Por miedo, Ana Clara Ferreira acepta una propuesta para ir a trabajar a Italia junto a su mejor amiga, Viviane Matoso. Pero, por accidente, termina convirtiéndose en la niñera de la hija del mafioso más temido de Italia.
Mateo Castelazzo, el Don de la mafia italiana, se divide entre atender sus negocios, la organización y cuidar de su traviesa hija Isabela.
Pero todo cambia después de un accidente…
NovelToon tiene autorización de Quel Santos para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 16
Mateo:
Di la orden a mis guardaespaldas de llevar a Priscila fuera de la ciudad. No la quería en el camino de Ana. Me quedé esperándola al lado del coche y fuimos a casa. Almorzamos con la mayor tranquilidad y después fui hasta su habitación, me jaló para que durmiéramos abrazados.
Después de eso, perdí las ganas de almorzar en restaurantes. Pasé a almorzar en casa todos los días. Adoraba ver el cariño entre ella y Bela, pero sus besos no me estaban saciando. Yo necesitaba mucho más, quería sentir su gusto, su sabor. Mi cuerpo ansiaba por ella, pero yo no sabía lo que ella sentía por mí. Prácticamente confesé mis sentimientos cuando la llamé "amore mio", pero ella no se dio cuenta. Ya hace una semana y ella continúa tímida conmigo, y aún no ha dicho lo que siente por mí.
Me he esforzado, dando todo el cariño que puedo, hasta el límite que yo mismo impuse. Pero yo nunca había estado tanto tiempo sin una mujer y no quiero traicionarla. Yo necesito más de ella, y hoy el fuego me estaba consumiendo. Necesitaba saciar un poco de mi deseo. Vengo para casa y almuerzo como de costumbre, y Bela va para su clase de ballet. Teníamos una hora y media para aprovechar. Entonces, la jalo por la mano y entro en mi habitación, y consigo finalmente probar el sabor de su cuerpo, sentir el gusto de su miel siendo derramada en mi boca. Pero no fue suficiente, yo necesitaba enfriar mi cuerpo. Entonces, la llamé para el baño. No era correcto solamente yo verla completamente desnuda, tenía que retribuir. La llevé para el baño y ella ya estaba completamente avergonzada nuevamente. Entonces pegué nuestras frentes para que ella no mirara para abajo y me pidiera para quitarme mi bóxer, pues era la única pieza de ropa que yo tenía en el cuerpo. Me agaché y quité el bóxer, entonces puse su mano en mi miembro para que ella se acostumbrara con él. Le enseñé cómo masturbarme. Juntos, intercambiamos caricias hasta que nosotros dos explotamos. Yo tenía que elogiar, pues ella fue perfecta. Sus manos en mi p** me dejaron loco, y ella había sido sí perfecta. Y una vez más escapó de mis labios la frase "mi amor". Ella me sorprendió retribuyendo la confesión:
– Yo también te amo...
– ¿Qué dijiste?
– Mateo Castelazzo, yo también te amo.
Abro una sonrisa, no me contengo. Seguro en sus piernas y la levanto para mi colo, apago la ducha y voy caminando nuevamente para la habitación con ella en mis brazos.
– Yo te quiero. Nunca iba a proponer ser el tu primero si tú no dijeras que me amas. ¿Tú me quieres?
Ella mira para mí y para mis labios y no responde, apenas los ataca. Mis manos solo van deslizando por su cuerpo mojado, ya encuentro su intimidad que no está mojada apenas por el agua, voy encajando en sus piernas.
– No voy a engañarte, va a doler un poco, pero yo prometo ser lo más cariñoso posible.
Ya comienzo a pincelar mi miembro en su entrada, comienzo haciendo movimientos para adelante y para atrás, mientras ella comenzó a dar gemidos ahogados. Yo fui introduciéndome lentamente hasta llegar en la barrera que me impedía poseerla por entero. Entonces vuelvo un poco para atrás y, en una estocada rápida, la tomo para mí. Ella arquea el cuerpo para adelante y yo la aseguro. Cuando finalmente salen palabras de sus labios:
– Aaaaa, Mateo, continua...
Yo pensé que iba a ser doloroso para ella, pero a ella le estaba gustando. Entonces continué aumentando el ritmo cada vez más rápido. Vi que aquella su cara tímida estaba yendo aunque, dando lugar al rostro de una mujer que estaba sintiendo mucho placer. Tuve que agarrarme al máximo, pues ya estaba en mi límite. Era un placer enorme que yo quería liberar, pero no podría hacer eso antes de ella. Aumento aún más los movimientos hasta que ella se estremece y se derrama en mí. Entonces me retiro de dentro de ella y giro para el suelo, derramándome allí. Caigo exhausto a su lado ya jalándola para mi pecho. Ella me mira con aquellos ojos dulces y habla:
– Tú ya tuviste mejores, ¿no fue? ¿Estás decepcionado conmigo? Yo no soy todo aquello que tú imaginaste.
– Tú fuiste perfecta. Yo tuve que agarrarme para que tú sintieras el placer. Quiero estar a tu lado todos los días de mi vida, mi dulce Ana.
Ella me miraba con aquellos ojos dulces y pasaba la mano en mi rostro. Yo beso su mano.
– Me alegro que tú hayas sido mi primero y que aquel maldito hombre no haya quitado la oportunidad de yo entregarme para el hombre por quien me enamoré.
– Y yo me alegro por tú haberme entregado tu pureza. Puedes tener seguridad de que yo seré el único hombre de tu vida, no voy a dejar nadie hacerte mal.
– ¿Será que yo me precipité en confesar mis sentimientos a ti, Mateo?
– Si tú no hubieras hecho eso, no estaríamos aquí acostados exhaustos después de nuestro amor.
– Entonces por qué tú no dices claramente lo que sientes por mí? Es diferente tú decir "yo te amo" de que llamar el otro de "mi amor".
– Yo soy un hombre complicado, Ana. No suelo hablar cosas bonitas, ni por tortura consiguen confesiones de mí.
– Todo bien, yo entiendo.
Ella quedó triste y yo no quería que nuestra primera vez terminara con ella triste.
– Pero contigo es diferente. Tú eres la mi mujer que yo elegí para mí. Yo sé que ya fui casado y tengo la Bela, pero fui obligado a casarme con la madre de ella, y contigo es diferente. Yo te elegí para mí, mi pecho arde de deseo y amor por ti. Yo también amo a ti, Ana Clara Ferreira. Quiero que seas mía, mi esposa, mi dama, mi mujer.
Ella me mira con lágrimas en los ojos y me besa.
Yo ya voy por encima de ella nuevamente para recomenzar, ya la penetro y doy estocadas fuertes. Su gemido resonaba por todo el cuarto. Una vez más llegamos al límite y yo nuevamente me derramo en el suelo.
– Necesito llevarte al ginecólogo, no queremos hijos ahora antes de nuestro casamiento.
– Podemos ir mañana después que salir de la cafetería. En lugar de venir para casa almorzar, tú vas a buscarme allá.
– Voy a pedir para Paola venir quedarse con Bela. Por hablar en ella, quería pasar el resto de la tarde aquí en tus brazos, pero tenemos que bajar, si no es muy capaz de ella abrir la puerta y querer juntarse a nosotros.
– Entonces es mejor andemos rápido, que falta poco tiempo para la clase acabar.
Una vez más yo la llevo en el baño para tomar otro baño, de esa vez un simple baño, pues Bela invadiría la habitación. Conozco mi pequeña...