En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
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Una confesión inesperada
La semana avanzó rápidamente, con las festividades navideñas llenando de alegría el ambiente del edificio. Abby continuaba con sus labores, pero notaba que Jasón encontraba excusas para acercarse a ella con más frecuencia. A veces la saludaba con una sonrisa o un leve movimiento de su mano mientras Emma corría hacia ella, y otras veces simplemente la observaba con una mezcla de curiosidad y algo más que ella no podía identificar.
Una tarde, mientras la muchacha se disponía a salir del edificio tras su jornada laboral, lo encontró esperándola cerca de la entrada. Llevaba un abrigo oscuro y una bufanda gris que acentuaba el color de sus ojos. En su mano, sostenía un pequeño paquete envuelto en papel rojo con un lazo dorado.
—Abby, ¿puedes acompañarme un momento?— preguntó con mucha amabilidad.
La muchacha parpadeó, sorprendida, pero asintió.
—Claro, ¿pasa algo?— preguntó.
—Nada malo. Solo... quiero mostrarte algo— respondió él.
Jasón la guió hasta la azotea del edificio. El aire estaba frío, pero el cielo despejado ofrecía una vista impresionante de las luces de la ciudad. Había una pequeña mesa preparada con dos tazas de chocolate caliente y un par de mantas. Una pequeña guirnalda de luces blancas colgaba alrededor, creando un ambiente íntimo y acogedor.
Abby se llevó una mano a la boca, sorprendida.
—¿Usted? ¿Tú? ¿Hiciste esto para mí?— indagó emocionada.
—Sí...Bueno, en realidad también para mí— bromeó él.— Después de todo, necesitaba un descanso, y tú has demostrado ser muy buena compañía.
Ambos se sentaron y compartieron el silencio mientras bebían el chocolate. La ciudad brillaba ante ellos, pero era la tranquilidad entre ambos lo que llenaba el espacio. Desde lo alto, los sonidos de las calles se sentían lejanos, como un eco suave que acompañaba el momento.
—Sabes— comenzó a decir él, rompiendo el silencio, —no he hecho algo así en mucho tiempo— confesó.
—¿Algo así como qué?— preguntó ella, girándose hacia él.
—Abrirme con alguien. Tomarme un momento para... sentir— respondió con un tono lleno de nostalgia— Desde que perdí a mi esposa, he estado tan enfocado en Emma y en el trabajo que me olvidé de lo que es simplemente estar presente...existir.
Abby lo miró con atención, notando la vulnerabilidad en su mirada. Había algo desarmante en la honestidad de sus palabras, algo que le hizo sentir una conexión más profunda con él.
—Es difícil seguir adelante cuando pierdes a alguien que amas— dijo ella en voz baja, olvidándose que no lo había tuteado nunca antes. —Pero Emma te necesita, y por lo que he visto, estás haciendo un gran trabajo como padre.
Jasón negó con la cabeza, dejando escapar una leve sonrisa y un suspiro.
—No sé si soy tan buen padre como crees. Pero gracias por decirlo.
Hubo un momento de silencio antes de que él colocara el paquete rojo frente a ella.
—Esto es para ti. No es mucho, pero quería agradecerte por todo lo que has hecho por Emma... y también por mí.
Abby abrió el paquete con cuidado. Dentro había un pequeño colgante en forma de estrella, sencillo pero hermoso. La estrella tenía un acabado brillante que reflejaba la luz de las guirnaldas, dándole un toque especial.
—Es precioso— dijo ella, sintiendo un nudo en la garganta. No recordaba la última vez que alguien le había dado un regalo con tanto significado.
—Pensé que te gustaría— respondió él, y sus miradas se encontraron. Por un instante, el mundo pareció detenerse. Jasón respiró hondo, como si estuviera reuniendo valor para decir algo muy importante.
—Mira, Abby— dijo— yo no sé qué es exactamente, pero... desde que llegaste a nuestras vidas, algo ha cambiado. Emma está más feliz, y yo... yo también.
La muchacha sintió que su corazón latía con fuerza. No sabía qué decir, pero antes de que pudiera responder, él continuó:
—No quiero presionarte con nada, ni confundirte. Solo necesitaba decirlo. Porque lo que has hecho por nosotros es algo que no puedo ignorar.
Ella sonrió, sintiéndose conmovida por su honestidad.
—Gracias por confiar en mí, Jasón. Y, aunque no sé qué traerá el futuro, estoy feliz de estar aquí, ahora, con ustedes.
El viento frío sopló suavemente, pero ninguno de los dos quiso moverse. En ese momento, bajo el cielo iluminado por las estrellas, ambos supieron que algo especial estaba naciendo entre ellos.
La conversación fluyó con naturalidad después de aquella confesión. Hablaron de cosas simples, como sus recuerdos navideños favoritos. Jasón compartió anécdotas de su infancia, como la vez que intentó atrapar a Papá Noel y terminó cayendo de las escaleras. La muchacha se rió, imaginando la escena, y a su vez contó cómo en el orfanato solían improvisar una Navidad con lo poco que tenían.
—Hacíamos adornos con papel de revistas viejas y usábamos ramas de árboles como nuestro árbol de Navidad— relató con una sonrisa nostálgica. —No era mucho, pero siempre encontrábamos la forma de celebrar.
Jasón la escuchaba con atención, admirando la manera en que encontraba belleza incluso en los recuerdos más humildes. Había algo en la mujer que tenía frente a él que lo desarmaba, una luz que irradiaba incluso en los momentos más simples.
Cuando finalmente el frío comenzó a calar, Jasón se levantó y extendió una mano hacia ella.
—Es tarde. Deberías regresar a casa.
Abby aceptó su mano, sintiendo un leve cosquilleo cuando sus dedos se rozaron. Mientras bajaban juntos por las escaleras, ambos sintieron que algo había cambiado. Aunque las palabras eran pocas, el silencio entre ellos estaba lleno de significado.
Al llegar a la entrada del edificio, Logan se detuvo antes de abrir la puerta.
—Gracias por este momento, Abby— Por escucharme y por… simplemente ser tú.
Ella sonrió, sintiendo un calor inesperado en el pecho.
—Gracias a ti. Por todo— replicó.
Jasón la acompañó hasta la calle, asegurándose de que abordara un taxi de manera segura. Cuando el vehículo arrancó su marcha, Logan se quedó en la acera observando hasta que el automóvil se perdió en la lejanía. En su mente, una sola idea brillaba con claridad: no podía negar que empezaba a sentir algo por ella.