"Fantaseo Con Esas Curvas" es una novela que narra la historia de un hombre que, a pesar de los estereotipos y las normas sociales, se enamora perdidamente de una mujer con sobrepeso. Alejandro, un joven exitoso y atractivo, ha pasado toda su vida rodeado de mujeres delgadas y "perfectas" según los cánones de belleza establecidos. Sin embargo, un día conoce a Sofía, una mujer con curvas generosas que cautiva su corazón desde el primer momento. A medida que su relación avanza, Alejandro debe enfrentarse a sus propios prejuicios y a la presión de su entorno, que no entiende cómo puede estar enamorado de alguien que no encaja con los ideales de belleza tradicionales. Sofía, por su parte, lucha por aceptarse a sí misma y superar sus inseguridades, mientras descubre que el amor verdadero puede encontrarse en los lugares más inesperados.
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Capitulo 8
Alejandro
Al entrar en la cabaña y ver a Sofía observando con asombro la habitación que compartiremos durante este fin de semana, siento cómo los nervios comienzan a apoderarse de mí. Sé que este momento es crucial, que será una prueba de fuego para nuestra relación y para la confianza que hemos ido construyendo con tanto cuidado.
Trago saliva con dificultad, intentando mantener la calma y la serenidad que tanto he practicado en los últimos días. No quiero presionar a Sofía, no quiero que se sienta incómoda o abrumada por la situación. Mi único objetivo es brindarle un espacio seguro donde pueda sentirse libre de ser ella misma, sin temor a ser juzgada.
-Bien, ¿qué tal si te muestro el resto de la cabaña? -propongo, tratando de sonar relajado.
Sofía asiente tímidamente y me sigue fuera de la habitación. Le voy señalando cada uno de los ambientes, explicándole cómo funciona la cocina, el baño y la pequeña sala de estar. Puedo ver cómo, poco a poco, su cuerpo va relajándose y su mirada se llena de una curiosidad genuina.
-Es un lugar increíble, Alejandro -comenta, mientras observa maravillada las vistas que se aprecian a través de las amplias ventanas-. Nunca antes había estado en un sitio así.
-Me alegro de que te guste -respondo, sin poder evitar que una sonrisa se dibuje en mis labios-. Desde que lo descubrí, supe que sería el lugar perfecto para escapar de la rutina y el estrés de la ciudad.
Sofía se gira hacia mí, y nuestras miradas se cruzan. Puedo ver reflejada en sus ojos una mezcla de emoción y timidez que me desarma por completo. Me acerco un poco más a ella, sintiendo cómo la tensión entre nosotros aumenta con cada centímetro que nos separa.
-Y... ¿qué te parece si preparamos algo de comer? -propongo, intentando romper el hechizo que parece haberse apoderado de nosotros-. Debe haber algunas provisiones en la cocina y me muero de hambre.
Sofía asiente, esbozando una tímida sonrisa, y juntos nos dirigimos a la cocina. Durante la siguiente hora, nos movemos con una coordinación sorprendente, compartiendo tareas y riendo como un par de viejos amigos. Es como si, en este espacio apartado del mundo, todas nuestras inhibiciones y miedos se hubieran esfumado.
Cuando finalmente nos sentamos a la mesa para disfrutar de la deliciosa comida que hemos preparado, un cómodo silencio se apodera del ambiente. Nos miramos a los ojos, sin necesidad de palabras, y siento cómo mi corazón late desbocado en mi pecho.
-Gracias por traerme aquí, Alejandro -murmura Sofía, rompiendo el silencio-. Este lugar es mágico.
-Me alegro de que te guste -respondo, sintiendo cómo la emoción se apodera de mi voz-. Quería que pudiéramos disfrutar de un momento de tranquilidad y de conexión, lejos de las distracciones de la ciudad.
Sofía asiente lentamente, y puedo ver cómo sus ojos se llenan de una determinación que pocas veces he presenciado en ella.
-Alejandro, yo... -comienza a decir, con voz temblorosa-. Quiero que sepas que aprecio mucho tu paciencia y tu respeto hacia mí. Sé que no ha sido fácil, y que en más de una ocasión he puesto a prueba tu paciencia.
Extiendo mi mano sobre la mesa y envuelvo la suya con delicadeza, buscando transmitirle todo el cariño y la comprensión que siento hacia ella.
-Sofía, no tienes nada que agradecer -la interrumpo, con voz suave-. Sé que no ha sido un camino fácil, pero cada momento a tu lado ha valido la pena. Eres una persona maravillosa, y me siento profundamente afortunado de poder compartir esta aventura contigo.
Ella me regala una sonrisa que ilumina todo su rostro, y en ese instante, siento como si mi mundo se redujera a esa pequeña cabaña y a la mujer que tengo frente a mí.
Terminamos de comer en un cómodo silencio, intercambiando miradas y sonrisas que parecen decir más que cualquier palabra. Cuando finalmente nos levantamos de la mesa, Sofía se acerca a mí y, con una decisión que me deja sin aliento, envuelve mis brazos en un cálido abrazo.
-Gracias, Alejandro -susurra en mi oído, erizando cada uno de mis vellos-. Gracias por ser tan especial.
Correspondo a su abrazo, sintiendo cómo mi corazón se hincha de una emoción que no puedo describir con palabras. Lentamente, me separo de ella y, con infinita delicadeza, acaricio su mejilla, perdiéndome en la profundidad de sus ojos.
-Eres tú quien me ha enseñado a ver el mundo de una manera diferente, Sofía -murmuro, sintiendo cómo la pasión se apodera de cada una de mis palabras-. Eres la mujer más especial que he conocido en mi vida, y no sabes cuánto me alegro de haberte encontrado.
Puedo ver cómo un leve rubor se apodera de sus mejillas, y siento la tentación de acercar mis labios a los suyos y probar el sabor de ese beso que he anhelado durante tanto tiempo. Pero me contengo, consciente de que debo respetar el ritmo de Sofía y no presionarla más de lo que está preparada.
En su lugar, tomo su mano entre las mías y la guío suavemente hacia la pequeña sala de estar. Allí, nos acomodamos en el sofá, disfrutando de la calidez del fuego de la chimenea y de la compañía del otro.
Durante las siguientes horas, nos sumergimos en una conversación que fluye con una naturalidad abrumadora. Hablamos de nuestros sueños, de nuestras metas y de esos pequeños momentos de la vida que nos han marcado.
Y, en cada una de sus palabras, en cada uno de sus gestos, puedo ver reflejada esa fortaleza y esa autenticidad que tanto me han cautivado. Sofía es una mujer extraordinaria, y cada vez me resulta más difícil entender cómo alguien como ella ha podido pasar desapercibida para tantas personas.
Cuando finalmente el cansancio empieza a hacer mella en nosotros, decidimos retirarnos a la habitación. Sofía me lanza una mirada cargada de nerviosismo, y puedo ver cómo su cuerpo se tensa ligeramente.
-Tranquila -le susurro, acariciando suavemente su brazo-. No tienes que hacer nada que no quieras. Sólo dormiremos, ¿de acuerdo?
Ella asiente con alivio, y juntos nos preparamos para la noche. Una vez en la cama, me aseguro de mantener una distancia prudencial, evitando cualquier tipo de contacto que pudiera incomodarla.
Mientras ellos sean felices, los demás les resbale.