Ella es Karen, quien de manera misteriosa ocupa el cuerpo de Samanta, una emperatriz que está destinada a morir.
Ahora que un alma diferente ocupa ese cuerpo, las cosas no serán tan simples para aquellos que le hicieron daño a Samanta.
Esta alma nueva quiere venganza
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Bajo ataque
Pasó tal cual dijo Samanta, y ese día Selma fue llevada a la plaza pública para ser enjuiciada.
Todos veían con horror su estado, y más después de que la misma Samanta anunciará a todo el mundo los crímenes de Selma.
La multitud estaba asombrada, y más de uno lanzó algún objeto encima de Selma, la cual estaba en muy mal estado.
—Hermana ten piedad de mí, no soy una criminal— suplicaba ella, pero no obtenía respuestas, en cambio, Samanta con un rostro indiferente, se acerca a ella y le susurra al oído.
—Selma, siempre tan altiva por tener el apoyo de los miserables de los Parker, y como resultado, estás siendo culpada de un crimen que no has cometido, Porque sí, yo maté a esas dos bastardas, y también a Ana. Esto es mi venganza por la muerte de Samanta— dice ella y le da un abrazo de despedida.
Selma se puso pálida, ya que no imaginaba algo así. La mujer estaba asustada y su mente de pollo no generaba bien.
Antes de que pudiera decir algo, su cuerpo fue llevado a la horca, y sin piedad alguna, el verdugo bajó la soga y ella comenzó a ahorcarse. La familia de Selma por vergüenza e impotencia, no fue a ver el final de su querida hija.
Era una escena de terror, pero no para Samanta, ya que esas mujeres fueron la culpable de que una vida inocente se perdiera.
De no ser así, ella Karen, no estuviera ocupando un cuerpo ajeno.
Tal y como hicieron con Samanta, la joven emperatriz ordenó que lancen el cuerpo de aquella mujer mala al mar, para que las bestias se la coman. Nadie cuestionó su orden, y solo se cumplió con lo que ella dijo.
Por lo que sin mirar atrás, ella salió de allí, y se subió en su carruaje, siendo seguida por Yanet. Al estar ambas dentro, el carruaje se comenzó a mover.
Ya más tranquilas, ambas comenzaron a dialogar.
—Investiga hasta el color favorito del calzón de la madre emperatriz, esa vieja tiene que morir, investiga también a su familia— dice Samanta y Yanet lo entiende.
—¿Qué harás después de la venganza?—preguntó ella con una sonrisa pícara.
—Nada, solo vivir mi vida— expresa ella sinceramente.
Yanet solo sonríe.
—Presiento que me voy a divertir mucho— dice Yanet.
—¿Con qué te vas a divertir?—pregunta Samanta curiosa.
—Nada, no me hagas caso, sabes que estoy medio loca— confiesa ella y ambas ríen.
—Yo también lo creo— dice Samanta y ambas vuelven a reír.
Ambas iban muy despreocupadas de la vida, charlando como dos amigas, pero algo paso de camino, y eso fue, que el ministro de justicia y su esposa, en compañía de un gran grupo de delincuentes y de guardias, le hicieron parada al carruaje y dieron orden de matar a los guardias que acompañaban a Samanta.
Pero gracias a ella, quien en su tiempo libre ha entrenado a los soldados, ellos han resistido al ataque, pero no por mucho, ya que los guardias de Samanta eran menos que los atacantes.
Samanta y Yanet estaban ya molestas porque le dañaron su momento de tranquilidad, y por esa razón ambas mujeres salen del carruaje, solo verse rodeadas de un gran número de personas, las cuales, por su pinta, parecen ser delincuentes. Los guardias estaban en mal estado, algunos estaban muertos.
—Parece que tendremos que ir de caza por el imperio, estoy cansada de ser atacada por delincuentes — dice Samanta con fastidio.
De entre los atacantes, sale el ministro y su esposa.
—Ya que no somos familia, no tendremos piedad de ti, debiste solo hacer lo que te pedí, y así salvar a mi única hija Selma, tú solo eres la huérfana que criamos, solo para que sea útil en algún momento, pero ni para ser útil sirves— dice el hombre con enojo.
—Teníamos que matarte, de saber que ibas a ser una mala agradecida, te habríamos matado cuando te trajo el ministro a la mansión — expresa la esposa del ministro con los ojos rojos. Para ella es difícil la pérdida de su única hija.
Antes esas palabras de odio, Samanta solo sonríe con burla.
—Me alegra que no seamos familia, de esa manera, no tendré remordimientos con sus muertes, y a todos ustedes, les doy la oportunidad de escapar con vida ahora— dice ella con una sonrisa maliciosa.
Los delincuentes, solo se miraron unos a otros, y no sabían qué pensar.
—No le hagan caso, está bastarda, solo es una hija abandonada, no tenga miedo, ella no tiene cómo escapar de nosotros— alienta el ministro, y los delincuentes tomaron postura de pelea.
Al ver eso, Samanta le dice a Yanet.
—¿Lista para la diversión?—pregunta ella y la mujer sonríe.
—Siempre lo estoy majestad, ya lo decidí, quiero el puesto de ministro de justicia, creo que ese me queda bien— dice ella y ambas ríen.
De un momento a otro, ambas mujeres usando magia, hicieron un domo alrededor de todos, y unas especies de capullo, comenzaron a formarse alrededor de los guardias heridos, con la finalidad de protegerlos y también restaurar sus cuerpos.
Luego de eso, ambas mujeres se fueron al ataque de los enemigos.
Quienes estaban desconcertados.
Más aún, cuando de la nada, plantas espinosas y algunas con aspecto feo, comenzaron a salir de la tierra, estas tenían tamaño humano.
Las plantas con mal aspecto comenzaron a irse en contra de los enemigos, quienes intentaron escapar, pero no pudieron, ya que aquellas plantas comenzaron a comerse a quienes agarraban con sus ramas.
El ministro y su esposa estaban sin habla, y quisieron escapar, pero ellos fueron sujetados por lianas, y elevados en el aire.
Para evitar ver la masacre, ambos se taparon los ojos, pero aun así, los gritos de sus aliados eran fuertes.
La sangre caía por todas partes, y aunque nuestras chicas eran asombrosas, los delincuentes estaban bien preparados, y por obligación tuvieron que defenderse.
Aquellos hombres comenzaron a coordinar ataques, y los que sabían usar magia de hielo, la usaban para congelar las plantas.
Creyendo que así, podían detener a las mujeres aterradoras.
Pero una muy habilidosa Yanet con magia de fuego inició derritiendo el hielo.
Por otro lado, Samanta estaba peleando con todo, para ella era nada pelear con esos sujetos.
Le da gusto que esos hombres también ataquen, para de esa manera, divertirse más, ya que no es divertido pelear sin que el otro se defienda.
Los ataques van y vienen, y la cosa estaba reñida, y como era de esperarse, los que más sufrieron fueron los delincuentes.
La pelea se intensificó por una hora, y el lugar era un desastre, había sangre y cadáveres por dónde quiera.
No quedó ni uno solo de los aliados del ministro, y solo estaban con vida, él y su esposa.
—Me alegra que no seamos familia, para de este momento, no sentir ningún remordimiento por sus muertes— dice Samanta y con un movimiento de manos, hace que ambos estén de pie frente a ella, sujetados aún.
—Tú... Eres un demonio, de saber que eras tan cruel, te habría matado cuando te encontré— dice el ministro con enojo.
—Tenías que haberlo hecho, y así te evitabas sufrimiento, pero antes de matarte, ¿quiero que me digas quiénes son mis padres?—preguntó ella y el hombre se quedó mudo, para luego decir.
—No lo sé, no creo que eso importe ahora —
Dice él y Samanta decide investigar de otra manera, porque cree que ese hombre sabe alguna información valiosa.
Si resulta que ellos la arrebataron de manos inocentes, su muertes será peor que un gusano.
felicidades y a seguir creciendo!! 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻