En un mundo dominado por vampiros, Louise, el último omega humano, es capturado por el despiadado rey vampiro, Dorian Vespera. Lo que comienza como un juego de manipulación se convierte en una relación compleja y peligrosa, desafiando las reglas de un imperio donde los humanos son solo alimento. Mientras Louise lucha por encontrar a su hermana y ganar su lugar en la corte, su vínculo con Dorian pone en juego el equilibrio del reino, arrastrándolos a ambos hacia un destino oscuro y profundo, donde la lealtad y el deseo chocan.
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Una Sombra profunda
Dorian se había vuelto una constante en la vida de Louise. Todos los días o noches, el vampiro se sentaba junto a él, hablándole de su imperio, de las guerras que había librado, y de las traiciones que había enfrentado para mantener su poder. Louise escuchaba, al principio con indiferencia, manteniendo su mente enfocada en su hermana perdida. Sin embargo, algo en las palabras de Dorian comenzó a resonar en él, una conexión inexplicable que no podía ignorar.
El imperio, que al principio parecía impenetrable, comenzó a revelarse como un lugar lleno de fisuras. Entre los muros de mármol pulido se gestaban intrigas y rivalidades que solo se intensificaban. Louise aprendía de cada relato, cada historia de traición y de batallas libradas en las sombras, mientras la fascinación por el mundo que Dorian le presentaba empezaba a confundir su mente. No podía evitar sentirse atraído por la intensidad con la que el vampiro narraba sus victorias y sus sacrificios, como si cada palabra que pronunciaba buscara pintar un retrato de grandeza que Louise no pudiera resistir.
Una noche, mientras el fuego crepitaba suavemente en la chimenea, Dorian habló de la primera guerra que había enfrentado como rey, un conflicto sangriento contra una alianza de antiguos vampiros que querían derrocar su reinado. Louise lo escuchó, al borde de la cama, y por un instante, sintió un destello de admiración que no supo cómo explicar. Dorian se veía diferente bajo la luz tenue, menos monstruo y más humano, como un hombre que había soportado demasiado peso sobre sus hombros.
—¿Por qué me cuentas estas cosas? —se atrevió a preguntar Louise.
Dorian lo observó por un momento, sus ojos rojos brillando con un misterio insondable. Parecía medir sus palabras, buscando una respuesta que pudiera envolver a Louise con sutileza.
—Porque quiero que entiendas, Louise, que mi mundo no es tan simple como parece. Porque quiero que veas que no soy solo el villano de tu historia. Cada acción que tomo, cada decisión... todo es por el bien del imperio. —Dorian se inclinó un poco más cerca, y su voz se volvió más baja, casi íntima—. Y porque, en el fondo, tú también ya eres parte de este mundo.
Louise sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras de Dorian lo inquietaban, lo desestabilizaban. Pero más allá de la incomodidad, había algo más, algo que lo hacía querer escuchar más, incluso si cada palabra lo acercaba a un abismo del que no estaba seguro de poder escapar. No podía entender por qué, pero empezaba a pensar que, tal vez, Dorian también estaba atrapado en una jaula, una hecha de ambiciones y sombras.
Sin embargo, el vampiro no era el único que libraba una batalla interna. Mientras las noches transcurrían, los consejeros de Dorian observaban con creciente preocupación. Nobles de familias antiguas, con siglos de lealtad a la corona, se reunían en salones oscuros para murmurar sobre el cambio en el comportamiento de su rey. No entendían por qué mantenía a un simple humano tan cerca, por qué desviaba su atención de las amenazas que se cernían sobre el imperio.
—Este humano es una distracción que el rey no puede permitirse —decía el duque Valerian, un hombre de cabellos grises y mirada aguda—. Las naciones vecinas están al acecho, esperando el momento adecuado para atacar. Y sin embargo, Dorian desperdicia sus noches cuidando de un prisionero.
—Quizás haya algo más detrás de esto —sugirió la condesa Lyra, una mujer de aspecto etéreo que solía moverse entre las sombras de la corte como un fantasma—. Hay rumores de que el humano posee un poder oculto, algo que Dorian no ha compartido con nosotros. Quizás, si pudiéramos descubrirlo...
Pero no todos los consejeros compartían el mismo escepticismo. Un grupo más joven veía a Louise de manera diferente, como una pieza misteriosa que podría inclinar la balanza a su favor en los juegos políticos del imperio. Entre ellos se encontraba el marqués Elias, un vampiro de ojos dorados y una sonrisa afilada, que veía en Louise una oportunidad para influir sobre el rey.
—Es interesante cómo un simple humano puede causar tanto revuelo en la corte —comentó Elias una noche, mientras observaba a Dorian desde la distancia—. Si uno supiera jugar bien sus cartas, podría usar a ese humano para cambiar muchas cosas.
Pero Dorian no era ajeno a las intrigas que se cocían a su alrededor. Era un rey que había sobrevivido más de un siglo de conspiraciones, y aunque no lo demostraba, las palabras que sus consejeros murmuraban a sus espaldas no pasaban desapercibidas. Conocía las miradas de desconfianza, las sonrisas envenenadas de aquellos que cuestionaban su juicio. Sin embargo, Dorian mantenía su enfoque. Sabía que en Louise había algo más, algo que los demás no podían ver, y que incluso él mismo no lograba comprender del todo.
Louise, por su parte, empezaba a notar las fisuras en la aparente estabilidad del imperio. A través de las conversaciones con Dorian, se daba cuenta de que el poder de Vespera era tan vasto como frágil. Las alianzas con otros reinos vampíricos estaban llenas de tensiones ocultas, de promesas quebradizas que podrían desmoronarse ante la más mínima provocación. Louise comenzaba a entender que, si Dorian lo veía como una pieza importante, no era solo por un capricho, sino porque en medio de la tormenta política, cualquier ventaja, por pequeña que fuera, podía ser la diferencia entre mantener el trono o perderlo todo.
Y así, cada noche que pasaba, Louise se encontraba más enredado en la red que Dorian tejía a su alrededor, una red que lo atrapaba con promesas de poder y protección, pero que también lo llevaba a cuestionarse si el monstruo que creía conocer era realmente el villano que tanto temía.