Vuelve A Mí

El restaurante se encontraba en la cima de una montaña, esa era la razón por la cual era un lugar exclusivo para clientes de la alta sociedad. Cuando se encontraban bajando la montaña el equipo de seguridad de la zona les pidió retroceder, ya que el cielo amenazaba con llover y en esas condiciones nadie podía bajar de la montaña.

"No podemos quedarnos aquí, tenemos mucho que hacer en la ciudad". Alego Enrique enojado.

"Lo siento señor, pero son órdenes del dueño del lugar".

Sin más remedio les tocó volver al restaurante, sería una noche larga. "¿Dónde nos quedaremos?", pregunto Cristina preocupada.

"El lugar cuenta con habitaciones para estas emergencias", respondió distante Enrique.

"Ok". Fue todo lo que pudo decir ella, sabía que su jefe estaba molesto y lo que menos quería era terminar de irritarlo.

Al llegar al restaurante el personal del lugar los estaba esperando, se había desplegado el protocolo de emergencia. "Señor Sarmiento su habitación está lista". Dijo un joven muy amable.

"Perfecto, llevemos primero a mi secretaria a su habitación y luego iremos a la mía", contesto Enrique sin expresión alguna.

"Disculpe señor, pero debido a la cantidad de clientes el día de hoy solo quedaba disponible una habitación", explicó el camarero apenado.

"Esto es inaudito, ¿Dónde piensas que vamos a dormir? Necesito hablar con su supervisor en este instante". Enrique estaba molesto, pues lo que menos quería era estar en una habitación solo con la mujer que le despertaba el deseo, tenía miedo de no poder contenerse.

"Disculpe señor Sarmiento, ahora mismo llamo al gerente". El camarero los llevo hasta donde estaba el gerente. En el camino la faz fría de Enrique era muy notoria haciendo pensar que estaba furioso por la idea de pasar la noche en la misma habitación que ella.

"Puedo quedarme en la recepción", intervino Cristina tratando de no causar molestias. "Igual estoy acostumbrada a dormir en lugares incómodos", termino susurrando más para ella que para los presentes.

Enrique termino escuchando esa última parte viéndola con curiosidad

"Eso no está a discusión, no te quedarás en ninguna recepción". Dijo Enrique con firmeza y sin opción a discutir.

Cristina hizo silencio ante la frialdad de su jefe, no quería seguir haciéndolo enojar y por eso prefirió no llevarle la contraria. Cuando finalmente lograron hablar con el gerente este les dijo lo mismo que había dicho el camarero: no había habitaciones disponibles, así que sin poder hacer nada más les tocó ir a la habitación que les habían asignado.

"Esto es inaudito, no puede ser que no haya más habitaciones disponibles", murmuró Enrique para él; sin embargo, Cristina alcanzó a escuchar.

"Jefe, no lo molestaré. Si es posible me voy a dormir al baño".

Cristina se levantó con cuidado, tratando de no hacer ruido. 'Si me quedo en el baño, al menos estaré cerca en caso de que necesite algo' pensó mientras se dirigía lentamente hacia el pequeño cuarto.

"Déjate de tonterías, no puedes dormir en el baño". Ordenó, Enrique con autoritarismo.

Cristina se detuvo en seco sin saber qué hacer.

"Duerme en la cama, yo usaré el sillón". La mirada de Cristina fue dirigida al pequeño e incómodo sofá frente a ella, pensó que su jefe era demasiado alto y que de seguro no podría descansar bien.

"Señor, creo que es más conveniente que yo duerma en el sillón, soy más pequeña y seguramente podré descansar bien ahí".

Enrique no entendía por qué esa mujer era tan testaruda, porque simplemente no lo obedecía y ya. "Has lo que quieras", respondió furioso.

Cristina no quiso decir nada más, así que fue al baño para buscar algo cómodo que usar, la ropa que llevaba puesta aunque elegante era demasiada incómoda, la entrar al baño busco en los cajones y encontró una bata de baño perfecta para ell, empezó a asear su cuerpo para poder dormir relajada. Aunque la verdad era que se moría de nervios por tener que compartir habitación con el Adonis de su jefe.

Por su lado, Enrique, aunque molesto, no podía evitar mirar hacia la puerta por donde ella había salido. Una mezcla de frustración y algo más profundo lo invadía. Sabía que esa noche sería difícil para él, pero también sentía una extraña curiosidad sobre cómo manejarían esa cercanía.

Cristina salió envuelta en la bata de baño haciendo que la imaginación de Enrique volará rápidamente, estuvo a punto de perder el control y lanzarse sobre su secretaria, así que reunió todas las fuerzas que pudo y salió corriendo al baño, está situación le estaba resultado imposible de controlar y temía que en cualquier momento se lanzara sobre la joven al otro lado de la puerta.

Pasaron las horas y la lluvia comenzó a golpear con fuerza las ventanas del restaurante. Afuera, el sonido del viento aumentaba la sensación de aislamiento.

De repente, un apagón dejó todo en completa oscuridad. Las luces se apagaron y solo quedó el sonido de la tormenta y sus respiraciones aceleradas.

Cristina grito al verse envuelta en la oscuridad y es que la noche en la que sus padres perdieron la vida había una tormenta parecida a esta, ella fue la única sobreviviente de aquella tragedia, ver a sus padres perder la vida fue un evento traumante y desde entonces le aterraba las noches lluviosas.

"¿Cristina?", susurró Enrique con voz tensa.

"Sí, aquí estoy", respondió ella con voz cortada.

"¿Estás bien?", pregunto Enrique notando la voz llorosa de ella.

"Sí, señor. Estoy bien", su voz temblorosa decía otra cosa.

Enrique encendió la linterna de su celular, camino hasta el sillón encontrándose con una Cristina en posición fetal temblando aterrorizada. Rápidamente, se acercó a ella tomándola entre sus brazos y resguardándola entre sus fuertes brazos. "Tranquila pequeña, estoy aquí para cuidar de ti". Las palabras de Enrique tocaron el corazón de Cristina llenándola de una fuerte sensación de protección.

Llevándola hasta la cama la dejo caer con suavidad sobre esta para luego abrazarla a su pecho haciendo que la joven se tranquilizarla y así quedándose dormidos abrazados sin seguir pensando en la tormenta que caía sobre el restaurante.