El Rey Arturo y su hermana de sangre, Neferet, compartieron un amor prohibido que dio origen a dos gemelas. Para ocultar su romance ilícito y evitar el castigo de sus padres, idearon un plan desesperado: Neferet se llevó a una de las niñas, mientras Arturo confió la otra a una madre adoptiva, una princesa de un reino lejano. Dieciocho años después, las gemelas han crecido en mundos separados, ignorando la existencia de la otra. Pero cuando el destino las cruza, una cadena de secretos, mentiras y traiciones sale a la luz. En El Reino de los Engaños, nada es lo que parece...
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Capítulo 21
Sade
Eros y yo esperábamos que se diera inicio al baile mientras que manteníamos una alegre conversación. Había hecho caso omiso a los deseos de mi padre por primera vez en la vida y no me podía sentir más feliz.
—Has sido valiente al enfrentarlo...—Eros rió y acarició mi mano.
—Tenía que hacerlo, no podría seguir haciendo todo lo que él desea sin quejarme un poco al menos —Reí.
—Tu padre viene hacia acá —Esbozó una mueca y respiré profundo intentando calmarme y no salirme de control frente a todo el reino.
—Sade, te veo en la sala de las pinturas en unos momentos. No te atrevas a no ir —Me indicó con el dedo y siguió caminando.
—Parece que no puedo elegir que hacer —Me molesté y solté un enorme suspiro. Abracé a Eros y me concentré a seguir a mi padre.
Todo el camino nos mantuvimos en un terrible silencio. Me sentía nerviosa, extremadamente nerviosa y asustada con el resultado que podía obtener por lo que hice. Mi padre abrió la puerta y dejó que pasara yo primero. Cerró la puerta con seguro, y me senté en el enorme sillón de tela fina.
—Lo lamento rey Arturo, perdón —Le di una sonrisa, o un intento de ello.
—Sade...Me ha molestado muchísimo que hayas hecho caso omiso a las decisiones que tomé para que estés bien en todos los sentidos —Bufó, su voz sonaba triste— No habías tenido ningún príncipe interesado en ti hasta que el rey William envió esa carta diciendo que le interesaba que te convirtieras en la esposa de su hijo. El matrimonio te conviene, ya que nuestra sociedad está acostumbrada a que sus mujeres consigan un marido a partir de cierta edad y tu momento es ahora. Si no te casas con James ¿Con quién entonces?
Me acerqué a él con recelo y le di un abrazo que sentí directo en el alma. Mi rey Arturo, mi padre, supo darme amor y lo que necesitaba siempre y no daba crédito que las cosas hubiesen cambiado de pronto. Le di el abrazo más cálido de mi vida y me hizo feliz que él correspondiera.
—Sé que a veces quieres lo mejor para mí y que gracias a ellos, tenemos unas cuántas peleas que al final de día resultan ser un poco tontas —Besé su mejilla y peiné su cabello con cariño.—Sé que he roto las reglas y me he transformado, si se habla de personalidad y creencias, en las últimas semanas. Solamente te pido que me entiendas, he descubierto cosas por mí misma que no has sabido explicármelas. Para mí sería muy lindo que tú me las contaras. Padre, por favor confía en tu hija.
—Sade...Ojalá supieras lo difícil que es para mí contarte la verdad —Soltó un par de lágrimas, esta era la primera vez que había a mi padre llorar— Mi Sade, te he hablado de manera irrespetuosa en este tiempo al igual que a tu hermano. No merecen ese trato pues se supone que son mis queridos hijos, primero pido perdón por esa razón.
—Tus palabras me hirieron demasiado —Me toqué el pecho— Yo realmente te amaba, pero mi amor por ti se disminuyó un poco porque soy consciente que me has mentido.
—Entiéndeme también, por favor mi niña...Nunca quise hacerte daño, menos ahora, perdóname. Todas las mentiras que tuve que inventar fueron causadas por las pésimas condiciones en las que me encontraba.
—Puedo otorgarte mi perdón solo si tú me cuentas la verdad, es la condición que tengo. Necesitamos dejar de vivir rodeados de mentiras. No hagamos que la gente siga creyendo que el nombre de nuestro reino define cómo es.
—Decir la verdad no solo me concierne a mí, que quede claro— De nuevo, acarició con su dedo pulgar mi mejilla izquierda.
—Entonces...Habla con los que tengas que hablar, diles que te permitan hablar —Me exalté— Lamento ponerte entre la espada y la pared, pero quiero que esto lo hagas por mí.
—Si Neferet no lo permite, no hay nada que pueda hacer al respecto —Se echó a llorar— Te pido disculpas, de todo corazón.
Al oír el nombre de Neferet en la conversación, tuve un presentimiento bastante malo.
— ¿Qué tiene que ver mi tía Neferet en todo esto? —Le interrogué enarcando una ceja.
— ¿Tu tía? ¿Eso es lo que te dijo la noche que fuiste hasta su casa? —Rió y luego negó con la cabeza— Ay, realmente no lo puedo creer.
Miré hacia abajo y fue entonces, que apenas me di cuenta que nuestras manos seguían entrelazadas. Admito, que este era un momento lleno de misterio y miedo, sino que también estaba siendo emocionante. Hace cuánto que no compartí un momento tan íntimo con mi padre cómo lo es este, en serio lo aprecio.
—Efectivamente, dijo que es mi tía —Asentí temiendo escuchar su respuesta.
—Sade, Neferet no es tu tía —Fue directo al grano, esa era una buena característica de mi querido padre— Ella es tu madre y punto, nada puede cambiar eso aunque diga lo contrario.