Tres reinos fueron la creación perfecta para mantener el equilibrio entre el bien y el mal.
Cielo, Tierra e Infierno vivieron en una armonía unánime durante millones de años resguardando la paz.
Pero una muerte inocente, fue suficiente para desatar el verdadero caos que amenazara por completo el equilibrio y, la existencia de todos los seres en el planeta.
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Bái Lián jiào
—Yacen manchadas de rojo tinto aquellos pétalos blanco como la nieve pura. Y es culpable aquel ingrato que le dejo pasar el tiempo en la soledad de sus lamentos, aquel ingrato que en su osadía se hace llamar amor.
Recuerdo con exactitud el fatídico inicio de todo. Apenas tenía quince años, en una época de plenitud para la nación de WūYā. Aquel día, el sol alcanzaba su punto álgido en el cielo y el aroma de los cerezos en flor anunciaba la inminente gran festividad de la primavera.
Música, danzas, mercaderes y un tumulto de gente colmaban cada rincón. Era el momento más dichoso del año, la celebración donde los mendigos y los nobles se entremezclaban sin las acostumbradas distinciones. Sin embargo, para mí, solo existía una razón por la cual aquella festividad cobraba un carácter especial: él.
Tàizǐ Bái, así llamaban a aquel desgarbado joven vestido de blanco por los habitantes de la Gran WūYā, la nación más eminente entre los reinos mortales. Aquella tierra que demandaba respeto en las tres clases.
Y en un día como hoy, miles de espectadores se congregaban para rendir pleitesía a aquel enclenque muchacho vestido de blanco de pies a cabeza.
¿Qué tenía de extraordinario? Su mera existencia lo era. Un ser destinado a redimir a su nación, un individuo digno de admiración, un gobernante legítimo.
O eso afirmaban las voces cuando se desveló la cruda verdad acerca de su condición, junto con una desmedida alabanza hipócrita a sus actos heroicos.
¿Cuál fue el propósito de su existencia? La profecía sostenía que debía salvar al imperio con su propia vida. Otros, que sentían compasión por su infortunio, sostenían que solo había venido al mundo para sufrir y expiar pecados ajenos.
¿Yo? Yo creo que su existencia tuvo el objetivo de grabar en lo más profundo de mi corazón la maldad que consume este mundo. Su mera presencia era la encarnación misma de la crueldad y su implacable poderío.
Y aquí sigo, preso de esta agonía, debido a que tal vez mis pecados son aún más abominables que toda la hipocresía que reinaba en aquel imperio.
Quizás debí haberme dado cuenta antes del inmenso peso que aquel frágil cuerpo cargaba. Tal vez debí haber mirado con menos arrogancia y más sinceridad. Quizás así habría logrado evitar tantos años de sufrimiento.
Pero eso no es más que un vago anhelo, porque la cruda realidad es que hoy, después de soportar mil años atormentadores, continúo viviendo en un eterno tormento por el gran pecado que cometí aquel fatídico día.
Mil años de infierno, mil años de agonía, ¿es esta la justa retribución antes de que vuelvas? Quizás no, y seguiré pagando el precio...
Glosario:
Fatídico: que augura desgracia o tiene un destino trágico.
Tàizǐ Bái: Príncipe heredero blanco.
Bái lián jiào: Comunidad del Loto Blanco.
Álgido: punto más alto o intenso.
Festividad: celebración o evento festivo.
Desgarbado: de aspecto descuidado o desaliñado.
Redimir: liberar o salvar de un mal o sufrimiento.
Alabanza: elogio o admiración.
Expiar: pagar o purgar una culpa o pecado.
Implacable: incesante o inflexible.
Fatídico: que augura desgracia o tiene un destino trágico.