No siempre lo que crees que fue verdad lo era
No siempre la mujer que creíste amar te amaría
No siempre lo que tú creíste que eran leales a ti lo fueron
regrese a mi primer vida después de experimentar otra vida en otro mundo
Quieres conocer más de mi historia la del principe heredero Alexander D Angello del imperio Zafiro quédate y te contaré mi dolor y vivencias y por lo que en está vida lucharé por ser mejor y proteger a mi familia de la traición de los que nos rodean.....
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mi historia
Es una locura lo que les voy a contar, pero fue lo que viví en mis dos primeras vidas. Comienzo por presentarme: mi nombre es Alexander de Ángelo, príncipe heredero del imperio Zafiro, hijo del emperador Fausto de Ángelo y la emperatriz Luna de Ángelo. Cuando tenía 4 años, mi madre falleció de una extraña enfermedad, que nos dejó a mí y a mi hermana de 2 años huérfanos de madre y a mi padre sin su otra mitad de vida; La mitad de su ser se fue con mi madre al fallecer.
Al transcurrir dos años, una mujer, la actual reina regente Casandra de Ángelo, se convirtió en la segunda esposa de mi padre, pero él nunca la amó. Hoy entiendo el porqué: ella lo drogó y se introdujo en sus aposentos de la forma más baja, para que él la aceptara como su emperatriz, algo que mi padre no permitió, ya que la única que tenía ese derecho de ser emperatriz era mi madre. A mi madrastra no le cayó en gracia y nos odia a mí y a mi hermana, pero qué mal por ella, porque mi padre nunca le importó y no le importa lo que haga su reina, una reina de título porque ni poder tiene
Me río de la ingenuidad que tuve al pensar de esa manera, ya que ella forjó su propio rumbo en beneficio propio. Solo dio a luz a un hijo, mi hermano Diego de Ángelo, quien lamentablemente falleció a la edad de ocho años, siendo el único hijo que tuvo con mi padre, ya que él nunca regresó a sus aposentos. Con el paso de los años, a la edad de doce, me fue otorgado un compromiso con Nadia de Zuxes, la hija de los duques de Zuxes.
Admiro la belleza de una niña encantadora, quien sería mi futura princesa heredera y emperatriz, y que compartiría a mi lado el gobierno del imperio que me legaría mi padre. Sin embargo, nada salió como lo había imaginado. Al crecer sin una madre, experimenté la frialdad del entorno que me rodeaba, lo que me llevó a evitar el acercamiento de los demás. Detestaba que me dirigieran la palabra sin la debida reverencia, cultivando un sentido de orgullo y una actitud despiadada. Para mí, los esclavos eran simplemente eso: esclavos, y consideraba que un plebeyo sólo existía para servir a sus amos. Para mí, todos eran mis peones. Lo que yo decía debía cumplirse, o simplemente no me servía. Los criados me temían, la corte me detestaba y el pueblo solo me seguía porque los liberé de las guerras. Sin embargo, la verdad era que nadie me amaba. A pesar de eso, mis logros eran de primer nivel: gané dos guerras y llevé al imperio a convertirse en uno de los más grandes y fuertes. A la edad de veintiuno años, regresé como un gran general de siete estrellas, el único y más poderoso, al mando de un inmenso ejército. Con la conquista de dos reinos que se integraron a nuestro Imperio Zafiro, contraje matrimonio con mi prometida. Lo hice principalmente por cumplir con lo que se esperaba de mí, ya que mi principal objetivo siempre había sido ser un gran líder, sin que nada más me importara, cumpliendo así con las expectativas de mi padre. Me casé con Nadia de Zuxes, aunque nuestra unión era de respeto y formalidad, ella desempeñaba a la perfección sus funciones como princesa heredera. Tras tres años, mi padre me entregó la corona, y a los 24 años me convertí en emperador de Zafiro, con ella a mi lado como emperatriz.
Después de aproximadamente cinco años sin descendencia, ya que mi emperatriz no me había dado un hijo, lo cual era muy importante para el imperio, yo lo consideraba algo normal. Sin embargo, durante una de las expediciones por el imperio, conocí a una mujer, hija de barones, que era realmente hermosa. Tenía cabello negro, piel blanca y unos hermosos ojos grises, además de poseer un buen cuerpo. Me atrajo a primera vista, a pesar de ser consciente de que contaba con mi emperatriz. La expedición tenía una duración aproximada de siete meses.
Ella me acompañó a cumplir con mis responsabilidades y, a petición mía, su padre me la entregó con gusto. Con el tiempo, se convirtió en mi amante y quedó embarazada. La llevé de regreso a mi palacio, cuando mi emperatriz se enteró, se sintió muy humillada. Me suplicó e incluso se arrodilló para que no lo hiciera, pero a mí no me importó una m****a...
Le mencioné que llevábamos muchos años de matrimonio que no teníamos un heredero. Por esa razón, argumenté que la señorita Sofía Scott sería coronada como mi reina, ya que ella estaba embarazada de mi hijo, y no había ninguna ley que lo impidiera. Sin embargo, la corte se opuso a esta idea, ya que Nadia, a pesar de todo, era una excelente emperatriz. La situación entre mi emperatriz y mi reina se volvió complicada, al punto de que mi emperatriz me solicitó el divorcio, se separó de mí y se unió al emperador del imperio enemigo. Convirtiéndose en emperatriz de este.
Cuando nació mi primer hijo, mi reina se convirtió oficialmente en mi emperatriz y, en ese momento, me sentí el hombre más feliz del mundo. Era idéntico a su madre, con su cabello negro y ojos grises, el príncipe heredero del imperio Zafiro, con una fuerza incomparable entre los siete imperios. Sin embargo, nada es eterno, y la felicidad no duró mucho. Después de unos meses, descubrí que mi reina me había engañado; ese niño no era mío, y mi emperatriz siempre había sabido que yo era estéril. Todos me dieron la espalda y tuve que condenar a mi reina a la guillotina por traición. Mis más leales súbditos me traicionaron porque no podían soportar mi forma de ser...
Mi padre fue el único que estuvo a mi lado, pero al ver a su hijo transformado en un tirano, se desmoronó, lo que llevó a su trágica muerte. Mi hermana tuvo un destino terrible; la entregué a un imperio vecino, donde se convirtió en princesa, pero su esposo la maltrató y sufrió abusos demasiado perturbadores, que el solicitó a sus sirvientes, que le causaran a mi hermana una muerte atroz. Yo, por mi parte, heredé un vasto imperio, pero me sentía solo. Todo esto ocurrió porque la ex reina regente, esposa de mi padre, me había estado envenenando desde muy pequeño, había manipulado a todos los que estaban a mi alrededor. Fueron personas que me enseñaron a ser despiadado y frío, para que así no me percibieran como débil. Logré convertirme en lo que ella deseaba: el peor tirano. Y aquí estoy, con mi propia espada clavada en el pecho, sentado en el trono, desangrándome mientras miro a los ojos de quien una vez fue mi emperatriz, quien me está apuñalando y me dice que, tal vez, si no hubiera sido un tirano, no me estaría hiriendo. Pero que yo nunca le importé; ella, al igual que yo, únicamente cumplía un deber impuesto por mi padre, el antiguo emperador.
Es muy difícil escuchar esas palabras de la mujer que estuvo a tu lado. Así es la vida; he terminado en esta situación debido a la mujer que alguna vez fue mi esposa y que hoy se unió a mi enemigo con el objetivo de derrocar mi mandato, incluso llegando a causarme la muerte. Ella ocultó de mí que nunca podría ser padre, sabiendo que mi madrastra estaba aumentando su poder.
Todo fue una trampa que ella fraguó para convertirme en el tirano que soy, para arruinar a mi hermana y destruir a mi padre. Jamás había estado en sus aposentos, pero la responsabilidad no recae en nosotros, sino en ella, que anhelaba el poder sin considerar las repercusiones de sus acciones. La miro y no puedo creer que estuve con una mujer a quien nunca llegué a conocer, que siempre me ocultó lo que sucedía con mi madrastra.
Cierro los ojos y solo me lamento por haberme distanciado de las personas que realmente me amaron en esta vida.
Así concluye mi primera vida, marcada por la miseria, el dolor, la traición y el sufrimiento, todo lo cual yo mismo provoqué.