— Mami, estás viva. — Sus ojos verdes igual a los míos me hacen sobre saltarme, imposible. No puede ser, esté niño es...
— Byron. — Podría reconocer esa voz en cualquier lugar. La tengo gravaba en mi memoria cómo si fuera mi maldita canción favorita.
— Papi, encontré a mamá. — Estaba a unos metros del hombre que ame por más de una década, el hombre de 1.87, cabello negro, ojos grises azulados, hombros anchos, labios sexis y rostro apuesto. El era la definición de perfección.
¿Alguna vez le han regalado flores a un hombre? Yo si. Es el que está frente a mí en éste momento.
Lo recuerdo de niño, ¿cómo no me dí cuenta antes? Quizás por qué has estado luchando por olvidar todo de el. Así que no notaste que el pequeño aquí es su viva imagen. Contestó mi voz interior.
— Aléjate de mi. — Ordene a al mocoso. Mi voz antes normal se volvió fría.
NovelToon tiene autorización de Regina Cruz C. para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Te ves muy bonita.
... Lidia.
Llegó el cumpleaños de mi sobrino. No sabía que ponerme. Es una fiesta de niños, ¿qué se usa en un evento cómo esté? Recuerdo mis fiestas y veo todo colorido. Nunca iban de negro. Me sentiría muy extraña siendo la única que usa negro. En la universidad no soy la única, claro que las otras lo usan en sus labios, ojos y uñas.
Pero no me importan ellas en este momento. Me importa mi apariencia. Prometí llegar temprano a la fiesta. Pase por una boutique antes de irme. Compré un vestido azul rey, no quiero cambiar de la noche a la mañana, usaré un poco de color, más no algo súper colorido. Mis labios los dejé en rosado, puse rubor en mis mejillas, mis uñas al natural, siempre es así, enchine mis pestañas y dejé los ojos naturales. Estuve lista y salí para la habitación de mi sobrino.
— Mami.
— Dime.
— Te ves muy bonita.
— Gracias, quería verme bonita para ti.
— Te doy un 100 de diez.
— Muchas gracias. — Baje de la mano con el. Teníamos que recibir a sus invitados. Niños acompañarnos de sus niñeras.
Luke.
No pude apartar la mirada de Lidia. El vestido azul le quedaba perfecto, su sonrisa le quedaba perfecta. Esos ojos cálidos eran perfectos. Todo en ella irradiaba felicidad. Saber que no soy el responsable fue un golpe duro, no lo pude esquivar. Desee por un minuto que todo fuera como antes. Desee que ella siguiera enamorada de mi, desee haberme casado con ella y no con Layla.
¿Pero que estoy pensando?
Yo amaba a Layla, pero lo que siento ahora por Lidia es algo nuevo. Algo extraño. Layla me gustó por qué no me prestaba atención, me gustó por qué fue una presa difícil de cazar, me gustó por qué era diferente a las demás.
Se cómo se siente que Lidia te persiga, y se cómo se siente que te odie, prefiero estar en el primer lado. Ella me gusta por la forma en que trata a mi hijo, su madre y yo le hicimos daño, pero no lo odia, al principio no entendía por qué queria estar lejos de el, ahora entiendo sus razones y se que le sobraban motivos. ¿Por qué descubrí hasta ahora que es bondadosa? Qué nunca ha sido mentirosa, y sobre todo. Qué es así de hermosa, es una belleza que nunca pude apreciar. Nunca me dí cuenta de lo bella que era hasta hoy, nunca me dí cuenta del hermoso corazón que tenía hasta que vi el otro lado de él. El lado que jamás me enseñó, el lado que jamás sacó por mucho daño que le hicimos.
— Mira papi. Mami quedó hermosa.
— Lo sé. — Nuestros ojos se encontraron, la mirada de odio había desaparecido, en su lugar estaba esa calidez que tenía cuatro años atrás. — Te ves hermosa.
— Gracias. — Por primera vez en mucho tiempo no me ignoro, no me hizo mala cara ni gestos de desagrado, la esperanza nació en mi corazón. Quizás ella se dió cuenta de que todavía existe algo de amor para mí.
— Lidia. — No sabía que decir exactamente, pero tenía que decir algo.
— Amor. — Ella soltó la mano de Byron y fue a los brazos de Joseph. Esté la levanto en sus brazos y le dió vueltas en el aire.
— Estás divina.
— Gracias. Me alegra que pudieras venir. Estoy feliz de verte. — Ella beso sus mejillas, y sonrió. Esa sonrisa que sólo tenía para mí, esa mirada que solo me daba a mi, todo eso era de otro hombre ahora.
— Aquí no hay fotógrafos ni conocidos. Podemos estar juntos.
— ¿Es que te avergüenzas de ella? — Cualquiera en su lugar se sentiría honrado.
— Gracias a una mentira nosotros no podemos salir en público. ¿Ya te estás haciendo cargo de eso? Ha pasado una semana y la maldita noticia no desaparece. — La dejé ahí por un motivo.
— Mañana tendremos una rueda de prensa. Aclararé todo. — A mi conveniencia por supuesto. Lo siento por ustedes, pero las cosas no serán fáciles. De mi cuenta corre que esa maldita relación termine.
— Mami. Mis amigos ya están llegando.
— Te veré en un rato. — Susurro un te amo a su oído y me mato, me dejó muerto en vida, creó que ni en el funeral de Layla sentí tanto dolor cómo estoy sintiendo en este momento.
Lidia no puede ser para el. Lidia no puede amarlo a él. Ella tiene que volver a enamorarse de mi. Y haré todo lo que está en mis manos para que suceda. No me importa si tengo que inventar mentiras sobre Joseph. Nada me importa. Sólo alejarla de el.
— Odio la forma en que ves a mi novia. — Nuestras miradas eran cómo cuchillos filosos, cuchillos que se querían clavar en el otro. — Perdiste tu oportunidad con ella. Te recomiendo que no intentes nada.
— ¿Tienes miedo a la competencia? — Me burlé.
— No se compite dónde no hay nível. — Se burló también. — Fuiste todo un idiota con ella. En diez años no te diste cuenta del valor que tenía. Y ahora la vez con esos estúpidos ojos llenos de arrepentimiento.
— ¿Qué sabes tu no nosotros?
— Ella me lo dijo todo. En nuestra relación no hay secretos. Se qué te persiguió 10 años. Qué finalmente elegiste a la hermana, y se también, que no hiciste nada cuando su padre quemó su trabajo de años. — Si de algo me arrepiento es de eso. De haberla visto sufriendo y no haber hecho nada por ella. Yo mismo le cause ese dolor. Nunca se me va a olvidar la primera vez que me vio llena de odio. Antes no me importaba, pero ahora todo es diferente. Se qué estoy enamorado de ella.
No me lo puedo seguir negando.
La amo.
Esos intentos por llevarme bien con ella, esos disgustos al saberla con otro, esos celos, ese impulso de haberla besado. Fui muy ciego, pero quizás no es muy tarde para corregir mi error.