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La Protegida Del Don Greco

La Protegida Del Don Greco

Status: Terminada
Genre:Romance / Posesivo / Arrogante / Mafia / Amor a primera vista / Diferencia de edad / Completas
Popularitas:38.4k
Nilai: 4.9
nombre de autor: Rosana C. Lyra

Theo Greco es uno de los mafiosos más temidos de Canadá. Griego de nacimiento, frío como el acero de sus armas y con cuarenta años de una vida marcada por sangre y traiciones, nunca creyó que algo pudiera sacudir su alma endurecida. Hasta encontrar a una joven encadenada en el sótano de una fábrica abandonada.

Herida, asustada y sin voz, ella es la prueba viviente de una pesadilla. Pero en sus ojos, Greco ve algo que jamás pensó volver a encontrar: el recuerdo de que aún existe humanidad dentro de él.

Entre armas, secretos y enemigos, nace un vínculo improbable entre un hombre que juró no ser capaz de amar y una mujer que lo perdió todo, menos el valor de sobrevivir.

¿Podrá una rosa hecha pedazos florecer en los brazos del Don más temido de Toronto?

NovelToon tiene autorización de Rosana C. Lyra para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 7 – Silencio

El final de la madrugada aún envolvía la mansión cuando los pasos apresurados del médico resonaron por los pasillos del lugar. Nikos lo había buscado personalmente, arrancándolo de la cama sin derecho a preguntas. Cuando Don Greco ordenaba, no existía reloj, no existían excusas.

Theo estaba sentado en la butaca de la habitación, observando a la joven en la esquina, inmóvil bajo la manta. La puerta se abrió y el médico entró con su maletín de cuero gastado. Se detuvo un instante al encarar la escena: el Don en silencio, el aire cargado, y la mujer encogida como un secreto sucio.

—Examínela. —dijo Theo, sin levantar la voz.

El médico asintió. Se acercó despacio, manteniendo los gestos suaves. Abrió la maleta, retiró el estetoscopio. Habló bajo, casi como quien teme espantar a un pájaro herido.

—No voy a hacerle daño, ¿de acuerdo? Solo necesito ver sus heridas.

Ella no reaccionó. Los ojos permanecieron ocultos bajo el enredo de cabellos, el cuerpo encogido, como si fuera parte de la pared.

Theo cruzó las piernas, aspiró el cigarro y dejó que el humo se esparciera por la habitación. Su mirada no se apartó de ella, ni un segundo.

—Sin prisa. —dijo al médico—. Pero sin forzar.

El hombre asintió. Consiguió apenas verificar el pulso, débil, irregular, medir la presión, escuchar los latidos. Notó marcas profundas en tobillos y muñecas, cicatrices recientes de cadenas. Arañazos, hematomas, heridas superficiales. El cuerpo delgado denunciaba semanas de hambre.

—Va a necesitar reposo, alimentación controlada, líquidos. —dijo el médico en voz baja, dirigiéndose al Don—. No hay heridas fatales, algunos vendajes bastan, pero la mente… esa está en estado crítico.

Theo escuchó en silencio. No había respuesta que dar. El médico recetó algunos calmantes leves, suplementos, analgésicos. Ella se negó. Giró el rostro cuando la cuchara se acercó.

Theo solo levantó la mano.

—Puede dejarlo.

El médico cerró el maletín, saludó con un gesto discreto y salió escoltado por Nikos.

Quedaron solo los dos.

Ella, en la esquina, con la manta como escudo. Él, sentado en la butaca, observándola. El silencio entre ellos era casi físico, llenaba la habitación como niebla.

—Está bajo mi techo. —dijo él, voz baja, pero firme—. Aquí nadie la toca sin mi orden.

Por un instante, ella levantó la mirada. Y Theo sintió aquel choque inesperado: sus ojos no estaban muertos. Había algo allí, escondido, una chispa que guardaba como el último pedazo de sí misma.

No era gratitud. No era odio. Era otra cosa.

Theo se inclinó hacia adelante, apoyando los antebrazos en las rodillas.

—Pero el silencio no va a durar para siempre. Algún día, hablará. Algún día, elegirá vivir.

Ninguna reacción. Solo la respiración irregular.

Él apagó el cigarro, se levantó y salió de la habitación. Pero no durmió en lo que quedaba de madrugada. Permaneció sentado en el despacho, con las luces apagadas, el vaso de whisky intacto. El silencio de ella aún resonaba en su mente.

Pasaron dos días.

Ella no dijo una palabra. No tocó la ropa. Casi no comió. Solo aceptaba agua, a veces, como quien teme morir de sed, pero no tiene fuerzas para desear vivir.

Theo la observaba. A veces por la puerta entreabierta, otras sentado dentro de la habitación, callado. Los negocios de la mafia continuaban, reuniones, cargamentos, amenazas, pero siempre que podía, volvía. Como si algo lo arrastrara de regreso a aquel silencio.

Su paciencia no era infinita. Estaba acostumbrado a respuestas inmediatas, a la obediencia sin vacilación. Pero, ante ella, descubría algo nuevo: la espera.

Y, increíblemente, esa espera no lo debilitaba. Alimentaba en él un deseo aún mayor. Deseo de romper el silencio. Deseo de proteger aquello que apenas comprendía.

La segunda noche, Nikos lo encontró parado en el pasillo, apoyado en la pared, frente a la puerta de ella. El cigarro ardía entre los dedos, la mirada fija en la madera cerrada.

—Don… —dijo Nikos, vacilante—. Dos días y nada. Tal vez…

Theo alzó la mano, callándolo.

—Su silencio es un desafío. —dijo sin apartar los ojos de la puerta—. Y los desafíos existen para ser vencidos.

Y, por primera vez, admitió para sí mismo que aquella mujer, muda, frágil, rota, había conseguido lo imposible: hacer esperar a Don Greco.

Theo recibió a un visitante en el despacho. El hombre entró acompañado por Nikos, con pasos firmes de quien conocía aquel territorio como aliado y no como intruso.

Era Klaus Adler, mafioso alemán, mayor que Theo por casi diez años. Cargaba en el cuerpo las marcas de batallas antiguas, un corte profundo en la mejilla, la mano derecha rígida por disparos mal cicatrizados.

—Don Greco. —dijo, con voz grave y cargada de acento—. Necesité venir personalmente.

Theo, sentado tras el escritorio de madera maciza, no se movió. Solo hizo señal a Nikos para servir una bebida.

—Vladimir vino a mí. —Adler fue directo—. Ofreció dinero. Mucho dinero. Dijo que quería mi ayuda para acabar contigo.

El silencio pesó en el aire. Theo tomó el vaso de whisky que Nikos le había servido y giró el líquido ámbar antes de responder.

—¿Y qué le dijiste?

Adler se apoyó en la mesa, la mirada firme.

—Le pregunté si pensaba que yo sería capaz de morder la mano que me salvó de la muerte, años atrás, cuando los italianos intentaron destrozarme en pedazos.

Theo arqueó una ceja. No era hombre de mostrar sorpresa, pero el nombre de los italianos traía recuerdos. Él mismo había decapitado a Carlo Mancini aquella noche, arrojando el cuerpo al lago como un mensaje al mundo.

Adler continuó:

—Le dije a Vladimir que si osaba repetir una propuesta así, yo mismo le hundiría el cuchillo en la garganta. No existe oro suficiente en el mundo que me haga traicionar a quien arrancó a mi enemigo de mí y me entregó su cabeza.

Theo bebió en silencio. La lealtad era rara en el submundo, pero cuando se conquistaba con sangre, era eterna.

—Hiciste bien. —dijo, al fin.

Adler respiró hondo, luego vaciló un instante.

—Pero me dijo otra cosa… Dijo que robaste algo que era suyo. Que le quitaste lo que le pertenecía. ¿Es verdad?

Theo dejó el vaso en la mesa con calma. Sus ojos, fríos como un iceberg, se encontraron con los de Adler.

—Yo no robo. —respondió—. Yo cobro. Y toda deuda necesita ser pagada.

Adler no insistió. Conocía bien ese tono. No había espacio para explicaciones, solo para verdades dichas en voz baja.

Theo se inclinó en la silla, aspiró el cigarro y dejó que el humo flotara entre los dos.

—Vladimir ya está muerto. Solo que aún no lo sabe.

Adler sonrió de lado.

—Entonces tendré el placer de brindar cuando caiga.

—Va a caer. —respondió Theo—. Un hombre que necesita comprar aliados ya ha perdido.

Nikos entró de nuevo, anunciando el final de la reunión. Adler estrechó la mano del Don con respeto, inclinó levemente la cabeza y partió.

Theo se quedó solo en el despacho, mirando el humo que aún flotaba en el aire. El recuerdo del rostro de ella volvió a su mente. Vladimir decía que le pertenecía. Theo sabía que no. Nada que estuviera bajo su techo volvía a ser de otro hombre.

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Letty Santaella de Samaniego
hermosa novela
Tamara
Hermoso
Beatriz Mas
excelente historia!!
Chali Ortiz
muy linda historia me atrapó desde el principio,
me gustó como se fue desenvolviendo la protagonista
un pequeño detalle, cuando atraparon a Stefano no hubo concordancia, ya que al principio decías que estaba de rodillas amarrado a la silla y al final escribiste que estaba atado a una columna
te deseo muchos éxitos y gracias por compartir tu talento
👏👏👏👏👏👏👏👏💐💐💐💐💐💐
Maria Rojas
felicidades autora una excelente novela muy buena la trama los personajes y tuvo un gran final éxitos bendiciones
JZulay
una historia que me mantuvo en vilo .....viendo al hombre rudo e implacable que fue transformado por un amor que no esperó.

💯 recomendada 😉👌🏼
🇧🇷Rosana Lyra🇧🇷: Gracias mi querida, la historia de Nikos está completa en el perfil ❤️
total 1 replies
JZulay
😔🙏🏼🥺😍.... increíble Greco..... transformación total ☺️
JZulay
ohhh muchacha....te la pasarás en cama y criando 🤭😋
JZulay
🥰❤️🥰❤️🥰❤️🥰❤️🥰❤️🥰❤️
JZulay
quién lo diría...el mafioso férreo....pero tan tierno ..🥰
JZulay
tú la creaste ...!!!!....ella se reconstruye ...😍❤️
JZulay
atrevido Morozov.....venir amedrentar en la puerta de su casa 😤.....
De lo que llevas ....traes.... 🤜🏼🤛🏼
JZulay
hermoso...🥰..ver un hombre que no se quiebra por nada, pero cuando el amor ❤️ toca a su puerta no tiene cómo resistirla 😍
JZulay
ya era hora.../CoolGuy/....todos estábamos languideciendo...!!!!!..../Hey//Smug//Proud//Tongue//Drool/
JZulay
mi reina.....qué haces nadando contra la corriente ...,🤔....sí no quieres ver sangre , entonces abandona ese lugar....pero ten por seguro, que tú serás la próxima con un tiro en la cabeza o peor ..../CoolGuy/
JZulay
Theo encontraste lo que no estabas buscando !!!??...,❤️💔
JZulay
mucha larga a ese silencio !!!!! 🤦🏼‍♀️
JZulay
qué osado Vladimir.....🤦🏼‍♀️.....sí ... definitivamente...
estás muerto !!??!!!
JZulay
esto es un duelo en el infierno ⚒️
JZulay
me tiene en suspenso /Blush/
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