella lo notó, y su expresión se tornó astuta—. James… si mi esposo supiera que estás saliendo con su hija, ni siquiera estarías vivo.

James no se movió, pero sus ojos se oscurecieron de inmediato.

—Lo primero que te dijo fue que no la metieras en tu mundo. Y es lo primero que haces —Barbara se acercó, casi disfrutando del fuego que encendía—. Deberías ser más obediente, James. ¿O acaso crees que te va a perdonar esta vez?

James cerró la distancia entre ellos de un paso largo.

—No te debo explicaciones. Dame a mi hija —su voz era baja, peligrosa—. O te pongo en mi lista de muertos.

La sonrisa de Barbara se desvaneció en un instante, pero no perdió la compostura.

—Tranquilo… —susurró, sin retroceder—. Amelia está bien. Está conmigo, ¿qué crees que voy a hacerle?

James entrecerró los ojos.

—Confío en ti tanto como confío en el diablo.

La tensión era insoportable.

El silencio se rompió como un cristal al oír las palabras de Barbara, su tono calculador y venenoso.

—Y tú, Miller… —su mirada se deslizó hacia mí con una sonrisa torcida—. ¿Qué se siente cuidar a la hija de una madre que mataste?

El aire se volvió denso. Antes de que pudiera pensarlo, la pistola estaba en mi mano, firme, con el cañón apuntando directo a su frente.

—Tranquila —mi voz salió fría—. También puedo matar a la madre de mi hermano.

Barbara ni siquiera pestañeó, pero la tensión en sus hombros la delató.

—Por mí no te preocupes, preciosa. Adelante —James habló con calma a mi lado, cruzado de brazos, con una ligera sonrisa en los labios—. Aquí estaré parado viéndola morir. Igual que lo hice con la madre de mi hija.

Los ojos de Barbara se abrieron con incredulidad.

—Están locos los dos… —dio un paso atrás, con la vista alternando entre nosotros—. Solo escuchen lo que dicen.

Fue entonces cuando el grito de Scott retumbó desde dentro de la casa.

—¡Amelia!

El pánico en su voz hizo que la sangre se me helara.

Barbara aprovechó el momento. Su mano se movió rápido, me arrebató el arma con un tirón certero y empujó la puerta abierta.

—Entren.

James y yo cruzamos la entrada detrás de ella.

La escena que nos recibió fue un golpe en el estómago. Amelia estaba de pie en medio de la sala, con Scott frente a ella, pero lo que nos dejó sin aliento fue la presencia de dos figuras sentadas al fondo.

Los padres de Alison.

El padre de Alison. El hombre cuya hija yo maté.

—Miren nada más… —la mujer, de cabello oscuro y rostro severo, se levantó lentamente. Su voz era baja, pero cargada de veneno—. A la perra que mató a mi hija.

Mi mano se tensó, buscando instintivamente la pistola que Barbara aún sostenía.

—No quiero problemas —dije, con los ojos fijos en Amelia, que nos miraba con una mezcla de confusión y miedo.

—¿No quieres problemas? —el hombre se levantó, los ojos encendidos de rabia—. Entonces no deberías haberle disparado a mi hija. No sabes el dolor que le causaste a mi familia. En especial a nuestra nieta.

Scott dio un paso al frente, poniéndose frente a Amelia de manera protectora.

—Cálmense —su voz fue tensa—. No es el momento.

La madre de Alison lo miró con desprecio.

—Tú también la defiendes… qué sorpresa.

James permanecía a mi lado, con la mirada fija en el hombre, evaluándolo, midiendo cada movimiento.

Barbara se inclinó hacia mí, con la pistola aún en la mano.

—¿Ves lo que provocas? —susurró, con una sonrisa arrogante—. Dime, ¿sigues queriendo jugar a la asesina?

Mis dedos se crisparon.

—Dame mi arma, Barbara.

—¿Para qué? ¿Para que acabes con toda la familia?

—No. Solo contigo.

—¿No te da pena? —la voz del padre de Alison se quebró de rabia mientras miraba a James—. ¿Cómo puedes estar aquí de pie con la asesina de la madre de tu hija? ¿No te pesa en la conciencia?

James ni siquiera pestañeó.

—¿Pena? —su tono fue cortante, con una frialdad que helaba el ambiente—. ¿Y dónde estaba su pena cuando Alison mató al padre de ella?

El silencio cayó sobre la sala como una losa.

Los padres de Alison se miraron por un instante, pero fue la madre quien respondió, con un destello de desprecio en los ojos.

—Fue su culpa.

Mi corazón dio un vuelco.

—¿Mi culpa? —las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas.

—Claro que fue tu culpa —espetó el hombre, sin siquiera mirarme—. Si no fuera por ti, James nunca habría estado detrás de ti como un perro faldero. Alison nunca habría tenido razones para…

Me quedé helada, incapaz de comprender lo que estaba escuchando.

—Yo era una adolescente … —dije en voz baja, con el desconcierto golpeándome en el pecho—. Ni siquiera sabía nada de nadie.

La madre de Alison sonrió, amarga.

—Eras una adolescente que tenía el corazón de un hombre que Alison quería. Eso fue suficiente.

Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies.

James dio un paso adelante, colocándose ligeramente frente a mí, como si intentara bloquear las palabras que venían hacia mí.

—Dejen de proyectar sus culpas en ella —gruñó—. Alison era una adulta. Sabía lo que hacía. Y si alguien terminó muerto en este juego, fue porque eligió jugar.

Scott permanecía en silencio, con los puños apretados, pero su mirada estaba fija en Amelia, como si quisiera alejarla de todo lo que estaba ocurriendo.

—¿Y tú, Amelia? —la madre de Alison se volvió hacia ella—. ¿No tienes nada que decir?

Amelia levantó la cabeza, sus ojos se encontraron con los de su abuela.

—No. —Su voz fue firme, pequeña, pero segura—. No les debo nada. Y si yo hubiera tenido la oportunidad de matarla lo hubiera hecho.

Scott sonrió de lado, orgulloso, mientras yo sentía que algo dentro de mí se aflojaba, como si una cuerda que llevaba demasiado tiempo tensa por fin se hubiera roto.

Pero los ojos de Barbara se clavaron en mí nuevamente.

—Parece que tienes más amigos que de los que pensaba.

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Nereida Hernández montes
Malo
Rosalia Gonzalez
Bueno
Ylsi Alvarez
Excelente
Joscarina Figueroa
Actualización
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Joscarina Figueroa
Autora actualiza rápido por favor
Ashly Rijo: Chicas despacio. Es que trabajo y llego super cansada a casa. Pero os quiero por estar tan pendientes cada día. Me esforzaré un poco más.
total 1 replies
Joscarina Figueroa
Autora soy nueva lectora por favor actualiza rápido
Ashly Rijo: Ok jjjj.
total 1 replies
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