Danara, una adolescente de 16 años, se siente atrapada entre sus inseguridades y la presión de encajar en la sociedad. Su vida da un giro cuando conoce a Luca, el nuevo vecino de 18 años, extrovertido y lleno de energía, pero con sus propias inseguridades sobre su futuro. A pesar de sus diferencias, entre ellos surge una conexión especial, pero Danara lucha con sus miedos y la diferencia de edad, mientras que Luca teme no ser suficiente para ella.
A lo largo del verano, ambos enfrentan sus temores, aprenden a confiar el uno en el otro y a comprender sus sentimientos. Sin embargo, con el fin de las vacaciones, deben hacer frente a nuevas responsabilidades: Luca se prepara para la universidad y Danara comienza la secundaria. A pesar de los desafíos del futuro, su relación se fortalece, y juntos prometen seguir adelante, enfrentando lo que venga con valentía y amor.
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capitulo 15
Danara
Habían pasado unos días desde que llegamos a la casa de la playa, y cada momento me sentía más fuera de lugar. Mientras todos se divertían, riendo, jugando y disfrutando del verano, yo me sentía como una especie de espectadora. Sobre todo, cuando veía a Luca interactuar con los demás. No es que me molestara que hablara con David o con Marco aunque este ultimo fuera solo un niño de 10 años, pero algo en mí, una inseguridad que no podía controlar, me decía que se estaba distanciando de mí.
Luca se había integrado tan fácilmente a todo el grupo. Se llevaba bien con todos, especialmente con los chicos, y parecía que se divertía muchísimo con ellos. Ellos lo aceptaban rápidamente, y yo, como siempre, me sentía como una niña al margen, insegura, incapaz de encajar realmente.
Lo noté especialmente hoy, cuando Lucas estaba sentado en la terraza con David y Marcos, hablando sobre algún juego o deporte que no entendía muy bien, mientras yo me quedaba atrás, observando desde la ventana. Era como si no existiera, como si ya no me necesitara cerca.
—Debe ser mi imaginación —pensé, dándome una sacudida mental. Pero lo cierto era que cada vez que él no me prestaba atención, sentía como si me estuviera alejando, como si esa conexión que habíamos tenido empezaba a desvanecerse. ¿Será que pensaba que yo era demasiado inmadura, que no era suficiente para él? No podía dejar de pensar en eso.
Y entonces me vino una idea aún peor. Quizá Lucas simplemente se estaba alejando porque pensaba que yo era una niña, que no podía seguir el ritmo de él o de los demás. Tal vez yo era demasiado inexperta en todo, demasiado tímida, demasiado... débil para él. Cada vez que me sentía así, me costaba más pensar con claridad.
Al final, me convencí de algo que no tenía ningún fundamento. **Lo iba a perder.**
Era tan tonta. Tan tonta por sentir celos de cosas tan simples. Pero cuando vi cómo Lucas se reía con David y Marcos, mi corazón dio un vuelco. ¿Acaso ya no pensaba en mí de la misma forma?
Decidí salir a caminar sola por la playa. Necesitaba estar en paz conmigo misma, respirar el aire salado, dejar que las olas me relajaran. Me alejé de la casa, sin decirle nada a nadie, como si mi mundo estuviera a punto de desmoronarse. Necesitaba aclarar mis ideas, aunque no estuviera segura de qué pensaba realmente.
No pasaron ni diez minutos cuando escuché pasos tras de mí. Me giré rápidamente, y ahí estaba él, con una camiseta mojada por el mar y una mirada seria.
—¿Te sientes bien? —preguntó Lucas, acercándose un paso más.
Mi garganta se cerró de inmediato. No podía decirle la verdad. No podía confesarle que estaba asustada, que sentía que lo estaba perdiendo, que no era suficiente para él.
—Sí, claro —mentí, mirando hacia elmar, sin atreverme a mirarlo a los ojos. Sentía un nudo en el estómago, como si mi inseguridad me estuviera consumiendo poco a poco. Lucas permaneció en silencio por un momento, como si estuviera analizando mi actitud.
—¿Seguro? —su tono de voz se suavizó, y pude escuchar la preocupación en él. Sin embargo, mi cabeza seguía llena de pensamientos confusos. ¿Por qué le importaba si yo no estaba bien? No podía dejar de sentir que él tenía tantas otras cosas en la cabeza, y yo solo era un pensamiento pasajero.
Finalmente, se acercó un poco más y se detuvo a mi lado. Los dos nos quedamos en silencio, observando el mar en la misma dirección. La brisa acariciaba nuestras caras, pero dentro de mí todo se sentía revuelto.
—Danara —dijo de repente, haciendo que mi corazón saltara en mi pecho—, sé que estás pensando algo. Puedo verlo en tu cara. No te voy a presionar, pero… ¿puedo preguntar qué te pasa? Estás muy distante hoy.
Mi respiración se volvió más pesada. Me estaba haciendo difícil hablar. No quería parecer débil, pero todo lo que pensaba me estaba atormentando. Finalmente, me giré hacia él y, por primera vez en varios días, lo miré a los ojos.
—Es solo que… —mi voz titubeó, pero me armé de valor—. Creo que me estoy volviendo una carga para ti. No sé, tal vez me estoy sobrepensando, pero veo cómo te llevas tan bien con todos y yo me siento como… como sino encajara. Como si no pudiera seguir el ritmo. Todo el mundo te acepta tan fácilmente, Luca, y yo… yo soy solo la chica tímida que no sabe qué hacer en situaciones como estas. Me siento fuera de lugar, y cada vez que no me prestas atención, siento como si me estuvieras dejando atrás.
Mi voz se quebró al final, y las palabras salieron con una mezcla de frustración y tristeza. Quería ser valiente, quería decir lo que pensaba sin miedo, pero la verdad era que mis inseguridades me estaban aplastando. No podía evitar compararme con los demás, especialmente con las chicas que sabía que Luca conocía. Y me dolía, porque no quería perderlo, pero sentía que era inevitable.
Luca no dijo nada de inmediato. Se quedó quieto, mirándome fijamente, y fue entonces cuando sentí que el aire se volvía más denso. Podía ver cómo procesaba mis palabras, y un pequeño nudo se formó en mi pecho al pensar que tal vez no podría calmarme como siempre lo hacía.
Finalmente, dio un paso hacia mí. Su expresión había cambiado, de la preocupación a algo más suave, más comprensivo.
—Danara, mira, no sé cómo explicarlo, pero… no tienes nada que temer —dijo, su voz baja y serena, pero firme. —Lo que tienes no tiene nada que ver con cómo te sientes ahora. No importa cuánto me lleve bien con los demás. Lo que importa aquí eres tú, porque a ti es a quien quiero conocer mejor. No hay nada que me haga sentir más a gusto que estar cerca de ti.
Me quedé en silencio, intentando procesar lo que acababa de decir. Lucas se acercó aún más y, por un instante, sentí que todo lo que me había atormentado durante días desaparecía. Su cercanía no solo me tranquilizó, sino que me hizo sentir como si fuera posible que las cosas entre nosotros realmente fueran reales.
—No me estás perdiendo, Danara. —Tomó una de mis manos con suavidad. —Eres valiosa, eres importante para mí. Y no importa lo que pienses o sientas, estoy aquí, contigo, porque me importas. Y no es por nada de lo que hayas hecho o dejado de hacer, es solo porque me haces sentir bien, por quien eres. Y eso es todo lo que necesito saber.
Un nudo se aflojó en mi pecho, y por primera vez en días, sentí una paz que no había sentido en mucho tiempo. Mis miedos seguían ahí, pero algo dentro de mí cambió. Tal vez todo lo que necesitaba era escuchar esas palabras. Tal vez nunca había sido una "carga" para él, como había temido. Tal vez lo que estaba pasando entre nosotros era más simple y verdadero de lo que yo había imaginado.
—¿Entonces, no me vas a dejar atrás? —pregunté, casi en un susurro, mientras miraba sus ojos con una mezcla de vulnerabilidad y esperanza.
Luca sonrió suavemente, y aunque no era una sonrisa de esas que él daba a los demás con tanta facilidad, era la sonrisa más genuina que había visto en mucho tiempo.
—Nunca —respondió con confianza. —No te voy a dejar, Danara. Estoy aquí. Y siempre voy a estar aquí.
El alivio que sentí fue inmediato, y por primera vez en mucho tiempo, me permití confiar en mis sentimientos. Todo lo que había estado guardando en mi interior, todas mis dudas y temores, se desvanecieron. No importaba si Luca tenía más experiencia o si no encajaba perfectamente en el molde que pensaba que debía ser. Lo único que importaba era lo que sentíamos, y eso era suficiente para mí.
Me sentí valiente por primera vez en mucho tiempo. Al fin había decidido confiar en lo que sentía, y, al hacerlo, sabía que no estaba sola en esto. Había algo real entre nosotros, y no iba a dejar que mis inseguridades lo destruyeran.
Y, mientras la brisa del mar acariciaba nuestros rostros, me di cuenta de que, al menos por ahora, estaba dispuesta a abrazar lo que fuera que estuviera naciendo entre Luca y yo.