Cuando José Luis conoció a Violeta, no sabía a lo que se dedicaba.
Ella intentó cambiar de vida, pero las circunstancias no la dejaron.
Su vida siempre fue muy dura. El amor, la pasión, el sexo, hicieron presa de ella...
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La carta
Tres días después de que terminara la subasta, se vendió casi todo, logrando recaudar un total de seis millones de pesos.
Los acreedores, que padecían buitres, se repartieron dos terceras partes el resto pasó a la familia de Violeta, que eran su padre, madre y un tío lejano. Que para ser sinceros jamás se ocuparon de ella. Triste, pero así son las cosas.
Hubieran visto la cara de los padres de Violeta cuando el notario les dijo que habían heredado dos millones de pesos.
Y para ser sinceros desde que Violeta salió de la casa de sus padres, nunca jamás los volvió a ver, ni ellos preguntaron por ella, así es la vida de injusta. Nadie sabe para quién trabaja.
Los que conocían la historia de Violeta estaban indignados de que los padres hayan sido heredados, cuando ellos la corrieron de su casa de la peor manera.
En cambio, ellos ni se inmutaban, habían recibido una buena cantidad de dinero nada despreciable.
"Bueno, de algo sirvió que haya sido nuestra hija, mira todo el dinero que nos ha dejado", decían ellos.
Ellos estaban muy felices por el dinero que habían recibido, pero ni aún así dejaban de hablar mal de su hija. De pu...@ no la bajaban. Jamás la perdonaron de la vida que llevaba.
Ernesto se decía su amigo y siempre trató de sacarla adelante, pero ella no quiso salir de esa mala vida. En cambio, cuando Pablo le propuso lo mismo a él sí lo aceptó, ¿por qué?, ¿acaso porque Pablo sí tenía bastante dinero?
Bueno, eso ya jamás lo sabrá, ahora Violeta estaba muerta y ya no iba a volver para contar su historia.
La casa donde fue la subasta también fue vendida, ese dinero se lo quedó el gobierno, aduciendo que la casa estaba intestada y de alguna manera se tenía que cobrar.
Una semana después todos se habían olvidado de Violeta.
Esa mujer que sufrió tanto en los brazos de cientos de hombres.
Pero aún así, la vida tiene que continuar.
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Ernesto estaba tranquilo en su casa cuando alguien tocó la puerta.
A abrir vio a un hombre bajito de pelo rubio.
El hombre estaba cubierto de polvo de los pies a cabeza.
Disculpe usted vine lo más pronto que pude para la subasta pero desgraciadamente ya no alcancé a llegar dígame, ¿compró algo de la subasta?
Sí, un mantel, ¿lo quiere ver?
Venía a pedirle, a suplicarle si me lo podía usted ceder.
¿Lo quiere para recordar más a Violeta?, preguntó Ernesto.
Bueno, ella era una gran amiga para mí y ese mantel se lo regalé un día que viajamos a Nueva York.
No se preocupe, si quiere se lo regalo.
De ninguna manera, le puedo pagar lo que ustedes dio por él.
Por supuesto que no, tómelo como un regalo de mi parte.
Gracias no sabe lo que esto significa para mí, dijo el hombre que se identificó como Roberto Ayala.
Bueno, no tengo idea, pero supongo que usted la estimaba mucho, le contestó Ernesto.
Así es, mucho más de lo que yo mismo hubiera querido.
Yo la conocí muy poco, pero también llegué a estimarla mucho, la pobre ha de haber sufrido bastante.
Eso téngalo por seguro. A pesar de la vida que llevaba, en el fondo era muy buena.
Dios la haya perdonado, dijo Ernesto, santiguándose.
Roberto hizo lo mismo. ¿Y usted sabe de qué murió?, preguntó con un dejo de ternura en su voz.
Creo que tenía una enfermedad venérea. Con tantos amantes como tuvo, era lo más posible.
Pues sí, dijo Roberto. Y usted, ¿qué opinión tenía de ella?
Para mí siempre fue un ángel, estuvo en el lugar equivocado.
Tiene razón, ella antes de morir me escribió una carta, ¿quiere leerla?
Mi querido Roberto:
Gracias por preocuparte por mi salud, esto ya no tiene remedio, estoy desahuciada, voy a morir pronto. Esta enfermedad no perdona a nadie. Tú haces que mi sufrimiento sea menos al preocuparte por mí. He tenido pocos amigos de verdad, tú entre ellos.
No creo que tenga tiempo suficiente para poder estrechar tu mano y darte un abrazo por tus buenos deseos al hacerme esa llamada tan significativa. Desgraciadamente, todo está acabado para mí. Estás demasiado lejos, pero es mejor así, no quiero que me veas en este estado tan deplorable. Ya no soy la misma de antes, ni yo me reconozco, a mis casi treinta años, parezco una anciana, la enfermedad me quita todas mis energías. Ten por seguro que te llevaré en mis pensamientos hasta el día de mi muerte.
Sabes que te quiero mucho, aunque hace tiempo que no nos vemos, y no creo que nos veamos más. Gracias por tus palabras de aliento. No considero merecerlas, dado la vida licenciosa que llevo. Una vida la cual no elegí, pero las circunstancias me obligaron. No es una excusa, yo sé que hice mal, pero lo hecho, hecho está.
Hace dos semanas que estoy en cama, y desde aquí te escribí. Aunque no sé hasta dónde logre hacerlo, me siento muy mal, pero a la vez me reconforta saber que eres mi amigo para siempre.
Perdóname por no haber correspondido a tu amor, mi corazón estaba, y aún está ocupado por José Luis, al que también abandoné, pero al contrario de ti, él jamás me perdonó. Y ahora estoy aquí a punto de morir, deseando con el alma que él viniera a verme. Pero supe que él había retomado su vida y se casó con una joven decente, de las que casi ya no hay.
Espero que olvides mi pasado, sé que no será fácil, pero lo deseo de todo corazón.
Y quiero pedirte por último, que busques a José Luis y le hagas saber todo el amor que siento por él. Tal vez no te escuche, pero por favor no dejes de intentarlo.
Aquí estoy en mi alcoba, los acreedores no me perdonan ni estando al borde de la muerte. A ellos solo les importa el dinero, y están como buitres esperando mi muerte para poder vender todo y quedarse con el dinero.
Qué triste es ver que a nadie le importas como persona. Gracias por todo, y adiós.
PD. Ojalá Dios me permitiera volver a verte.
Tu amiga, Violeta.
A todas estas, ¿y la anticoncepción?