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La Maldición de mi Esposa

La Maldición de mi Esposa

Status: Terminada
Genre:Traiciones y engaños / Amante arrepentido / Divorcio / Completas
Popularitas:3
Nilai: 5
nombre de autor: Santi Suki

Vandra nunca imaginó que su aventura con Erika sería descubierta por su esposa, Alya.
El dolor que Alya sintió fue tan profundo que pronunció palabras que jamás había dicho antes:
"La oración de quien ha sido agraviado será concedida por Allah en este mundo. Tarde o temprano."
Vandra jamás pensó que las oraciones de Alya para él, antes de su separación, se cumplirían una por una.
¿Pero cuál fue exactamente la oración que Alya pronunció por Vandra?

NovelToon tiene autorización de Santi Suki para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 5

"¿Por qué me despiden, señor?" preguntó Vandra con voz temblorosa, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.

La habitación se sentía sofocante, aunque solo estaba ocupada por dos personas. El aroma a café negro que quedaba en la mesa del Sr. Irwan tampoco pudo neutralizar el aire tenso que llenaba la espaciosa oficina. El reloj de pared hacía tictac ruidosamente, cada segundo parecía presionar el pecho de Vandra cada vez más.

"Porque has dado una mala imagen a la empresa", respondió el Sr. Irwan con un tono firme. Su mirada era directa, fría, como un cuchillo que atravesaba el corazón de su interlocutor. "Así que hay algunos inversores que han presentado una protesta. Temen que la cooperación con la empresa sufra pérdidas".

Vandra se quedó en silencio. Esas palabras fueron como un mazo que golpeó su cabeza. Despedido, una palabra que nunca imaginó que sucedería.

Durante años, Vandra se había dedicado, a veces llegando a casa tarde por la noche, sacrificando tiempo con sus hijos por el trabajo. Durante todo este tiempo creyó que el trabajo duro nunca sería traicionado. Pero ahora, todo se derrumbó en un instante.

"¡Señor, por favor, no me despida! ¿Cómo voy a mantener a mi familia? Tengo dos hijos pequeños", dijo Vandra con voz suplicante, sus ojos enrojecidos, casi húmedos por las lágrimas.

El Sr. Irwan respiró hondo. En realidad, conocía bien a la familia de Vandra. Especialmente a Alya, la esposa de ese hombre. Antiguamente, el puesto de Alya era incluso más alto que el suyo, aunque él había sido empleado en esa oficina durante más tiempo. Pero Alya nunca fue arrogante. Siempre respetó a los veteranos, siempre fue amable y siempre mantuvo las formas.

Ese recuerdo hizo que el corazón del Sr. Irwan doliera. Ahora, ver a Vandra, quien con una cara llena de culpa se atrevió a suplicar, solo profundizó su decepción.

"¡Señor, se lo ruego!" Vandra juntó ambas manos en su pecho, se inclinó, su cuerpo temblaba ligeramente. Como un acusado pidiendo clemencia.

"No puedo ayudarte", respondió el Sr. Irwan en voz baja, aunque su tono seguía siendo firme. "Porque esta es una decisión de la junta directiva de hoy". Suspiró profundamente. "¿Por qué fuiste tan cruel al traicionar a Alya? Ella ya sacrificó su carrera por ti. Pero, ¿qué recompensa le diste?"

Esa declaración hizo que la sangre de Vandra hirviera. Cada vez que se mencionaba el nombre de Alya, su corazón se sentía desgarrado. No por culpa, sino porque estaba harto de ser comparado constantemente.

"¿Por qué todos parecen estar del lado de Alya? ¿Por qué todos lo consideran un hombre bajo que solo vive del sacrificio de una mujer?"

Ambas manos de Vandra se cerraron con fuerza y su mandíbula se tensó. Sin embargo, se contuvo. No tenía sentido pelear ahora.

"Está bien. Lo siento por haber manchado el nombre de la empresa", dijo Vandra finalmente. Se dio la vuelta con pasos pesados, abrió la puerta y salió sin mirar atrás.

El pasillo de la oficina, que generalmente se sentía normal, ahora era como un largo camino lleno de miradas cínicas. Algunos empleados lo miraron, algunos susurraron en voz baja, otros mostraron abiertamente expresiones de disgusto. Vandra bajó la cabeza, conteniendo la vergüenza que le quemaba la cara.

Mientras recogía sus pertenencias en su escritorio, sintió cómo su autoestima se hacía pedazos. La caja de cartón usada de papel de impresión ahora era testigo silencioso de la destrucción de su carrera. La foto familiar que había exhibido en su escritorio durante tanto tiempo se sintió tan dolorosa de ver.

"¡Papá, vuelve pronto a casa!" La voz de Vero solía resonar cuando se iba a trabajar.

Ahora, no sabía cómo mirar esa cara inocente. Con paso vacilante, Vandra sacó la caja de cartón de la oficina, dejando un rastro lleno de manchas.

Mientras tanto, en un alto edificio de una famosa empresa de cosméticos, se produjo una situación diferente. Erika estaba parada rígidamente frente a un hombre de mediana edad. Su cuerpo temblaba, su corazón latía con fuerza, como si quisiera saltar fuera de su pecho.

"Pensé que tu conversión era real", dijo el Sr. Benio, su jefe, con un tono cínico. Sus ojos recorrieron el cuerpo de Erika de arriba abajo. "De repente te pones un hijab, usas ropa cerrada. Aparentemente todavía te gusta jugar con fuego con el esposo de otra persona".

Esa declaración atravesó el corazón de Erika. Su respiración se entrecortó. Se mordió el labio, tratando de contener las lágrimas que estaban a punto de brotar.

"Entonces, ¿por qué ahora no quieres servirme más?", la voz del Sr. Benio se volvió aún más degradante.

"Ya me casé con él, señor. Aunque todavía es en secreto", respondió Erika con voz baja, tratando de mantener la dignidad que le quedaba.

El Sr. Benio se echó a reír a carcajadas, lleno de burla. "¿Casarse? Jajaja... ustedes se declararon eso hace solo tres días, ¿verdad? Y luego, ocho o nueve meses antes, durmieron sin un vínculo halal, ¿verdad?"

Erika sintió que su sangre hormigueaba. Sus mejillas ardían de vergüenza. Todos sus secretos fueron revelados así como así.

Erika era muy consciente de que su posición en esa empresa no era por mérito. Todos lo sabían, hablaban en secreto.

Erika podía sentarse tranquilamente como secretaria personal de un líder de una empresa de cosméticos global, solo porque estaba dispuesta a ser una herramienta para satisfacer la lujuria.

Su belleza y la voluptuosidad de su cuerpo eran armas. Ella sabía que esa arma ahora se volvía contra ella.

"Se equivoca, señor. Mi esposo y yo tenemos una relación sana", mintió Erika, su voz sonaba temblorosa. Tenía miedo de que el hombre frente a ella exigiera "su parte" como antes.

El Sr. Benio volvió a reír. Esta vez más fuerte, más insultante. Incluso se acercó y, con su mano áspera, levantó la barbilla de Erika. Sus miradas se encontraron, afiladas, penetrantes.

"Eliges ser despedida de la empresa", susurró con un tono amenazante, "o volver a ser mi amante?"

El tiempo pareció detenerse. Erika se quedó en silencio, su mente confundida. El sudor frío goteaba por sus sienes. El mundo parecía girar rápidamente, pero su cuerpo se congeló.

La elección no era solo sobre el trabajo. Se trataba de la dignidad, del futuro, de si seguiría atrapada en el mismo círculo o se atrevería a salir con todas sus consecuencias.

"Si elijo salir, es muy probable que me quede desempleada", pensó. "Es difícil encontrar un nuevo trabajo, especialmente porque mi nombre ya está manchado. Sin embargo, si aguanto, debo estar preparada para ser utilizada nuevamente como una herramienta para satisfacer su lujuria. Igual que antes".

El dilema hizo que su pecho se sintiera oprimido. Quería gritar, quería huir. Pero sus pies parecían pegados al suelo.

"Espero no equivocarme en mi elección", pensó Erika finalmente, mientras cerraba los ojos por un momento, dejando que sus lágrimas cayeran sin poder contenerlas más.

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