Destruiré A La Santa

La campana sonó y todos regresaron al salón.

—Bien, chicos —anunció el profesor—. La actividad será una búsqueda del tesoro. Cada grupo recibirá un listado de objetos raros que deberán recolectar en el bosque. Dependiendo de la cantidad y el valor de los objetos, obtendrán un puntaje. Será una competencia, y el equipo con más puntos recibirá un premio.

El profesor levantó una hoja para que todos la vieran.

—El listado incluye hierbas, piedras especiales y partes de monstruos, cada una con un valor distinto.

Comenzó a repartir las hojas. Ember recibió la suya y, al alzar la vista, notó a Lily con una expresión seria. Por reflejo, Ember desvió la mirada. Lily, al darse cuenta de que había sido observada, volvió rápidamente a su libro, nerviosa.

El resto del día pasó sin mayores incidentes.

A la mañana siguiente, todos los estudiantes se reunieron en la entrada de la escuela, listos para partir. Daniel se colocó al lado de Ember y, para sorpresa de nadie, no se alejó ni un solo segundo. Las miradas y los murmullos no tardaron en aparecer.

Daniel, encantado con la atención, le pasó un brazo por los hombros.

—¿Qué tal? —dijo con una sonrisa—. Parece que los rumores están volviendo a girar alrededor de ti.

—Tú eres el que hace que todo se malinterprete —respondió Ember, visiblemente irritada.

En ese momento, Lily se acercó con pasos inseguros.

—Y-yo… es que… mi grupo… —balbuceó.

—Tranquila, Lily —intervino Daniel—. Ember no muerde.

Ember le dio un codazo sin pensarlo.

—Idiota.

Sin decir más, Ember se adelantó hacia el profesor para escuchar las últimas instrucciones. Una vez dadas, el grupo fue guiado hasta la entrada del bosque. Lily, Daniel y Ember entraron de los últimos.

—Bien —dijo Daniel—. ¿Qué hacemos?

—¿Por qué me lo preguntas? —replicó Ember.

—Porque tú tienes el listado.

Ember miró su mano derecha y confirmó que, en efecto, lo tenía.

—Propongo esto —dijo—: durante la primera hora vamos por los objetos de mayor valor. En la segunda, recolectamos los de menor puntaje.

—Suena bien —respondió Daniel, adentrándose sin dudar en lo profundo del bosque—. Empecemos por la piel y los colmillos de un jabalí.

Ember suspiró.

Luego de una larga caminata, finalmente encontraron a su objetivo: un jabalí negro de gran tamaño, con colmillos curvados y una mirada nada amigable. Sin decir una palabra, los tres se ocultaron entre unos arbustos.

—Ese jabalí es fuerte —susurró Daniel—. ¿Alguna idea?

—Primero lo básico —respondió Ember—. ¿Qué habilidades tenemos?

—Afinidad con todos los elementos, pero el fuego es mi fuerte —dijo Daniel con confianza.

—Tierra e hielo —añadió Lily en voz baja.

Ember tomó una rama del suelo y, sobre la tierra húmeda, trazó rápidamente un plano del área.

—Propongo esto —dijo—. Cada uno se posiciona en un punto distinto. Uno distrae al jabalí y, cuando llegue aquí…

Señaló con la rama una pequeña colina rocosa marcada en el dibujo.

—…los otros dos atacan desde los flancos.

—Suena bien, pero —Daniel sonrió, ladeando la cabeza— ¿quién será la presa?

—No es una presa —corrigió Ember sin mirarlo—. Es una distracción. Y lo haré yo.

—Vaya, otro truco de redención, chica misteriosa —se burló Daniel.

La respuesta fue inmediata. Ember le dio un golpe seco en la cabeza con la rama, que se partió en dos.

—Deja de decir estupideces y toma tu posición.

Daniel se frotó la cabeza, pero no discutió. Lily y Daniel se movieron hacia sus lugares asignados. Mientras Lily avanzaba en silencio, una palabra resonó en su mente, incómoda y persistente.

¿Redención…?

El jabalí resopló, removiendo la tierra con una de sus patas.

El plan ya estaba en marcha.

Ember salió de los arbustos sin dramatismos y le lanzó una piedra directa a la frente del jabalí.

Impacto limpio.

El jabalí soltó un bramido furioso y cargó de inmediato, levantando tierra con cada pisada.

—Es más rápido de lo que pensé… —murmuró Ember, ya corriendo.

Llegó al punto acordado y se detuvo en seco, girándose justo a tiempo.

Esperó.

Nada.

—¿En serio? —masculló.

El jabalí se acercó más de lo debido. Demasiado. Ember pudo sentir el aire caliente de su respiración, el sonido húmedo de los colmillos chocando entre sí.

Silencio absoluto.

Ember suspiró, cansada, como quien se da cuenta de que nadie va a hacer su parte del trabajo.

—Qué sorpresa.

Alzó la mano y, en un instante, varias lanzas de hielo se formaron alrededor del jabalí. Antes de que la bestia pudiera reaccionar, Ember las lanzó todas a la vez. El cuerpo cayó pesadamente al suelo.

—Fue… innecesariamente fácil —dijo, sacudiéndose la sangre del rostro con fastidio.

En ese momento se escucharon pasos apresurados.

—¡Ember! ¿Estás bien? —preguntó Daniel, llegando con Lily detrás.

—Sí —respondió sin mirarlos—. Aunque si no hubiera tenido otro plan, ahora mismo estaría muerta. Detalle menor.

Daniel carraspeó y dejó caer al suelo unas garras y plumas enormes.

—Me apareció un grifo. Se puso intenso.

—A mí… —Lily habló en voz baja, casi pidiendo permiso— se me cruzaron unos goblins…

Colocó con cuidado unas piedras púrpuras junto a las plumas y dio un paso atrás, evitando mirar a Ember directamente.

—Bien —dijo Ember, ya arrancando la piel del jabalí y extrayendo los colmillos—. Excusas aceptadas. Esta vez.

Lily tragó saliva.

—Lo… lo siento —añadió rápido—. La próxima vez no pasará.

Ember ni siquiera respondió. Solo hizo cuentas mentalmente.

—Con todo esto tenemos quinientos veinte puntos —dijo al final—. No es suficiente.

Daniel sonrió.

—¿Seguimos?

Ember guardó los materiales y alzó la mirada.

—Seguimos.

Lily asintió de inmediato, colocándose un poco detrás de Ember y siguiéndola en silencio