Isabella Dupont ha pasado su vida planificando una venganza que espera borrar el dolor de su infancia. Abandonada a los cinco años por su madre, Clara Montserrat, una mujer despiadada que traicionó a su familia y robó la fortuna de su padre, Isabella ha jurado destruir el imperio que su madre construyó en Italia. Bajo una identidad falsa, Isabella se infiltra en la constructora internacional que Clara dirige con mano de hierro, decidida a desmantelar pieza por pieza la vida que su madre ha levantado a costa del sufrimiento ajeno.
NovelToon tiene autorización de DL700 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 8
El aire fresco de la noche parisina envolvía a Isabella mientras se acercaba a Le Jules Verne, el exclusivo restaurante ubicado en la Torre Eiffel. Las luces de la ciudad se reflejaban en el río Sena, y el monumento emblemático se alzaba majestuoso sobre ella, un recordatorio constante del poder y la historia de la capital francesa. Al llegar a la entrada, Isabella respiró hondo, ajustó su vestido negro y elegante, y subió por el ascensor que la llevaría al restaurante donde Philippe Marchand la esperaba.
Al salir del ascensor, Isabella recorrió el salón con la mirada, observando la decoración moderna y sofisticada del lugar. Los tonos oscuros, las mesas dispuestas con una precisión casi militar, y las enormes ventanas que ofrecían vistas panorámicas de París, creaban un ambiente que respiraba exclusividad y poder.
Philippe ya estaba sentado en una de las mesas junto a dos hombres. Al verla acercarse, se levantó con una sonrisa y la saludó con un ligero beso en la mejilla.
—Isabella, querida —dijo Philippe con su tono siempre afable—, permíteme presentarte.
Philippe la condujo hacia la mesa donde los dos hombres esperaban. Uno de ellos, un hombre mayor, se levantó inmediatamente con una sonrisa encantadora, irradiando la confianza de alguien acostumbrado a estar en control.
—Marcello De Luca —se presentó el hombre mayor, tomando la mano de Isabella y saludándola con un beso en la mejilla, un gesto que combinaba el encanto europeo con un toque de intimidación.
Marcello era un hombre en sus cincuenta y tantos, de complexión robusta pero elegante. Su cabello gris bien peinado y sus ojos marrones, agudos y observadores, lo hacían parecer un lobo vestido con un traje de diseñador. Había un aura de poder alrededor de él, algo que sugería que estaba acostumbrado a tomar decisiones difíciles y a que el mundo respondiera a su voluntad.
—Encantada, señor De Luca —respondió Isabella, sonriendo con amabilidad mientras mantenía su postura firme, consciente de la necesidad de proyectar confianza sin parecer prepotente.
El otro hombre, mucho más joven, se levantó también y le tendió la mano. Isabella notó de inmediato su atractivo. El era alto, de complexión atlética, con una mandíbula marcada y rasgos que transmitían tanto inteligencia como fuerza. Su cabello oscuro y sus ojos intensos lo hacían parecer el arquetipo del galán europeo.
—Leonardo Esposito —se presentó, estrechándole la mano a Isabella con un apretón firme, demostrando su presencia dominante—. Es un placer conocerte, Isabella.
Isabella sonrió, devolviendo el apretón con la misma firmeza.
—El placer es mío, Leonardo.
Los cuatro se sentaron en la mesa, y un camarero se acercó para servirles vino. Mientras servían las copas, Marcello no perdió tiempo en iniciar la conversación, observando a Isabella con un interés evidente.
—Philippe nos dijo que tenía una nueva arma —comenzó Marcello, con una sonrisa que mostraba un atisbo de admiración—, pero no pensé que fuera tan… bonita.
Isabella sonrió ante el cumplido, pero no dejó que la incomodara. Sabía que este era un juego, y que necesitaba mantener la calma y la concentración.
—Lo importante es lo que hay dentro, no la envoltura, señor De Luca —respondió Isabella con una sonrisa educada, dirigiéndose a Marcello con un tono que mostraba su agudeza y confianza.
Leonardo, que había estado observándola en silencio, sonrió con complicidad.
—Eso me gusta mucho, Isabella —dijo Leonardo, su voz profunda y relajada—. Lo importante no siempre es lo que se ve a simple vista.
Philippe intervino, inclinándose ligeramente hacia adelante para captar la atención de todos.
—Isabella es un activo importante, Marcello. Su talento y su ojo para el diseño son exactamente lo que necesitamos.
Marcello, que había estado mirando a Isabella con atención, cambió su postura, reclinándose en su silla y cruzando los brazos, un gesto que denotaba que estaba considerando seriamente lo que Philippe decía.
—Dime, Philippe, —dijo Marcello, manteniendo su mirada fija en Isabella—, ¿de dónde la sacaste exactamente?
Philippe, siempre preparado, respondió con una historia cuidadosamente tejida, diseñada para encajar perfectamente con la nueva identidad de Isabella.
—El destino nos unió en circunstancias curiosas, Marcello. Nos encontramos por primera vez en el aeropuerto JFK de Nueva York. Ambos estábamos varados por una tormenta, y mientras esperábamos, comenzamos a hablar. Resulta que compartíamos intereses similares, y terminamos intercambiando números. Más tarde, nos reencontramos en una convención de arquitectura en Toronto, y la contraté para que decorara mi casa en Marbella. Desde entonces, nuestra amistad ha crecido, y he visto de primera mano su talento y dedicación.
Marcello asintió, sonriendo ante la historia.
—Me encantan los finales felices, Philippe —dijo Marcello con una sonrisa que mostraba tanto sinceridad como un sutil escepticismo—. Sabes cómo contar una buena historia.
Philippe rió suavemente, volviendo su atención a Isabella.
—Marcello, además de ser un excelente narrador, es uno de los principales accionistas de Montserrat Construcciones —explicó Philippe, mientras Isabella alzaba una ceja, dándose cuenta del tipo de personas con las que Clara Montserrat se había involucrado.
Marcello inclinó su copa hacia Isabella.
—He estado mirando tu portafolio de trabajo, Isabella, y debo decir que me ha parecido… interesante.
Isabella sonrió con modestia, pero manteniendo su confianza.
—Me alegra que lo piense, señor De Luca. Fue más que interesante para mí venir a París para este proyecto.
Marcello sonrió de vuelta, aunque con una pizca de diversión en sus ojos.
—No te creas tan importante, Isabella. —Marcello se inclinó un poco hacia adelante, acercándose a la mesa—. Marchand me encontró en París, sí, pero yo estaba aquí para ver una exposición. Solo decidí aprovechar la oportunidad para conocer a la arquitecta que había maravillado al viejo Marchand.
Leonardo, que había estado observando la interacción entre Isabella y Marcello, decidió intervenir.
—Yo también he visto tu trabajo, Isabella —dijo Leonardo, su tono más serio—, y debo decir que me ha parecido exquisito. Y a diferencia de Marcello, puedo decir que estoy aquí por ti.
Marcello rió, golpeando suavemente la mesa con la palma de la mano.
—Esposito es un romántico, Isabella. No dejes que te engañe —bromeó Marcello, aunque había un tono genuino en su voz que denotaba aprecio por Leonardo.
Isabella sonrió, agradecida por la intervención de Leonardo. Había algo en él que la hacía sentir más a gusto, aunque sabía que debía mantener la guardia alta.
Miró a los dos hombres y dijo a Leonardo:
—Gracias, Leonardo, pero estoy segura de que haré que el señor De Luca vea que mi trabajo vale el precio del avión.
Marcello le lanzó una mirada a Leonardo y luego a Philippe y sonrió.
tiene buen argumento,
hasta el final todo esto está emocionante.
y lo peor es que está arrastrando así hija a ese abismo.
cual fue la diferencia que se quedará con el.
a la vida que si madre le hubiese dado..
Isabella merece tener un padre en toda la extensión de la palabra.
no te falles ni le falles.
la narración buena
la descripción como empieza excelente 😉🙂
sigamos..
la historia promete mucho