Nací Para Ser La Villana Del Cuento

Capítulo 9 - Revelaciones Dolorosas

Mientras me entrenaba incansablemente bajo la tutela de Selene, sentía cómo poco a poco iba ganando mayor control sobre mis poderes mágicos. La energía oscura que había atormentado mi vida ahora respondía a mi voluntad, canalizándose hacia hechizos defensivos y ofensivos que me permitían enfrentar cualquier amenaza.

Sin embargo, a medida que avanzaba en mi entrenamiento, también empecé a tener acceso a recuerdos y conocimientos olvidados. Visiones del pasado que me mostraban la compleja trama que se había tejido en las sombras de mi reino.

Una noche, mientras Selene y yo meditábamos juntas, tuve una de esas intensas visiones. Me vi a mí misma, siendo apenas una niña, caminando por los pasillos del palacio. Pero no estaba sola, a mi lado iba una figura encapuchada cuya identidad no lograba distinguir.

La visión se volvía cada vez más nítida, y pronto pude ver que me dirigía hacia las cámaras más recónditas del castillo, lugares a los que solo tenía acceso la familia real. La figura encapuchada me guiaba, susurrándome instrucciones que yo obedecía sin cuestionarlas.

Finalmente, llegamos a una cámara oculta, donde una enorme criatura de apariencia demoníaca yacía encadenada. Sentí cómo mi pequeña mano se extendía hacia ella, liberándola de sus ataduras, y entonces la visión se desvaneció, dejándome con un profundo sentimiento de horror y culpa.

—¿Qué... qué fue eso? —murmuré, temblando visiblemente.

Selene me observó con una expresión grave, como si hubiera estado esperando ese momento.

—Parece que has comenzado a recuperar fragmentos de tu pasado, Lilith —dijo con suavidad—. Recuerdos que habían sido borrados de tu mente.

La miré con angustia, sintiendo cómo el peso de esa revelación caía sobre mí.

—¿Quieres decir que... yo libere a esa criatura? —pregunté con voz temblorosa—. ¿Que fui yo quien desató esa oscuridad sobre mi reino?

Selene asintió con pesar.

—Así es, mi niña —respondió, posando su mano sobre la mía—. Fuiste tú, bajo la influencia de alguien más, quien liberó a esa abominación.

Un sollozo se escapó de mis labios, y sentí que las lágrimas comenzaban a correr por mis mejillas.

—Pero... ¿cómo pude hacer algo así? —murmuré, desesperada—. ¡Yo nunca habría querido traer tanta destrucción a mi propio hogar!

Selene me miró con compasión y estrechó mi mano con firmeza.

—No fue culpa tuya, Lilith —dijo con voz serena—. Alguien manipuló tu inocencia y tu ingenuidad para lograr sus propósitos siniestros. Pero ahora tienes la oportunidad de remediar ese error, de enfrentar a esa oscuridad que tú misma liberaste.

Asentí lentamente, secando mis lágrimas con determinación.

—Tienes razón —respondí con voz firme—. No puedo permitir que esa abominación siga atormentando a mi reino. Debo detenerla, cueste lo que cueste.

Selene esbozó una leve sonrisa y apretó mi mano con cariño.

—Así se habla, mi valiente princesa —dijo con orgullo—. Y recuerda que no estás sola en esta lucha. Todos nosotros estamos aquí para apoyarte.

En ese momento, la puerta de la cámara se abrió y Endymion entró con semblante preocupado.

—Lilith, Selene, tenemos noticias urgentes —anunció—. Tu padre ha ordenado arrestar a todos los desterrados. ¡Están en peligro!

Sentí cómo la sangre se me helaba en las venas. Si mi padre había descubierto a nuestros aliados, significaba que la batalla final se acercaba.

—Entonces no hay tiempo que perder —dije, poniéndome de pie con decisión—. Debemos ir a advertirles y prepararnos para enfrentarlo.

Endymion y Selene asintieron, y los tres salimos corriendo hacia el escondite de los desterrados, listos para enfrentar la tormenta que se avecinaba.

Al llegar, encontramos a Damien y al resto del grupo reunidos, con semblantes tensos y determinados.

—Nos has avisado a tiempo, Endymion —dijo Damien, con una sombra de preocupación en su rostro—. Tus informantes han confirmado que tu padre ha movilizado a toda la Guardia Real para apresar a los desterrados.

Apreté los puños con impotencia, odiando tener que enfrentar a mi propia sangre.

—Entonces debemos actuar rápido —respondí con firmeza—. No puedo permitir que los capturen y los lleven ante mi padre.

Damien asintió y se volvió hacia el resto del grupo.

—Muy bien, escuchen con atención —dijo, adoptando su tono autoritario—. Nikolai, tú y tus espías deberán guiar a los guardias leales a nosotros hacia una trampa. Mantendremos a tu padre y a sus hombres ocupados mientras el resto de nosotros escapamos y nos reagrupamos en un lugar seguro.

El hombre de mirada astuta asintió con resolución, y Damien se volvió hacia Esmeralda y Theron.

—Ustedes dos, reúnan a todos nuestros simpatizantes dentro de la Guardia. Necesitaremos su ayuda para abrir camino y proteger a los desterrados durante la huida.

Los jóvenes asintieron con determinación, y Damien finalmente se giró hacia mí.

—Y tú, Lilith —dijo con gravedad—, deberás enfrentar a tu padre cara a cara. Es la única forma de que podamos ganar tiempo suficiente para que los demás escapen.

Tragué saliva, sintiendo cómo el miedo y la incertidumbre se apoderaban de mí. Pero, al mismo tiempo, una determinación inquebrantable crecía en mi interior.

—Lo haré —respondí sin vacilar—. Debo detener a esa criatura que liberé, y confrontar a mi padre sea como sea.

Damien esbozó una leve sonrisa y apretó mi hombro con firmeza.

—Sabía que podía contar contigo, princesa —dijo—. Ahora vete, y que la luz guíe tus pasos.

Asentí con resolución y me volví hacia Endymion y Selene.

—Es hora de la batalla final —les dije—. Estén preparados, porque todo puede suceder.

Ambos asintieron en silencio, y juntos nos dirigimos hacia el corazón del palacio, dispuestos a enfrentar el destino que nos aguardaba.

Conforme avanzábamos por los pasillos, podía sentir la tensión en el ambiente. Los guardias iban y venían con urgencia, y podía escuchar el murmullo de voces airadas que hablaban de la supuesta rebelión de los desterrados.

Finalmente, llegamos a las imponentes puertas de la Sala del Trono…