segunda parte de mi hermoso vagabundo.
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CAPÍTULO 8
Durante el trayecto al hospital, Sam permanece frío, distante y en silencio. Mientras que yo, intento encontrar las palabras adecuadas para poder entablar una conversación con él y así romper el hielo.
_ Gracias por traerme al hospital _ le agradezco.
_ Es lo mínimo que puedo hacer _ me responde sin apartar los ojos del camino.
_ De todas formas, gracias por no dejarme tirada en la calle _ le digo, mientras intencionalmente le acaricio su mano derecha que tiene puesta en la palanca de cambio.
_ ¡Lo siento! _ le digo sobresaltada, cuando me doy cuenta de que él quita su mano de inmediato, un poco molesto.
Bajé la cabeza de inmediato, porque me duele y me cuesta estar tan cerca, pero a la vez tan lejos del padre de mi hijo y del hombre que juró amarme por siempre.
_ Hemos llegado al hospital _ me dice y detiene el carro, para luego bajar y abrir mi puerta.
Di un paso para salir del carro, pero Sam me detuvo, ya que de inmediato me tomó entre sus brazos y yo me aferre inconscientemente a su cuello al sentir nuevamente su exquisito aroma.
Había echado tanto de menos el contacto de su piel, que tenerlo así de cerca me hizo sentir una enorme descarga de adrenalina que fue capaz de estremecer todo mi ser y al mismo tiempo, sentir que muero de dolor por dentro al ver lo frío e indiferente que es conmigo.
Es tanto el dolor de mi corazón que sin darme cuenta se me salen unas cuantas lágrimas de los ojos.
_ ¿Te duele mucho la pierna? _ me pregunta y yo le doy una pequeña sonrisa al escuchar su duda.
_ Sí, no te imaginas cuánto me duele _ le respondo a mi amado e inocente Sam.
Él clava sus ojos en mí y los míos se concentran en los suyos, cuando por primera vez en toda la noche, el hombre que amo con toda mi alma, no me mira con indiferencia. Y en un momento de debilidad, el contacto con su piel hace que se liberen miles de mariposas que revolotean en mi estómago dejándome hirviendo por dentro y con las mejillas coloradas.
Sam al percatarse me dedica una sonrisa, esa sonrisa que tanto había extrañado y anhelado. Mientras yo intento desviar la mirada para no hacerle caso a mis hormonas que me están jugando una mala pasada justamente ahora.
_ Buenas noches _ nos dice una enfermera.
Como si fuéramos dos imanes, no nos podíamos despegar el uno del otro de nuestro trance.
_ Buenas noches _ vuelve a repetir la enfermera, yo suspiro y niego con la cabeza al ver que Sam fija la mirada en la enfermera.
_ Sin querer, mi carro arrolló a esta chica _ le responde Sam cuando me deja de mirar.
_ Traeré una silla de ruedas _ dice la enfermera.
Vuelvo a la realidad cuando la enfermera llega con la silla de ruedas y Sam me deja sentada en ella.
_ Le haremos una radiografía para ver el daño de su pierna _ me dice amablemente la enfermera.
_ No quiero ir sola _ le digo a Sam, para que no se separe de mí.
_ El señor no la puede acompañar a la sala de rayos _ me interrumpe la enfermera, mientras toma la silla de ruedas y me lleva lejos de Sam.
Media hora más tarde, estoy sola y recostada en una camilla mirando el techo de una fría habitación del hospital, mientras afuera el médico espera los resultados de la radiografía.
Respiro hondo e intento encontrar la forma para solucionar este desastre, porque mi plan no consistía en terminar sola justamente aquí.
Alguien toca la puerta, se abre y veo entrar a Sam... Pero algo lo pone nervioso y se queda parado al lado de la puerta, mirándome sin decir nada y me percato de un leve endurecimiento en su mandíbula que no le permite hablar.
¿Será que me recordó?
Respiro hondo y le ofrezco mi mano para que se acerque. Sam hace un gesto de negación con la cabeza y solo avanza unos cuantos pasos quedando a los pies de la camilla.
_¿Ya te dieron los resultados de la radiografía? _ me pregunta.
_ Aún no _ le respondo encogiendo mis hombros.
_ ¿Te duele mucho la pierna?
_ Solo un poco _ le respondo, porque en cualquier momento viene el médico y me da el resultado de la radiografía indicando que no hay lesión alguna.
_ Eso es bueno _ me responde detallándome de pies a cabeza.
(Suena su teléfono)
Mete su mano al bolsillo para sacarlo y luego lo apaga.
No sé qué decir, mientras él no despega sus ojos de mí, estoy nerviosa, casi al punto del colapso, al no saber por qué me mira así. Y mi autocontrol está a punto de desaparecer al sentir la necesidad de volver a sentir sus labios nuevamente en mi piel.
Un año ha sido mucho tiempo...
Un año sin sus besos, un año sin sentir su cuerpo ha sido una tortura y ahora lo tengo frente a mí y no puedo tocarlo. Eso es una verdadera tortura.
_ Buenas noches _ entra a la habitación el médico junto a la enfermera.
_ Buenas noches _ respondemos al mismo tiempo con Sam.
_ Buenas noticias, el golpe del carro no causó fracturas en su pierna _ prosigue _ Le daremos algo para el dolor y se podrá ir a su casa, señorita ...
_ Ro... Romina _ le digo al médico. Porque soy consciente de que por el momento es mejor que Sam, no sepa mi verdadero nombre.
_ Bueno señorita Romina, como dije, ya puede ir a descansar a su casa _ el médico se despide y luego sale de la habitación, mientras la enfermera me entrega una píldora para el dolor.
_ Te llevo a tu casa _ me dice Sam.
_ Gracias _ le respondo, ya que no puedo dejar pasar la oportunidad de estar con él, aunque sea por unos minutos más.
El problema, es que una vagabunda no cuenta con un hogar...
No obstante, por fortuna, Jonathan ya había pensado en todas las posibles y me aconsejó que le inventara a Sam, que duermo en un refugio nocturno de emergencia cuando se ofreciera en llevarme.
que explote la bomba y dinamiten a esas brujas desgraciadas de la vida de Sam