Nadie recuerda cómo comenzó, pero en los viejos cuentos se dice que Sombravelo era un reino bañado en luz dorada, donde las estrellas brillaban en el día y la magia fluía como el agua en los ríos. Sin embargo, algo oscuro se apoderó del reino. Una sombra antigua, nacida de los miedos más profundos de la humanidad, comenzó a extenderse, transformando a sus habitantes en figuras retorcidas y grotescas. Este mal, llamado La Niebla Devora-Sueños, era invisible para el ojo humano, pero dejaba marcas en el alma.
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Capítulo 20: El Último Umbral
Elías se encontraba aún bajo el imponente Árbol del Corazón de Sombravelo, donde había alcanzado un equilibrio interior que nunca había creído posible. Sin embargo, sabía que el viaje no había concluido. En lo profundo de su ser, sentía la presencia de una última puerta que debía cruzar, un umbral hacia un destino que el bosque había estado preparándolo para enfrentar.
Nox descendió de su rama y se posó sobre el hombro de Elías, su mirada aguda y seria. —"Has llegado lejos, joven Guardián. Pero hay algo que debes entender. El Árbol del Corazón es el centro de este mundo, pero no es su verdadera raíz. Para completar tu misión, debes viajar al Nexo de las Sombras, donde Sombravelo y la realidad se entrelazan. Allí se esconde la fuente de la Niebla."
Elías sintió una punzada de inquietud. El Nexo de las Sombras era un lugar del que había oído solo en susurros, un espacio entre los reinos donde las barreras entre la magia y la realidad se desdibujaban. Un lugar donde las sombras no eran meras figuras de la luz, sino manifestaciones de recuerdos perdidos, miedos reprimidos y antiguas promesas rotas.
—"¿Cómo puedo llegar al Nexo?"— preguntó Elías, con voz firme, pero sintiendo una leve vibración de nerviosismo en el pecho.
—"Debes regresar a la Fuente de los Recuerdos,"— explicó Nox—, "y sumergirte en sus aguas doradas. Esta vez no solo para recordar lo olvidado, sino para abrir el camino hacia lo que yace más allá. Las aguas te transportarán al Nexo, pero cuidado, porque allí las sombras son más poderosas que en cualquier otro lugar."
Con una mezcla de determinación y aprehensión, Elías comenzó el camino de vuelta a la Fuente. El bosque a su alrededor parecía susurrar palabras de ánimo y advertencia a la vez. Era como si Sombravelo, consciente de que el final del viaje estaba cerca, estuviera infundiendo sus últimas energías en él.
Al llegar a la Fuente de los Recuerdos, notó que el agua dorada brillaba con una intensidad mayor que la vez anterior. Las flores a su alrededor parecían cantar con una voz baja y armónica, un preludio a lo que estaba por venir. Elías respiró hondo y se acercó al borde, mirando su reflejo en la superficie dorada. Se veía distinto ahora; sus ojos, aunque cansados, tenían una chispa de fuerza renovada.
—"Estoy listo,"— dijo en voz alta, como para convencerse a sí mismo.
Sumergió las manos en el agua y sintió una calidez recorrer su cuerpo. Luego, sin dudar, se dejó caer dentro, siendo envuelto por una sensación de caída que parecía durar una eternidad. Cuando finalmente sus pies tocaron suelo firme, Elías se encontraba en un lugar completamente distinto.
El Nexo de las Sombras era un paisaje surrealista, donde los colores cambiaban y se desvanecían a cada instante. El suelo bajo sus pies estaba cubierto por una neblina espesa, y a su alrededor flotaban figuras indistintas, sombras con formas humanas que se retorcían y murmuraban en un lenguaje antiguo. Era un lugar donde el tiempo no parecía tener sentido, donde las fronteras entre lo real y lo imaginario se habían desmoronado.
Frente a él, alzándose como un portal oscuro, estaba la entrada a lo que parecía un antiguo templo. Sus puertas eran enormes y estaban decoradas con símbolos que se entrelazaban en patrones complejos, como si contaran una historia perdida en la memoria del mundo. Al acercarse, Elías sintió una energía poderosa emanando de las puertas, una presencia que parecía esperar su llegada desde hacía mucho tiempo.
De pronto, las sombras alrededor comenzaron a reunirse, formando una figura colosal frente a las puertas. Era la Sombra Suprema, la encarnación de la Niebla que había estado causando el caos en Sombravelo. Su forma era cambiante, un vórtice de oscuridad pura que parecía absorber la luz a su alrededor. Desde su centro, dos ojos brillaban como antorchas encendidas, fijos en Elías.
—"Así que has llegado, pequeño Guardián,"— la voz de la Sombra resonó como un trueno, profunda y llena de eco. —"He sentido tus pasos en este bosque, he observado tus triunfos y tus miedos. Pero Sombravelo es mi dominio, y tú no eres más que un intruso."
Elías sintió el peso de la mirada de la Sombra sobre él, como si cada rincón de su ser estuviera siendo escudriñado. Sin embargo, no se dejó intimidar. Había llegado hasta allí no solo para enfrentarse a la oscuridad, sino para traer luz a aquellos lugares donde las sombras reinaban.
—"No soy un intruso,"— respondió Elías con voz firme—. "Soy un Guardián de Sombravelo, y he venido a restaurar el equilibrio. No importa cuán poderoso seas, la luz siempre encontrará una forma de brillar en la oscuridad."
La Sombra soltó una risa gutural, como si las palabras de Elías le resultaran una broma. —"Entonces, pequeño Guardián, prueba tu fuerza. Veamos si realmente puedes superar la oscuridad que te rodea."
Sin previo aviso, la Sombra se abalanzó sobre Elías, desplegando sus oscuros brazos como tentáculos que se extendían para atraparlo. El joven se lanzó hacia un lado, esquivando por poco el ataque. Con la piedra cristalina en mano, liberó una ráfaga de luz brillante que cortó a través de la oscuridad, dispersando temporalmente los tentáculos. Sin embargo, la Sombra se recomponía rápidamente, y sus ataques volvían a ser cada vez más feroces.
Elías entendió entonces que no podía derrotar a la Sombra con fuerza bruta. La clave estaba en el equilibrio, en aceptar la oscuridad sin permitir que lo consumiera. Cerrando los ojos, se centró en la sensación de la piedra en su mano y en la conexión que sentía con el Árbol del Corazón. Dejó que la luz de su interior se mezclara con la oscuridad, canalizando ambos en una única fuerza armoniosa.
La piedra cristalina comenzó a brillar con una intensidad que hizo retroceder a la Sombra. La luz que emanaba de ella no era una simple luminiscencia, sino una mezcla de colores oscuros y brillantes que creaban un patrón de equilibrio perfecto. Elías levantó la piedra y lanzó un rayo de esa luz armoniosa hacia el centro de la Sombra Suprema.
La oscuridad se retorció, intentando resistir, pero la luz encontró su camino. La Sombra comenzó a fragmentarse, sus formas desmoronándose en fragmentos más pequeños que se desvanecían en la neblina. Con un último grito de desafío, la Sombra Suprema fue absorbida por el resplandor, disolviéndose en la luz que ahora llenaba el Nexo.
Elías cayó de rodillas, exhausto pero victorioso. El Nexo de las Sombras empezó a cambiar a su alrededor; la neblina se disipaba, y el ambiente se llenaba de una claridad nueva. Se dio cuenta de que el templo frente a él había comenzado a abrir sus puertas, invitándolo a cruzar el último umbral.
Al hacerlo, una sensación de paz lo envolvió, y comprendió que había completado su misión. Sombravelo estaba a salvo, y él había encontrado el equilibrio en su interior, capaz de abrazar tanto la luz como la oscuridad. Ahora, era más que un Guardián; era un maestro de su propio destino.
Con una última mirada al Nexo, Elías dio un paso hacia adelante, sabiendo que siempre llevaría consigo el poder de Sombravelo en su corazón. El bosque, el cuervo, y todas las criaturas que había conocido se convertirían en parte de su historia, y él, a su vez, sería una leyenda entre ellos. El viaje de Elías había llegado a su fin, pero su vida como Guardián de Sombravelo apenas comenzaba.