Mary es una chica muy alegre y llena de sueños, aunque desde pequeña enfrentó muchos obstáculos, siempre es optimista y está con una gran sonrisa, buscándole siempre el lado bueno a todo, una día su vida cambiará, aunque al principio todo parece ir de mal en peor, pronto todo eso pasará a ser parte del camino para su felicidad, pues conocerá a su gran amor, aunque eso todavía no lo sabe, acompañame a vivit esa increíble historia, llena de dolor, lágrimas y felicidad.
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De regreso, en busca de respuestas.
Mary despertó con los ojos hinchados, pero con la mente más clara, la noche anterior había llorado en silencio mientras abrazaba a Tony, sintiendo que el mundo entero se le derrumbaba, pero con la primera luz del amanecer algo dentro de ella cambió, entonces un pensamiento se le cruzó, y si su hijo necesitaba pelear por su vida, entonces ella pelearía con él, con esa decisión se levantó más fuerte.
Pidió unos días de descanso en el trabajo, no explicó demasiado; solo dijo que debía atender un asunto familiar urgente, su jefa al verla tan abatida, aprobó la licencia sin hacer preguntas.
Carlos, por supuesto, insistió en acompañarla.
—No quiero que enfrentes sola a ese hombre —dijo con voz firme mientras conducía —, sé que puede ser peligroso.
Mary asintió un nudo en el estómago y era porque tenía miedo… miedo de regresar a su ciudad, miedo de reencontrarse con el pasado, miedo de descubrir cosas que quizá prefería no saber.
Tony se quedó bajo el cuidado de Daniela y su pequeño hijo, quienes vivían en el mismo edificio, ambos niños se llevaban bien, y Daniela prometió reportar cada detalle, cada comida, cada siesta.
—Ve tranquila —le dijo abrazándola—, aquí estará bien.
El viaje se sintió eterno, pero Mary agradeció cada kilómetro, pues necesitaba ese silencio, ella quería dejar todo atrás y enfocarse en la nueva vida que había construido para Tony,
Carlos, respetaba su espacio, no hablaba mucho solo conducía, atento a que ella no se sintiera sola.
Cuando por fin llegaron a la ciudad, el corazón de Mary latió con fuerza, aquellas calles… las conocía tan bien, podía reconocer cada esquina, cada tienda, cada muro que había visto crecer desde niña, pero también era una ciudad que guardaba sus peores recuerdos, los gritos de sus padres, la vergüenza, el dolor de su embarazo, la desesperación de buscar trabajo… y la sombra constante de Don Napo.
Aun así, cuando se bajó del auto, una pequeña sonrisa escapó de sus labios.
—No sabes cuánto extrañaba esto —susurró.
—tranquila princesa, —fue lo único que respondió Carlos.
Todavía era temprano, así que fueron directo a casa de Mónica, la mujer abrió la puerta con una alegría inmensa, pero al ver a Carlos detrás de Mary, su expresión cambió.
—¡Por fin! —exclamó—. Ya era hora de que me presentaras a tu novio.
Mary abrió los ojos como platos.
—¡No, Mónica! Él no es… No es lo que crees.
Y entonces, con voz quebrada, le contó todo.
Desde el diagnóstico de Tony hasta la necesidad urgente de encontrar al padre, las palabras se le atropellaban, pero Mónica entendió al instante, lloró junto a ella, abrazándola como a una hija.
Carlos las observó en silencio, no quería interrumpir ese momento, pero sabía que el tiempo corría en contra de Tony.
—Necesitamos ir a ver a Don Napo cuanto antes —intervino con suavidad—, cada día es crucial.
Mónica, todavía con lágrimas en los ojos, asintió, sacó su teléfono y llamó a Ana, en menos de veinte minutos, la mujer llegó apresurada, con el cabello suelto y cara de preocupación.
—¿Qué pasó? —preguntó apenas cruzó la puerta.
Mary tuvo que repetir la historia una vez más cuando terminó, Ana la abrazó fuerte, como si quisiera cargar parte del peso que Mary llevaba encima.
—No te preocupes, hija —dijo con la voz temblorosa—, haremos lo que sea.
Caminaron juntos hasta la casa de Don Napo, Carlos se mantuvo siempre al lado de Mary, como un escudo, Ana y Mónica caminaban detrás, casi pegadas, como si temieran que él pudiera salir de cualquier esquina
Llegaron a casa de Don Napo quien al verlas dijo:
—Vaya, mira quién volvió —dijo con una sonrisa torcida—, pensé que habías olvidado este sitio.
Mary no respondió; Carlos lo hizo por ella.
—Necesitamos hablar con usted —dijo de forma directa.
Entraron a la sala, era un lugar oscuro y cargado de humo, el hombre se sentó cómodo, como si estuviera recibiendo a clientes, no a personas desesperadas.
—Bueno, ¿qué quieren ahora? —preguntó.
Mónica fue la primera en hablar.
—Don Napo, ella necesita saber quién era el joven con el que estuvo… aquella noche, el padre del niño está desaparecido, y el niño está muy grave.
Ana agregó:
—Es de vida o muerte. Por favor.
Pero el rostro de él no mostró compasión.
—Y eso, ¿qué tiene que ver conmigo?
Mary respiró hondo, intentando controlar su angustia.
—Usted lo llevó a la cabaña, usted sabía quién era, necesito encontrarlo… por favor.
—No voy a ayudarte, por tu culpa perdí mucho dinero, esa noche ese muchacho no pagó lo que debía, tú estabas llorando, hiciste un escándalo y él se fue sin cumplir el trato.
Las mujeres se miraron horrorizadas.
Carlos frunció el ceño, acercándose un paso.
—¿Qué trato? —preguntó con voz tensa.
Don Napo lo ignoró.
—Además, ahora tengo un negocio mucho más grande, muchas muchachas jóvenes… vulnerables, el dinero fluye, no voy a perder tiempo ni poner en riesgo lo mío por… —miró a Mary con desprecio— …por una mocosa ingrata.
—¡Eres un monstruo!
—Cuidadito —gruñó él—. No tienen pruebas de nada.
Salieron de la casa, Carlos, con un gesto de mezcla de rabia y profesionalismo, dijo:
—Vamos a investigarlo. A fondo, no voy a dejar que ese tipo siga lastimando gente.
Carlos tenía contactos, acceso a información médica, policial y administrativa, entre todos, con computadoras prestadas, llamadas a ex empleadas, mensajes anónimos y una cadena de favores inesperados, empezaron a armar un rompecabezas oscuro.
Lo que descubrieron fue aterrador.
La empresa era solo una fachada, detrás de sus viajes, de sus camionetas, había un entramado de reclutamiento de chicas vulnerables, jóvenes sin recursos, sin familia, sin opciones.
Mary, con las manos temblorosas, revisaba carpetas que contenían nombres que jamás había imaginado.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Denunciaron todo lo que encontraron, no hallaron información directa sobre el padre de Tony, pero lograron algo igual de importante: derribar gran parte del negocio de Don Napo.
Varias chicas fueron rescatadas.
Varias familias fueron alertadas.
Y Don Napo, por primera vez, tuvo miedo.
Aunque la policía aún no lo atrapaba, ya no podía operar igual, sus movimientos estaban vigilados.
Que la rescaten.