Mia es una joven que tiene muchos planes y sueños junto a su novio. Siente que todo se le viene encima cuando La familia de el la rechaza cuando se enteran que es huérfana, lo peor es cuando se entera que su novio siempre estuvo comprometido con otra.Con todo en contra ella logrará volverse una mujer sobresaliente pero algo no estaba en sus planes que una noche conoce a un hombre que la desestabilizaria en todos los sentidos, Será capaz Mía de darse otra oportunidad con el tío del que ella creyó un día era el amor de su vida?
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Un adiós definitivo
Me despierto con el sonido de la alarma, pero al recordar lo que pasó ayer, la tristeza me invade.
Me cambio y salgo rumbo al trabajo. Hago parada al autobús y subo, poniendo mis auriculares. De pronto, suena mi teléfono: es Miguel, uno de mis amigos.
—Hola, no pudimos ir a visitarte, porque Mario estaba esperando que lo hiciéramos para enfrentarnos —dice.
—Gracias, ya voy al trabajo —le cambio rápido de tema.
—No entiendo cómo es que él no sabía dónde vivías, pero creo que al final estuvo bien así.
—Miguel, te dejo, ya casi llego —le digo, pero él insiste.
—¿Irás por tus cosas? Hoy es la despedida y hay que vaciar los lockers.
—Sí, nos vemos allá.
Termino la llamada y me preparo para bajar del autobús. Entro al despacho y los veo casi corriendo.
—Mía, por favor, los pendientes —me dice mi jefe directo.
Busco en la agenda y se la entrego.
—Qué cara, muchachita —me dice mientras sigue escribiendo—. ¿Todo bien?
—Quería comentarle que quisiera doblar turnos —respondo.
—Claro, en estas vacaciones hay más trabajo.
Le agradezco y regreso a mi puesto. Las horas pasan y escucho lo mismo en todas partes.
—El señor Walter regresa hoy de viaje y busca al mejor abogado —oigo a algunos compañeros.
—Si elige nuestro bufete, seremos los mejores de la ciudad.
—¿Por qué está buscando uno?
—Como es una agencia grande de infraestructura, arquitectura y bienes raíces, y saben que compran empresas para demolerlas, necesitan un abogado para cualquier eventualidad.
—Mía, tus citas —me llama el jefe.
Me levanto a entregarlas.
—¿Ya terminaste? —me pregunta.
Veo a alguien entrar con un ramo de rosas.
—¡Qué bonito, Mía! —me dicen quienes lo ven.
El muchacho que las trae se acerca y me entrega una tarjeta. La abro y leo:
“He tratado de localizarte. Hablé con mis padres y no se meterán entre nosotros. Nuestros planes siguen adelante. Sé que necesito hacer mucho para que me des otra oportunidad. Sólo espero que estés dispuesta a dármela. Te amo.”
Agarro las flores y firmo de recibido.
—Ya entendí por qué esa cara triste —me dice mi jefe—. Ahora está iluminada de felicidad.
Me despido y salgo, llevando las flores conmigo. Tomo otro autobús rumbo a la preparatoria. Al entrar, mis compañeros están felices.
Me cuentan que Mario se enojó con sus padres y les preguntó dónde vivía, pero ellos no quisieron decírselo.
—Gracias, chicos —les digo.
—Ojalá esta vez Mario haga las cosas bien, porque sus padres son muy especiales —comenta Miguel.
—Como esta escuela es de las mejores, es para gente con dinero. Quizás por eso pensaron que venías de una familia como la de ellos —dice una compañera, pero se arrepiente rápido.
—Quizás, pero yo nunca fingí tener algo que no tenía.
—Eso sí.
Camino a mi casillero y saco mis cosas, pero veo algo que no es mío: una caja blanca. La abro y encuentro un anillo. Me doy la vuelta y está Mario parado ahí.
—Dime que aceptas —me dice mientras me quita la caja y saca el anillo—. ¿Quieres casarte conmigo?
—Tenemos muchas cosas que hablar —respondo.
—Pero esto es lo que siempre hablamos. Cuando nos graduáramos, nos casaríamos.
—Fue antes de darme cuenta de que no conoces mucho de mí.
—Ahora viviremos juntos y ya no habrá secretos. Por favor, nos están viendo, acepta el anillo y vámonos a otro lado a hablar. No tires a la basura dos años de noviazgo solo porque mis padres no saben lo que tú y yo hemos pasado.
Toma mi mano y me pone el anillo. Estoy sorprendida, no sé qué responder, pero tampoco impido que lo haga.
Salimos juntos hacia una cafetería. Ordenamos y pongo el ramo en la mesa; cualquiera que lo vea se sorprendería. Él toma mi mano y me da un beso, como suele hacerlo.
—Rentaré cerca de la universidad. Mis padres no quieren que viva en las habitaciones ahí, quieren que me concentre en mis estudios para lograr mi sueño de manejar una empresa grande como la de mi tío.
—¿Tu tío? ¿El que dices que toda tu familia odia?
—Bueno, no toda la familia, solo mi padre, porque su hermano logró llegar más lejos que todos.
Suena su celular y él se levanta para contestar. Me llega un mensaje de mi jefe: hoy empiezo a doblar turno.
Miro el anillo y me lo quito justo cuando la mesera deja los postres en la mesa. Mario regresa.
—Lo siento, habrá una reunión en mi casa. Como verás, es mi familia y tengo que cuidarlos para que no piensen que estamos en crisis. Pero ellos no se meterán en nuestra relación.
—¿O sea qué?
—Mía, por favor, no quiero discutir.
—Mario, no nos vamos a casar ni a regresar. No me conoces y yo no te conozco. Anoche, cuando vi a tus padres, me di cuenta de que no quiero tener nada que ver con gente así. ¿Una boda? ¿Formar una familia? Nada me asegura que por cualquier problema no corras a tus padres.
—No pasará. Yo te amo, y solo imaginar perderte hace que nada valga la pena.
—Eso dices ahora.
—¿No lucharás por esto? ¿Por lo nuestro? —me pregunta, intentando agarrar mis manos.
Pero alejo las manos, dejo el anillo sobre la mesa y me levanto, sacando dinero de mi cartera para pagar.
—No hagas esto —me dice.
Me doy la vuelta y camino. Quise darle una oportunidad, pero algo en mí dice que no. Claro que lo amo, pero no quiero hacerme daño. Su familia nunca me aceptará y él tiene sus propios planes. Ya es hora de que yo haga los míos.
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