Siempre nos hablan del tiempo como algo lineal, primero el pasado, luego el presente y por último el futuro y también nos hablan de que el único tiempo real es el presente, porque el pasado ya pasó y el futuro no está hasta que llega, pero ¿Qué tal si no fuera así? ¿Qué pensarías si te digo que el tiempo, paradójicamente, es y no es línea a la vez? ¿Y que vivimos varios momentos al mismo tiempo y esto no se limita para nada al presente?
Te invito a descubrir poco a poco la complejidad de esta historia y a sumergirte en un océano de emoción a medida que leas su trama.
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Capítulo VIII, Eduardo
Estaba en el Hospital Triunfo Del Dragón, junto con mi prometida Alicia. Estábamos visitando al señor Castle, que sorprendentemente para mí, había sobrevivido un día más que en las repeticiones anteriores del bucle y los médicos decían que había esperanza de que sobreviviera, que incluso era posible que se recuperara por completo. También estaban de visita la esposa del señor Castle, María, y el hijo de ambos, Rodrigo. Yo no quería albergar esperanzas de que él sobreviviría, ni mucho menos de que llegaría a recuperarse por completo, pues lo veía casi imposible, la experiencia me lo había sabido enseñar muy bien.
—En quince minutos acaba la hora de visita, vayan alistándose —dijo una enfermera muy bonita, de piel negra y ojos café oscuros.
—Creo que es mejor que nos vayamos ahora, amor —le dije a mi prometida.
—De acuerdo, cariño.
—Señora María, joven Rodrigo, mi prometida y yo nos vamos, regresaremos mañana.
—Hasta luego —respondieron al unísono.
Estaba muy deprimido y cuando llegué a casa necesitaba algo que me sacara de ese estado, así que desesperadamente y a su vez con gran pasión besé a Alicia apenas cerramos la puerta tras entrar en nuestro apartamento. Ella correspondió la pasión y esa noche dejamos que la flama de esa pasión ardiera como el mismo infierno durante muchas horas, así que apenas dormimos un poco antes del alba.
Eso fue un gran alivio para mí, un bálsamo para mi alma. Y afortunadamente al día siguiente era sábado, así que Alicia y yo no teníamos que trabajar.
Pasamos la mañana cada uno dedicado a sus actividades de entretenimiento personal. Ella leyendo novelas de crímenes y misterio y yo jugando ajedrez en línea. Al llegar la tarde fuimos a visitar al señor Castle.
Cuando llegamos a la habitación, María y Rodrigo ya estaban ahí, junto con un hombre que no reconocí y al menos por su físico no parecía ser familiar consanguíneo del señor José Castle o de la esposa de este, deduje que se trataba de algún amigo muy cercano de uno ellos dos.
Mi sorpresa llegó cuando vi que el señor Castle abría los ojos ¡Estaba despertando!
Eso me hizo tener esperanza de que él realmente sobreviviría y se recuperaría. Pero justo después tuvo una convulsión. La señora María llamó a los médicos y enfermeras y nos hicieron salir del cuarto.
Unas pocas horas después el médico nos explicó que las convulsiones habían sido causadas por un derrame cerebral que había sido demasiado masivo y el señor José Castle había fallecido.
«El tiempo extra que recibió y ese instante en que recuperó el estado de consciencia no fue más que un capricho del destino. Y pensar que me atreví a tener esperanza por un momento.
El Destino puede ser extremadamente cruel con sus planes, pero no voy a rendirme ahora. Saldré de esta repetición infinita, de este bucle de tiempo sin fin, de una u otra forma.»
La familia del hombre al que yo consideraba un amigo estaba llorando devastada, muy en especial su viuda. Yo había llorado ante esta tragedia ya demasiadas veces tras tantas repeticiones, había visto a mi amigo morir demasiadas veces y creí que no volvería a llorar, pues ya me había quedado sin lágrimas, por eso las últimas tres veces sólo me había podido quedar en shock, frío ante el suceso y sin hacer otra cosa que ofrecer vanas palabras de consuelo, pero está vez tuve falsa esperanza de verlo sobrevivir, de verlo recuperarse y eso bastó para que yo también rompiera en llanto y me hiciera añicos.