Las Páginas Del Destino

Indira caminaba por el pasillo de la mansión, su largo cabello blanco ondeando detrás de ella como una nube de nieve. La luz de las antorchas que iluminaban el pasillo parecía bailar sobre su rostro, resaltando los ángulos afilados de sus mejillas y la intensidad de sus ojos celestes, que brillaban como dos estrellas en la noche.

Mientras se dirigía a la cocina, se encontró con una de las sirvientas que solía maltratar a la verdadera Indira. La sirvienta, una mujer delgada y de rostro agrio, la miró con desprecio, su boca torcida en una mueca de desdén.

"¿Qué quieres, mocosa?", le espetó la sirvienta, su voz como un látigo que azotaba el aire.

Indira sonrió dulcemente, pero sus ojos celestes brillaban con una intensidad que hizo que la sirvienta se detuviera en seco. La sonrisa de Indira era como un abismo de calma que se abría ante la sirvienta, y su mirada parecía penetrar hasta el fondo de su alma.

"Solo quería pedirte que me trajeras un vaso de agua", dijo Indira, su voz suave y controlada, pero con un tono de autoridad que hizo que la sirvienta se sintiera incómoda.

La sirvienta se burló, su risa como un graznido de un cuervo. "¿Crees que estoy aquí para servirte a ti? Ve a buscarlo tú misma".

Indira no se movió. En su lugar, miró a la sirvienta con una intensidad que hizo que la mujer se sintiera como si estuviera siendo consumida por una llama invisible. La mirada de Indira parecía querer devorar a la sirvienta, y esta se sintió como si estuviera mirando a una criatura de la oscuridad.

La sirvienta dio un paso atrás, su rostro pálido de miedo. "¿Qué... qué te pasa?", tartamudeó, su voz temblando como una hoja en el viento.

Indira no respondió. En su lugar, levantó una mano y la sirvienta sintió un viento frío que la envolvió. La mujer se estremeció y dio otro paso atrás, sus ojos fijos en Indira con terror.

El aire parecía cargado de una energía oscura y peligrosa, y la sirvienta se sintió como si estuviera al borde de un abismo.

"Creo que deberías tratarme con más respeto", dijo Indira, su voz todavía suave, pero con un tono de autoridad que hizo que la sirvienta se sintiera pequeña y insignificante.

La sirvienta asintió frenéticamente, su rostro cubierto de sudor. "Sí, sí, lo siento. No quise ofenderla". Su voz era como un susurro de un animal asustado, y su cuerpo temblaba como una hoja en el viento.

Indira sonrió de nuevo, y la sirvienta se sintió como si estuviera mirando a una criatura de la muerte. "No te preocupes", dijo Indira. "Solo recuerda que no debes subestimarme".

La sirvienta se alejó corriendo, dejando a Indira sola en el pasillo. Indira se rio suavemente para sí misma, sabiendo que había dejado claro su punto.

Con los recuerdos de la verdadera Indira, sabía exactamente cómo controlar su magia, en estos meses que pasaron leyó muchos libros de magia, quería usarla para proteger a aquellos que la rodeaban. Y no permitiría que nadie la tratara con desprecio.

Mientras se alejaba, Indira se sintió como si estuviera caminando sobre una línea muy fina entre la luz y la oscuridad.

Sabía que su poder era un arma de doble filo, y que debía usarlo con cuidado. Pero también sabía que no podía permitir que nadie la intimidara o la tratara con desprecio.

Me encanta mi nueva vida en este mundo. Mi padre es un hombre muy protector y me cuida mucho, lo que me hace sentir segura y amada.

Recuerdo que la verdadera Indira sufrió mucho porque nunca puso en práctica su podeqr y era muy ingenua. Me duele pensar en todo lo que pasó, pero estoy decidida a no dejar que eso vuelva a suceder.

Es curioso, porque cuando tenía 13 años, el emperador del imperio quería casar a su primer hijo con Indira. Quería fortalecer su poder y su influencia en el imperio porque mi padre tiene un ejército muy grande y es un hombre muy respetado. No sé qué habría pasado si la verdadera Indira hubiera aceptado, pero estoy segura de que no habría sido feliz.

La verdadera Indira no aceptó casarse con el príncipe porque la duquesa la había amenazado con lastimar a Cristal, su doncella más querida, la que la había criado como si fuera su propia hija.

La duquesa quería que su hija se casara con el príncipe para que así su hija pudiera convertirse en emperatriz, y no estaba dispuesta a dejar que Indira se interpusiera en sus planes.

Indira recuerda que se sintió atrapada y sin opciones, pero decidió rechazar la propuesta de matrimonio de todas maneras, aunque sabía que eso podría tener consecuencias graves para ella y para aquellos que amaba.

En los recuerdos de Indira, veo una escena en la que la madre y la emperatriz están sentadas juntas, sonriendo y hablando sobre el futuro de Indira.

La difunta duquesa sostiene en brazos a una bebé Indira, mientras la emperatriz dice con una sonrisa: "Cuando crezca, sería perfecto si se casara con mi hijo, claro, si ambos aceptan". La duquesa se ríe y responde: "Sería un sueño hecho realidad".

En ese momento, no había ninguna presión ni expectativa, solo la ilusión de una amistad y un futuro feliz. Pero ahora, veo cómo ese comentario casual se convirtió en una expectativa que pesa.

"La verdadera Indira nunca aceptó casarse debido a su miedo y le rogó a su padre que no la obligara. Su padre, que la amaba profundamente, quería que fuera feliz y por eso no la forzó a contraer matrimonio.

La emperatriz no insistió más en el asunto porque le había hecho una promesa a su querida amiga, la difunta duquesa."