¿Qué tiene de malo ser pobre?
Yo solo quería trabajar y llevar una vida en paz lejos de mis hermanos.
Alejandro un CEO egocéntrico que me convierte en su protegida.
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Alejandro me gusta
Nuestro segundo y último día en Tokio.
— ¿Dónde quieres ir en nuestro último día? Mañana salimos a las 4 de la mañana. Tengo una reunión con los accionistas.
— Joven Alejandro.
— Nada de joven Alejandro. Ya te lo dije.
— Está bien. Me gustaría probar un café y comparar sabores.
— Bien, entonces salimos en 1 hora. Sera como una cita.
— No te hagas ideas en tu cabeza.
La hora pasó volando. Y estaba con él caminando en una de las calles de Tokio.
— Megan cuéntame de ti. Quiero saber de tu familia. Y si has tenido novio.
— Mmm — puse una cara triste.
— Si te incomoda no me digas nada entonces, no quiero forzar las cosas.
— Si. Si te voy a contar un poco. Mis padres están muertos. Mi papá murió en un accidente automovilístico cuando tenía 16 años. Y mi madre murió hace poco. Tengo dos medio hermanos, ya conociste al mayor, Louis. Mi padre tenía una empresa textilera pero al morir, mis hermanos se adueñaron de ella y la terminaron quebrando. Y cuando mi madre murió, Louis me sacó de la casa, fue el día que me llevaste a tu mansión. Tuve que dejar de estudiar.
— Has pasado por mucho. Y tus hermanos deben pagar.
— Si, tal ves, pero al final son mis hermanos. Ahora tengo un trabajo aunque no haga nada más que servir café y te.
— ¿Te gustaría regresar a la universidad?
— Si, claro que sí. Pero no sé si pueda con tanto. Aunque no me cobras renta, tengo que guardar dinero para comprar mi propia casa. No puedo pasar todo el tiempo en tu departamento.
— ¿Qué carrera llevabas?
— Economía y gestión de empresa.
— Un trabajador preparado, es un trabajador capacitado. Así que, necesito gente capacitada en mi empresa. Te voy a becar y terminarás la universidad.
— No puedo aceptar. No sería justo. ¿Por qué eres tan bueno conmigo? por lastima.
— No creas cosas tontas. Le pagarás a la empresa después que te gradues, trabajando para mí con un contrato permanente.
— Permanente, eso quiere decir que no podré renunciar en algún momento. A pues no. Paso.
— Eres una mujer rara. Cualquiera aprovecharía las oportunidades que la empresa brinda. No me contestaste lo otro. Aunque ya sé que eres virgen—sonrió.
— No me avergüences en la calle. Nunca he tenido novio. No porque no tuviese enamorados sino porque no tenía tiempo para perder.
— En eso somos iguales. Siempre la pasé estudiando y cumpliendo las exigencias de mi padre.
— Alejandro, eso quiere decir que tú eres virgen igual que yo— rió a carcajadas.
— No soy virgen— Su cara estaba roja.
— Ves que sí. Tu cara no miente.
— No lo soy.
Caminamos y conversábamos. Alejandro se abrió un poco conmigo. Y no entiendo por qué conmigo es amigable, me gusta ver su sonrisa y esa mirada tierna. Con las demás personas, él es frío y distante, autoritario y con mucho carácter.
Llegamos a la suite.
— Me voy a dormir. Estoy agotada. Mis pies me duelen pero creo todo ha valido la pena.
— Si. Todo valió la pena. Megan quiero que pienses la oferta de estudiar. Ese será tu nuevo trabajo.
— Bueno. Por ahora déjame tocar esta suavecita cobija.
— Pareces una niña. Ven, tienes una pelusa en tu camisa.
— ¿Dónde?
Me levanté y me paré enfrente de él.
— Voy a soplar, cierra los ojos para que la pelusa no entre en tus ojos.
Cerré los ojos. Sentí como sus labios tocaban los míos. Abrí los ojos de inmediato. Me abrazó.
— Eres un mentiroso. Ahora cómo voy a dormir tranquila.
— Gracias Megan. Contigo puedo mostrarme tal cual soy. Y aunque no me lo creas tú me gustas.
Me tenía abrazada y no me soltaba. No batallé y creo que ese abrazo me gustó. Alejandro me gusta.